Son tres buenas noticias para esta octava de Navidad. ¿Las tres? ¿En Navidad?
Primera buena noticia. Ayer recibí una felicitación entrañable. Al lado de la imagen del nacimiento de Cristo aparecían unas palabras de Madre Teresa. Las transcribo: «Dar una sonrisa es Navidad; encender la esperanza a otros es también Navidad; lograr que Cristo se encarne en nuestros prójimos eso sí que es Navidad». Tres formas de adelantar o de vivir la Navidad, este período del año en que nos sentimos más niños, más pacíficos y familiares.
Segunda buena noticia. Hace unos días acompañé a un amigo mío por Italia. Visitamos Bari y otras localidades sureñas. Diciembre suele ser un mes óptimo para los turistas. De regreso pasamos por una pequeña localidad llamada San Giovanni Rotondo. Siempre había tenido curiosidad de conocer el convento y la tumba del famoso Padre Pío, ese franciscano de los estigmas de fama mundial. La mañana era fría, los turistas, peregrinos y visitantes, abundantes. Allí, en un cripta, silenciosa y amplia, descansa este santo que murió en 1968.
¿Por qué es tan famoso? ¿Por qué atrae tanto? ¿A qué se debe su gran impacto? No fue ni filósofo ni intelectual. No era uno de los grandes ni de los potentes de este mundo… Unas palabras de Pablo VI, esculpidas en blanco mármol, respondieron a mi curiosidad: «Porque decía la misa humildemente, confesaba desde la mañana a la noche y era un hombre que rezaba y que sufría».
Tercera buena noticia: un punk. En uno de los accesos al Vaticano vive, transita, come, bebe, duerme, existe un grupo de personas que nosotros -despectivamente- denominamos «punkies». Visten a la moda de los años setentas, con unas chamarras negras, aretes en las orejas, gruesas cadenas en el cuello, tachuelas en sus prendas y una enorme cresta a lo mohicano que corona una cabeza rapada.
Por fuera provocan diversos sentimientos y reacciones: miedo, repugnancia,… En cambio, por dentro, ¿son así como visten?
La buena noticia de Navidad es ésta: he visto a un sacerdote confesando a uno de ellos y dándole después la comunión. No sé lo que sucedió en aquel confesionario. Lo único que sé es que pasó cierto tiempo y el joven salió con sus ojos brillantes como cristales y una sonrisa de felicidad en los labios. Por fuera, seguirá quizás siendo un «punk», pero por dentro… ¿No seremos nosotros punks por dentro, aunque por fuera seamos «personas decentes y normales»?
Aquel punk sonrió, respiró esperanza y «encarnó» a Dios en su corazón por la gracia sacramental. ¿No es esto -como decía Madre Teresa- Navidad?