Está claro que los famosos “talk shows” no son más que espectáculos semejantes a lo que tendríamos metiendo un ratón en una jaula donde hubiera perros, gatos y aves de rapiña, todos ellos hambrientos. Está claro que, los únicos que salen ganando en ese tipo de programas son los patrocinadores, pues es frecuente que los participantes salgan muy mal parados en esas ensaladas de bofetadas.
El resultado de estos eventos parlante-boxísticos o verbo-pugilísticos son una de tantas consecuencias de la superficialidad en que solemos estar bañados, de forma parecida a las verduras en vinagre consiguiendo que éste penetre, hasta curtirlas. Aquí cabe preguntarnos sobre lo que se pueda encontrar debajo del aspecto físico de algunos y algunas.
Otro ejemplo de lo mismo lo encontramos en tantas y tantas muchachitas que, felices de haber encontrado a un muchacho guapo, alegre y deportista, comparten su alegría con sus amigas afirmando: “conocí un niño “súper”. Tiempo más tarde, y a veces tristemente después de haberse casado con él, descubren que era realmente súper-ficial.
La superficialidad es un mal epidémicamente esparcido que nos lleva a pasar la vida flotando. Esto es de suma importancia, pues cuando una persona dedica su existencia a navegar sin rumbo, está desperdiciando todo lo que tiene. Vivir para gastar ochenta pares de zapatos no vale la pena. ¿Qué caso tendría, pues, esforzarnos por defender los famosos derechos humanos, si la vida de las personas no vale más que un cacahuate? Resulta frecuente darnos cuenta que, en la vida, como en los paseos, los atajos suelen ser los caminos más largos y espinosos. Quienes buscan siempre lo más fácil pueden estar demostrando con ello su inmadurez.
En el cultivo de la inteligencia puede suceder lo mismo, donde por desgracia, lo estético suplanta a lo verdadero, pues cuando se usan los sentimientos como razones, estamos perdidos; como quienes aceptan como válido el criterio que presenta cualquier autor “porque su libro está muy bonito”. Quienes crean la opinión pública pueden caer también en una lamentable situación comparable a las “flautas”, las cuales aunque hacen mucho ruido, están huecas. Otros (los intelectualoides) parecen más bien cornos ingleses, pues también hacen ruido pero son mucho más rebuscados.
Tres citas sobre el tema: “La superficialidad lleva, de paso al rechazo del compromiso, y esto convierte al hombre en un simple espectador de su propia vida” (Alfonso Aguiló). “Es curioso que la vida mientras más vacía... más pesa” (Daudí). “Hemos de dar valor al descanso, y no descanso a los valores” (Juan Pablo II).
Ojalá nos propongamos crecer como personas, en vez de anhelar solamente mejorar o mantener, nuestro “status” socio-económico.