En estos dias, hemos visto como en la ciudad de México decidieron legitimar ante la ley el matrimonio (matriz-madre) entre homosexuales. En el siguiente estudio encontraremos un Instructivo serio para derimir todas nuestras dudas de tan grave desviación y confusión que vive el ser humano.
1. La homosexualidad que es el trato sexual con personas del mismo sexo, se llama uranismo cuando se realiza entre hombres; recibe el nombre de pederastía cuando tiene lugar entre hombres y niños; entre mujeres, amor lesbiano o safismo.
Por consiguiente, los actos de homosexualidad se dan en personas cuyo instinto sexual no se dirige al otro sexo (heterosexual), sino al mismo sexo (homosexual).
Los sujetos que sufren el homosexualismo se suelen llamar invertidos, también pervertidos por hacer uso torcido del instinto en forma culpable.
2. La inversión propiamente dicha es la que proviene de la constitución de la persona, que se caracteriza por la ATRACCIÓN ERÓTICA AL MISMO SEXO; total ausencia de atracción de sexo contrario y hasta llegar a repugnancia positiva al otro sexo. “La inversión propiamente dicha, permanece a veces por mucho tiempo inconsciente al invertido. Parte de los invertidos la siente como molesta; otros están satisfechos de ella, y, de este segundo grupo procede el peligro mayor de SEDUCCIÓN” (Kart Hormann, Diccionario de Moral Cristiana. Biblioteca Herder. Barcelona 1979, columnas 539 540)
3. La inversión impropiamente dicha es OCASIONAL. La diferencia con respecto a la anterior radica en que la impropiamente dicha no se da la aversión al otro sexo. El invertido de esta especie se siente durante un tiempo (en la juventud) u ocasionalmente (a falta de personas del otro sexo atraído al propio sexo, pero se vuelve más tarde al otro (bisexual o ambivalente) así acontece en una gran parte de los prostituidos masculinos jóvenes ( o. c. col. 540 541).
4. La homosexualidad, con toda verdad se afirma, se halla muy difundida en todas las culturas decadentes; ya San Pablo enumera la homosexualidad entre las pasiones ignominiosas en que cayeron los paganos por su ceguera pecaminosa. En efecto la cólera de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad e injusticia de los hombres queaprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables: porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en vanos razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y, cambiaron la gloria del Dios, incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible de aves, cuadrúpedos, de reptiles.
Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.
Por eso les entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago por su extravío.
Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente réproba, para que hicieran lo que no conviene: llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos, de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones; ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales, desamorados, despiadados, los cuales aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen. (Rom 1, 18 32).
5. En la actual sociedad que ha llegado también por su cultura decadente, debido a su actitud permisiva y tolerante, a tales aberraciones sexuales que llaman poderosamente la atención por el cinismo como son tratadas y exhibidas en algunos medios de comunicación, presentándolas a la opinión pública, como si éstas fueran lo más natural de la vida sexual, pretendiendo sustituir la especie por el género para así establecer a la par que la masculinidad y feminidad, la homosexualidad.
A este fin debe recalcarse que al hablar de homosexualidad se hace referencia más bien a una persona concreta y no tanto a unconcepto abstracto o clasificación genérica. Lo que existe son individuos –hombres o mujeres– que se sienten atraídos sexualmente por personas de su mismo sexo.
Es una realidad muy compleja, pues lo que podríamos considerar como rasgo común; una atracción hacia el mismo sexo, por una parte, y, por otra, el rechazo o indiferencia hacia el otro sexo, no es concepto simple o unívoco ya que suele distinguirse entre:
–Homogenitalidad cuando predomina lo genital y lo corpóreo en la búsqueda compulsiva de relación genital, más que de relación interpersonal.
–Homoerotismo cuando predomina lo emotivo y lo afectivo dentro de un contexto relacional que encierra un gran porcentaje de egoísmo auto referencial.
–Homofilia cuando predomina lo personal y lo relacional de un encuentro.
– .........
Además, se insiste en las siguientes distinciones:
No debe confundirse la homosexualidad con la transexualidad; en el primer caso el sujeto se siente identificado con su propio sexo y atraído sexualmente por individuos de su mismo sexo; en El segundo caso, el individuo no se siente identificado con su sexo, sino que desea cambiar de sexo. Es lo que se llama TRANSVESTISMO.
Los homosexuales tampoco se pueden identificar con los PAIDÓFILOS; pues éstos comienzan sus actividades sexuales bastante más tarde (cerca de los cuarenta años) suelen estar casados o han abandonado a sus mujeres; suelen asaltar a los menores de ambos sexos indistintamente; no se relacionan con homosexuales; suelen sentirse atraídos por mujeres juntamente con la paidofilia. (VV. AA. Homosexualidad, ciencia y conciencia, Santander. Sal Terrae 1981, pp. 73 74).
Externamente, una mayoría de homosexuales pasa su comportamiento por heterosexual. Solamente un número se muestra como afeminado con características volubles, amanerados socialmente, inestables. Los afeminados llegan a la homosexualidad buscando al hombre a través de su psicología de mujer, los no afeminados buscan al varón desde su psicología de hombres (o. c. p.80).
“... Por lo cual, no existe una conexión inevitable entre la CONDUCTA homosexual y la CONDICIÓN psicológica permanente de la homosexualidad. La CONDICIÖN homosexual hace referencia a unasituación psicológica, mientras que el acto homosexual se dice de la relación de un CONTACTO SEXUAL entre dos personas del mismo sexo” (Ver G. A. Kanoti y A. Kosnik “Homosexuality: ethical aspects”, en VV. Reich. Ed. Enciclopedia of Bioethics. New York 1978; The Eree Press; p. 671; J. McNeill. La Iglesia ante la Homosexualidad. Barcelona 1979. Ed. Grijalbo, pp. 66 68).
“La homosexualidad FEMENINA, también llamada lesbianismo, es culturalmente menos difundida y más oculta, su carácter menos genitalizado y la permisividad social frente a ciertas manifestaciones afectivas, inaceptables para los varones, hace que su existencia sea menos percibida e incluso que permanezca oculta para la propia persona”. (Tony Mifsud, s, j., Reivindicación ética de la Sexualidad [Moral sexual]. Moral de discernimiento, Tomo III. Ed. San Pablo. Santiago de Chile 1994. Pp. 410 412),
6. El origen o la causa de la homosexualidad no es muy claro. Es más fácil explicarse el nacimiento de la homosexualidad, impropiamente dicha por la falta de ocasión para el trato heterosexual, como sucede en ciertas circunstancias, en los cuarteles, buques, algunos internados, etc.
Más difícil es la cuestión de la homosexualidad propiamente dicha “que por sus profundas raíces en la estructura psicofisiológica, da la impresión de algo ingénito.
Pero posiblemente es también adquirida, aunque con comienzos en la primera niñez. Como fuentes de que puede venir, entran en cuenta:
–Todo lo que induce a aceptar el papel de la personalidad de otro (educación inadecuada, vinculación excesiva dle la hija al padre, o del hijo a la madre).
–Todo lo que lleva a distanciarse de la propia Sexualidad (aversión del hijo al padre o de la hija a la madre, sentimiento de inferioridad respecto a los hermanos mayores, experiencias de asco en orden sexual).
–Todo lo que se presenta corno únicamente deseable en la relación con personas del¡ mismo sexo (culto marcado al varón).
–Estancamiento en la evolución psíquica desde la concentración en el propio yo hasta la relación con el tú (cierto narcisismo, complacencia en el propio yo, del que se siente uno menos distanciado con el compañero del mismo sexo). ( o.c. col. 541).
7. Se puede, por lo mismo, concluir a este respecto, que el fenómeno del homosexualismo, no debe buscarse en las teorías somáticas que buscan su causa en los genes, aunque, por otra, no se puede negar que “síndromes intersexuales, debidos a anormalidades cromosórnicas se identifican, a veces, con tendencias homosexuales irreversibles. De todas formas no está probado que esta identificación se verifique siempre y de manera automática... Pueden subsistir síndromes intersexuales sin que se dé por ello una determinación homosexual, De todos modos, los casos de comprobación de la causa somática son más bien raros. (Cf. E. Gius. Una messa a punto dell’ornosessualitá, Turín 1972, pp. 46 ss). De ordinario, no es la tendencia homosexual la que causa disturbios a nivel de estructura personal; es la estructura personal desviada la que provoca y ahonda las tendencias, frecuentemente al unísono con diversas neurosis” (L. Babbini. Diccionario Enciclopédico de Teología Moral, 21. Edición. Ed. Paulinas. Madrid. 1974, “Homosexualidad”, p. 455).
El fenómeno de la homosexualidad es el fruto de los condicionamientos culturales y no de diferencias sexuales biológicas. La sociedad permisiva, como se ha dicho anteriormente, con su insistente invitación e incitación a que se tengan toda clase de experiencias sexuales, las diversiones despersonalizantes, y, de manera especial el influjo negativo del ambiente familiar en el que la relación heterosexual del padre y de la madre aparecen como algo angustiante y nocivo; todo esto asociado a una educación sexual equivocada, que presenta al otro sexo en primer lugar como un peligro, son las principales causas de este fenómeno del homosexualismo (cf. o. c. p. 456 ).
8. VALORACIÓN. Como actitudes y opiniones radicales, están, por una parte, los que piden que a los homosexuales se les dé una total indulgencia al grado de pedir que se les otorgue la bendición matrimonial; y por otra, a los que ven en el homosexual un ser despreciable, cáncer social por su crimen pésimo.
En medio de estas posiciones radicales está la que comprende al homosexual, pero condena la homosexualidad (Urbano Sánchez Gracia, “La opción del cristiano”, Tomo II, Colección Síntesis. Madrid 1995 pág. 228).
La actitud homosexual, es en sí misma inmoral y constituye un pecado grave, pues está en contradicción con los fines del sexo: la generación de los hijos y el amor mutuo y complementario entre hombre y mujer.
9. La sexualidad pertenece al verdadero ser del hombre y no debe considerarse como algo indigno, y, su diferenciación sexual penetra en todo al hombre, corporal y psíquicamente y ello se remonta a la voluntad del Creador: “Como varón y mujer los creó” (Gen. 1, 27
Si el hombre actúa sexualmente de acuerdo con los designios de Dios, según su sentido y finalidad natural, esta actuación tiene que ser buena (Cf. Concilio Vaticano ll, Gaudium et spes, n. 49), y, por lo mismo, no necesita justificarse por otros motivos.
Si la actuación sexual es ordenada nada debe censurarse, incluido el placer que forma una unidad con dicha actuación, de la cual procede, la completa y participa de su carácter moral.
Se da dentro del orden establecido por el Creador, cuando corresponde a sus fines naturales, a su función objetiva y esencial. Esto lo conocemos por la experiencia humana y por la Revelación que Dios nos ha proporcionado. De esta manera la diferencia sexual está ordenada a la unión corporal. El Concilio Vaticano II afirma: “Este amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco, con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud. Este amor, ratificado por la mutua fidelidad y sobre todo por el sacramento de Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en la adversidad, y, por lo tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio…”.
“El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole” (Gaudium et Spes, nn. 49 y 50).
La vida conyugal no “se reduce a la cama y el placer”. La unión sexual, según la doctrina de la Iglesia, se admite solamente en el matrimonio “sancionado y garantizado por la sociedad”, y, en los católicos en el sacramento del matrimonio.
10. Por consiguiente, quien absolutiza el placer y se entrega a él por razón de sí mismo en una actuación sexual ilícita, obra inmoralmente.
Es evidente que la diferencia de sexos está ordenada a la mutua complementación, atracción y felicidad de los esposos. Por ello Dios dijo: No es bueno que el hombre esté sólo; voy a proporcionarle una ayuda adecuada (Gen. 2, 18).
La mujer es idéntica al hombre, pero su ayuda y complemento. Según el testimonio de la experiencia y de la Religión, la diferencia sexual está ordenada a la unión corporal. La Sagrada Escritura dice: “Y creó Dios a los seres humanos a su imagen; a imagen de Dios los creó. Y los bendijo Dios diciéndoles: Crezcan y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla…”. (Gen. 1, 27 28) “Por esta razón deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y, los dos se hacen uno sólo”. (Gen. 2, 24).
“El organismo masculino y femenino están constituidos de tal forma, que por la unión corporal pueden juntarse células procreadoras para la GENERACIÓN de la nueva vida”. (Karl Hormann. Diccionario de Moral Cristiana. Biblioteca Herder. Barcelona 1979, “Moralidad Sexual” p. 828).
11. Actualmente la Iglesia, le da tanta importancia a la procreación y educación de la prole, como, a la entrega amorosa de los esposos, esto es, a la unión sexual de éstos para el cultivo del amor conyugal. El Código de Derecho Canónico hace referencia al matrimonio considerándolo como una alianza por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole (Canon 1055 & 1). Más aún, considera al sacramento del matrimonio como realización del amor, que halla su modelo en la alianza de amor y fidelidad que concluyó Dios con el Pueblo de Israel, y, más aún en la unión de Cristo con su Iglesia.
12. La valoración de la homosexualidad, presentada por Urbano Sánchez García. (o.c. pp. 228 y 229) me parece muy equilibrada y sensata. Hela aquí:
“Como hecho: ‘Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y no pueden recibir aprobación en ningún caso’. (PH 8); se trata de un erotismo y masturbación, fuera del matrimonio contra la inclinación natural heterosexual; se trata de una relación interpersonal (pecado de sodomía) reprobada por la Escritura”. (Rom 1, 24-¬27; Gen. 9, 20 27; Lv 22; Dt 23, 8 11; Jr 19, 22 30; Mt 10-15; 1 Tim 1, 10; 1 Cor 6, 9 10; cf. PH. 8).
Como forma de vida: el matrimonio entre homosexuales, con todas las consecuencias, merece el rechazo moral; es contrario a todo el planteamiento bíblico sobre el matrimonio como institución y como sacramento.
La conclusión es clara: la homosexualidad como hecho y forma de vida es una expresión desviada de la sexualidad, totalmente incompatible con el seguimiento de Cristo.
Culpabilidad del homosexual. Muchos de los criterios expuestos sobre la masturbación tienen aplicación para evaluar el grado de culpabilidad del homosexual.
Ahora conviene subrayar:
–La cautela para juzgar su culpabilidad; no todos “son del todo responsables personalmente de sus manifestaciones” (PH).
–El grado de presión: fuerte o débil; si es un homosexual irreversible o curable, sí es sincero o vive de manera artificial, si por convicción o por neurosis.
–La aceptación o el rechazo de la doctrina de la Iglesia: quien experimenta esta inclinación desviada debe luchar contra ella y no dejarse dominar; en definitiva, se trata de un impulso sexual (como sucede en los “malos deseos”, fornicación, masturbación…) que, se puede y debe dominar con el esfuerzo y la gracia: no se puede escudar en su tendencia “irresistible” y sí debe poner los recursos que le ofrezca una orientación diferenciada humana y cristiana. (o.c. pp. 228 229).
13. No se puede terminar esta exposición sobre la homosexualidad sin decir unas palabras sobre la terapia y las normas pastorales a seguir sobre este fenómeno social.
En lo relacionado a la terapia y profilaxis, parece conveniente expresar lo que afirma Marc Oraison: “De acuerdo con lo que he podido observar a lo largo de una experiencia que supera los veinte años, no hay duda de que en la mayoría de los casos los factores psicológicos son mucho más importantes que los factores orgánicos. La prueba tangible es que solamente la psicoterapia puede ayudar a ciertas personas a cambiar algunas cosas”. (La Cuestión Homosexual, Ed. Aurora. Buenos Aires 1978, p. 99, citado por Tony Mifsud, s. j., Reivindicación de la Ética de la Sexualidad, Ed. San Pablo. Santiago de Chile, 4ª. Edición. Tomo III. P.418).
A este respecto, es muy importante, por lo mismo, tratar a los homosexuales como personas a quienes hay que respetar aún cuando se condene el homosexualismo. No se pueden ignorar los sufrimientos que muchos de ellos padecen, por ejemplo el aislamiento afectivo, el resentimiento hacia lo heterosexual, el miedo a ser descubierto y ladificultad de integrar las vivencias religiosas (Ver. J. Ma. Fernández Martos, Psicología y homosexualidad, en VV. AA. Homosexualidad; ciencia y conciencia. De. Sal Terrae, Santander 1991, pp. 64 66, citado por Tony Mifsud, s. j., o. c. p. 419).
Es muy acertado Marciano Vidal cuando afirma que ante todos hemos de reconocer que no existe una explicación apodícticamente satisfactoria de la homosexualidad humana: no se conocen con claridad los factores biológicos (¿genéticos?, ¿hormonales?, ¿patología embrionaria?) que la sustentan; no existe una explicación psicológica científica (¿variación en la relación paterno filial?, ¿resultado de una variación en el aprendizaje psicosocial?), los datos históricos, estadísticos y de antropología cultural no solucionan los interrogantes básicos. Por otra parte, los tratamientos experimentados (¿psicoanálisis?, ¿terapia de comportamiento?) no han conseguido desvelar el secreto de la constitución homosexual de un determinado porcentaje de la población humana. Sin embargo, es preciso optar por una referencia antropológica sobre la cual elaborar un discurso ético. La homosexualidad no se puede entender como una enfermedad, pero discurso ético. La homosexualidad no se puede entender como una enfermedad, pero, tampoco como una variante o una alternativa de la sexualidad, sino más, bien como una condición sexual. “Frente a la consideración de la homosexualidad como variante (para algunos, la variante ‘mejor’) de la sexualidad y frente a la consideración de la homosexualidad como enfermedad, existe una alternativa válida: entender la homosexualidad como la condición sexual (no enfermedad) de una persona que se ha detenido en el proceso de diferenciación; instalado en su condición sexual indiferenciada, el homosexual no puede vivir su sexualidad; instalado en su condición sexual indiferenciada, el homosexual no puede vivir su sexualidad desde la diferencia varón hembra (condición de la heterosexualidad) sino que lo hace desde otra situación que llamamos homosexual”. (Moral de la Persona. Madrid. 1985. P.11. PP. 656 657).
14. Existe toda una tradición sobre la condena de la homosexualidad, previa al cristianismo, aún cuando la postura de la Iglesia Católica ha dejado su huella en los siguientes siglos:
a. La Legislación Romana condena a la homosexualidad.
–La LEX SCANTINA (226 a. c.) se aplicaba en casos de violación de menores.
–La LEX JULIA DE ADULTERIS, aproximadamente 17 a. c., tuvo mayor relevancia cuando se amplió su marco interpretativo para condenar las acciones homosexuales con menores de 17 años.
–En el año, aproximadamente, 249 d. c., el Emperador FILIPO condena la prostitución homosexual.
–En 342 (d. c. la ley de Constancio, emperador cristiano, condena la homosexualidad.
–Valentino II, Teodocio y Arcadio emiten, el 6 de agosto de 390 una ley en la que se condena con la pena de ser quemados a los que se dediquen a la prostitución.
–De mayor importancia e influencia fueron los EDICTOS DE JUSTINIANO.
–En la Novella 77 del año 538, d. c. se condena a los hombres que actúan “contra naturam”, aludiendo al castigo de Sodoma y Gomorra. En la Novella 141 (544) vuelve a condenar los actos homosexuales (Cf. Tony Mifsud, s.j. o.c. p. 423).
b. En la Sagrada Escritura, ya hemos citado anteriormente los textos que hacen alusión a la homosexualidad, pero en estos momentos cabe destacar que en la Sagrada Escritura no son muchos los textos que se refieren directamente al problema de la sexualidad. (Ver. G. Ruiz, “La homosexualidad en la Biblia” VV. AA. Homosexualidad: ciencia y conciencia, Sal Terrae, Santander 1991, pp. 97-111; La Sexualidad Humana, VV.AA. Cristiandad. Madrid 1978, pp. 212-221; J. Mc. Neill. La Iglesia ante la Homosexualidad. Grijalbo. Barcelona 1979 pp. 70 103; citado por Tony Mifsud, s.j., o. c. p. 422).
No cabe duda que el relato del Génesis sobre el pecado de Sodoma (19, 4) ha tenido una gran influencia sobre la reflexión bíblica teológica. Los nombres de “Sodomía” y “Sodomita”, tienen su origen en ese pecado de Sohombre se acuesta con otro hombre, como se hace con una mujer, ambos hacen algo detestable, se les castigará con la muerte”.
Ya hemos citado el texto de San Pablo, por lo que se refiere al Nuevo Testamento, en el que describe todas las aberraciones sexuales de los romanos, entre las; cuales aparecen los sodomitas quienes tampoco, entre otros muchos degenerados y viciosos, heredarán el Reino de Dios (1 Cor 6, 9 11). “La Ley, está hecha… para los homosexuales”. Así Pablo condena a los homosexuales.
c. La Legislación de la Iglesia:
El Concilio de Elvira (305 306) niega en el canon 71 el sacramento de la penitencia a los violadores de niños (“stuprotores puerorum”).
El Concilio de Ancyra (314) en su canon 17 condena la práctica homosexual y la bestialidad.
En los Penitenciales, al decir de Javier Gafo, aparecen los siguientes rasgos principales:
–Por primera vez se distingue entre distintas formas de actos homosexuales: tocamientos, afectos, masturbación mutua, conexión interfemoral y sodomía. Algunos distinguen entre homosexualidad activa y pasiva, habitual y ocasional.
–Se considera a la homosexualidad siempre corno pecado grave. Las penas eclesiásticas que se imponen oscilan entre 3 y 15 años. Los Penitenciales distinguen frecuentemente diferentes grados de culpabilidad según la persona del que comete el acto homosexual: las penas impuestas son más duras cuando se trata de clérigos o monjes que de laicos, en adultos más que en jóvenes.
–Por primera vez se cita a la homosexualidad femenina, el lesbianismo. Las penas impuestas en casos de lesbianismo son inferiores a las vigentes en casos de homosexualidad masculina. (J. Gafo, “Cristianismo y Homosexualidad”, en VV. AA., Homosexualidad: ciencia y conciencia, Sal Terrae, Santander 1981, p. 118, citado por Tony Mifsud, s.j., o.c. p. 424).
Santo Tomás de Aquino, distingue entre los pecados según la naturaleza y aquellos que son contra la naturaleza. El vicio sodomítico u homosexualidad es considerado entre los pecados contra la naturaleza, pues contradice el fin propio del acto venéreo, impidiendo la generación (Suma Teológica, II II 1. 154 art. 1 y art. 11).
doma y por ello tienen la connotación de la práctica sexual entre los varones. Esta práctica era común entre los cananeos como lo expresa el Libro del Levítico: “El Señor dijo a Moisés: Di a los Israelitas: Yo soy el Señor su Dios... no te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es un acto dLa observación que hace Tony Mifsud, (o. c. pp. 424 425) en el sentido de que la reflexión teológica hasta aquí expuesta; “está marcada por una comprensión procreativa de la sexualidad; una influencia del dualismo helénico y del neoplatonismo en la negación del placer sexual; una tendencia al reduccionismo genital y una concepción biologicista en la normatividad del acto sexual, “según la naturaleza”, y, un planteamiento precientífico en el campo de la sexualidad. Este trasfondo explica la dureza y la falta de matizaciones en sus juicios condenatorios” (o. c. pp. 424 524), es aceptable con la condición de que no se niegue que la tradición cristiana ha combatido desde antiguo a la homosexualidad y la ha considerado como un grave pecado y como un mal.
En el Código de Derecho Canónico, en canon 1395 par. 2, exige que sea castigado con penas justas, sin excluir la expulsión del estado clerical cuando el caso lo requiera, cuando el clérigo comete un delito contra el sexto mandamiento del Decálogo con un menor de dieciséis años de edad.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que la homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (Cf. Gen. 19, 1 29; Rom 1, 24 27; 1 Cor 6, 10; Tm. 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados (Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre la Persona Humana, 1975, n. 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una VERDADERA COMPLEMENTARIEDAD AFECTIVA SEXUAL. No pueden recibir aprobación en ningún caso (n. 2357).
La carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, reitera que “la enseñanza de la Iglesia de hoy se encuentra, pues, en continuidad orgánica con la constante tradición... Sin embargo, en la actualidad un número cada vez más grande de personas, aún dentro de la Iglesia ejercen una fortísima presión para llevarla a aceptar la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y, a legitimar los actos homosexuales... La Iglesia es consciente de que la opinión, según la cual la actividad homosexual sería equivalente o por lo menos igualmente aceptable, cuanto la expresión sexual del amor conyugal, tiene una incidencia etestable” (18 22). En el capítulo 20, 13 expresadirecta sobre la concepción que la sociedad tienen acerca de la naturaleza y de los derechos de la familia, poniéndolos seriamente en peligro” (nn. 8 9).
La conclusión de todo esto es la siguiente:
La homosexualidad es un mal y no puede dársele otro nombre; es un pecado grave. Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son pecados contra la naturaleza, pues impiden el don de la vida. Objetivamente no pueden recibir aprobación, pues se trata de un erotismo y masturbación fuera del matrimonio contra la inclinación natural heterosexual.
15. Normas Morales y Pastorales
Asunto distinto, mas no separado de lo anterior, es el que atañe la responsabilidad de cada invertido, pues es difícil dar un juicio equilibrado sobre la responsabilidad en particular de cada uno de ellos.
Es del todo necesario tener presente con relación a la responsabilidad de los invertidos, la siguiente distinción entre homosexualidad como condición y como comportamiento. Se hace una distinción, que no parece infundada, entre homosexuales cuya tendencia proviniendo de una educación falsa, de falta de una normal evolución sexual, de hábito contraído, de malos ejemplos y de otras causas análogas, es transitoria y, al menos no incurable; y, aquellos otros homosexuales que son irremediablemente tales por una especie de instinto innato o de constitución patológica que se tiene por incurable”. “Indudablemente esas personas homosexuales deben ser acogidas, en la acción pastoral, con comprensión y deben ser sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales y su inadaptación social”. “También su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia. Pero no puede emplear ningún método pastoral que reconozca una justificación moral a estos actos, por considerarlos conformes a la condición de esas personas. Según el Orden Moral Objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En la Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios (Cf. Rom 1, 24 27). Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos sexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso” (Declaración de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la Persona Humana, 1975 n. 8).
este libro las sanciones: “Si unLas tendencias homosexuales sobretodo si son de carácter irreversible en sí mismas no están sujetas en cuanto tendencias a un juicio de índole moral. El problema surge cuando el invertido no acepta la obligatoriedad de curarse.
En efecto, el hecho de ser homosexual no es de orden moral; no es ni pecado ni falta, ni un vicio, sino un hecho psicológico (Cf. Haring, “Homosexualidad” en Rossi-Valsecchi. Diccionario Enciclopédico de Teología Moral, de. Paulinas. Madrid 1978, p. 454; Marc Oraison. La Cuestión Homosexual, Ed. Aurora, Buenos Aires. 1978, pp. 186 189 citados por Tony Mifsud, s. j., o.c. 426).
No debemos olvidar que el pecado supone la aceptación libre y voluntaria de las prácticas homosexuales. Ya se ha dicho que objetivamente, en los casos en que la homosexualidad es irreversible, no se puede aprobar un comportamiento homosexual.
A este fin Eduardo López Azpitarte propone la siguiente postura: “Entre los extremos del dilema –perversidad o una cierta humanización por el cariño– quedaría el camino intermedio propio de todos los hombres que se esfuerzan por alcanzar el ideal, a pesar de sus deficiencias y limiitaciones, en un constante trabajo de superación. El hecho de no conseguir la meta, si creemos que vale la pena aspirar a ella no es motivo para situarse cómodamente en niveles anteriores...” (Praxis Cristiana II, De. Paulinas. Madrid 1981, p. 389; citado por Tony Mifsud, o.c., pp. 427 428).
16. Después de haber reflexionado sobre las normas morales y pastorales, parecen ser más acertadas sobre los invertidos las expuestas por B. Haring, en el Diccionario Enciclopédico de Teología Moral (2ª.. Edición. Ed. Paulinas, Madrid 1974, bajo el vocablo HOMOSEXUALIDAD, n. VI Normas Morales y Pastorales, pp. 459 460):
1. “Los homosexuales que se pueden curar total o parcialmente tienen obligación de buscar la terapia adecuada, como en cualquier otro caso de enfermedad o de desviación”.
2. Incluso en los casos en que la homosexualidad es irreversible, no podemos aprobar un comportamiento de esta índole. El homosexual tiene el deber de controlarse a sí mismo y sus instintos al igual que la persona heterosexual. No olvidemos, sin embargo, que muchos homosexuales se encuentran en condiciones particularmente difíciles, dado que sus tendencias están ulteriormente agravadas por diversas psicologías. Si hablamos de un homosexual con tendencias irreversibles, debemos en primer acentuar la aceptación de sí mismo y de su sufrimiento al par que la búsqueda del significado de semejante situación; el moralismo fácil y superfluo puede transformarse en grave injusticia en relación con quienes son incapaces de controlar el reclamo homosexual, no obstante su deseo sincero de conseguirlo. La angustia y el complejo de culpabilidad no favorecen nada. El homosexual no ha de polarizar su energía y sectores en que se siente libre, también adquirirá gradualmente el poder de controlarse mejor. Un homosexual dotado de una personalidad muy madura, puede normalmente triunfar en el control de sus tendencias.
3. La moral y la pastoral católicas se enfrentarán con justo título con todas las corrientes que persiguen la glorificación del comportamiento homosexual. Es, deseable, desde luego, que el homosexual que, a pesar de sus esfuerzos morales, a veces cae, acceda con conciencia serena a la presencia del Señor misericordioso; pero otra cosa muy diferente es la conciencia farisaica o la renuncia a la ascesis por causa de una autojustificación perezosa , soberbia. La exaltación de los presuntos valores del comportamiento homosexual es también contraria a la experiencia.
La promiscuidad homosexual puede brindar un placer momentáneo, pero no puede hacer felices a las personas. “El estado de ánimo que incide en esta pesada y atormentada búsqueda se halla dominado por la soledad, los celos, el chantaje y la venganza... alimentada por el sentido de posesión material del otro”.
4. También el homosexual que no sabe controlar sus tendencias, ha menester de comprensión y de amistad. Si es rechazado por su familia y su ambiente, hay riesgo de que se inserte en círculos homosexuales, de los que resulta sumamente difícil escapar. Con frecuencia, puede convertirse en “objeto de chantaje por parte de quienes tengan enorme interés en que el sujeto continúe en el grupo”.
5. También con relación a los homosexuales hemos de tomar en serio la ley del crecimiento y de la conversión gradual. No pretendemos exaltar la amistad entre dos homosexuales que buscan su recíproca satisfacción genital; pero si uno de ellos pasa de la promiscuidad a la relación con una única persona, cabe reconocer en esta situación un progreso. Esto no significa que debamos y podarnos permitir al homosexual que se pare ahí. Hemos de distinguir claramente la amistad entre dos homosexualesque se basa sobre ideales comunes y en la que la gratificación de orden sexual es secundaria o se va incluso eliminando gradualmente. Mas si desde el principio se elige conscientemente como amigo o amiga una persona homosexual y dispuesta a mantener relaciones sexuales, existe poca esperanza de liberación. Esta será posible mediante la amistad con una persona madura que no ceda el deseo de expresiones sexuales de índole genital.
6. Al homosexual que quiera casarse, es preciso ayudarle a descubrir el Sentido de la heterosexualidad, de la vocación conyugal y paternal, a fin de que pueda encontrarse en grado de realizarse en el genuino amor matrimonial. Esto puede darse siempre que la homosexualidad no sea irreversible. En los casos de ambivalencia entre amor homosexual y heterosexual, el matrimonio puede representar un camino de salvación. No se puede favorecer o alentar el matrimonio de homosexuales en el caso de homosexualidad unilateral, pero tampoco es posible prohibirlo, en todos los casos; si media verdadero amor de amistad y el partner se encuentra debidamente informado, el matrimonio puede resultar un éxito a pesar de que no conduzca a la armonía y satisfacción sexuales. Mas no se debe hablar de matrimonio infeliz, puesto que todo matrimonio es feliz sólo en parte. Ahora bien, en el supuesto de la homotropía u homosexualidad primaria, no hay que forjarse demasiadas ilusiones acerca de la posibilidad de cambio de las tendencias homosexuales.
17. La ayuda concreta que el Sacerdote puede prestar a los homosexuales, podría resumirse de la siguiente manera: aceptar al homosexual como una persona humana, a quien se le debe todo respeto, y, a quien se le debe ayudar. Para que esta ayuda sea la adecuada debe tener siempre presente fa distinción entre un comportamiento y una condición homosexual.
Una tarea constante por parte del sacerdote, confesor, director espiritual, será la de lograr la reconciliación del homosexual consigo mismo y con su verdad, de lo cual depende en mayor grado su reconciliación con Dios.
Se le debe insistir al homosexual que él puede lograr gradualmente su conversión y su crecimiento.
Más aún, el primer objetivo de la dirección espiritual y del asesoramiento que se preste al homosexual, es guiarlo a una adaptación heterosexual siempre que sea posible.
Es absolutamente indispensable leer y meditar lo expresado por la CARTA DE LOS OBISPOS DE: LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA ATENCION PASTORAL A LAS PERSONAS HOMOSEXUALIES, de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe del 1 de octubre de 1986, que se adjunta a estas reflexiones sobre la homosexualidad.
Finalmente, se puede decir que “La regla fundamental para el invertido ha de ser tratar de dominarse. lo mismo que quien debe luchar contra un instinto heterosexual. Un esfuerzo discreto que tiene fundadas perspectivas de éxito y puede hacer del invertido un miembro valioso de la sociedad humana” (Karl Hormann, “Homosexualidad”, VV. AA. Diccionario de Moral Cristiana. Biblioteca Herder. Barcelona 1979, col. 544).