Pasar al contenido principal

Los fenómenos sobrenaturales

Al referirnos a fenómenos sobrenaturales
hacemos relación a lo que trasciende lo natural, lo que está más allá
de las leyes normales 

En la vida de san Juan
María Vianney, cura de Ars, escrita por Francis Trochu leemos lo
siguiente: «Un joven de Lyon se había apenas confesado cuando el santo
le dice: 

- Amigo, no has dicho todo. 

- Ayudadme vos, Padre: no puedo recordar todas mis faltas. 

- ¿Y aquellas candelas que robaste de la iglesia de San Vicente?. Era verdad, pero lo había olvidado». 

En otra ocasión, una mañana durante la misa, una señora se presentó a
recibir la comunión. El santo pasó dos veces cerca de ella sin dársela.
A la tercera vez le dice la señora en voz baja: 

- «Padre mío, no me has dado la comunión». 

- «No hija mía; esta mañana has comido algo». 

Entonces la señora se acordó de haber comido un poco de pan. 

A fines del s. XIX, el doctor Imbert, profesor de medicina en
Clermont-Ferrand, describió ampliamente un testimonio acerca de Luisa
de Lasteau, hoy beata, y su facilidad sobrenatural para reconocer los
objetos sagrados (ierognosis): «Se le presentaba una reliquia, aunque
fuese de un siervo de Dios no beatificado, y sonreía satisfacida,
pronta a besarla. Lo mismo hacía con los objetos benditos aunque
tuvieran forma profana, mientras se mostraba insensible por los objetos
no bendecidos aunque fuesen imágenes sacras. Un sacerdote vestido de
civil, le presentó un crucifijo sin bendecir y no le causó impresión.
Después, con su mano consagrada, trazó sobre la cruz la bendición y se
lo volvió a mostrar; entonces Luisa mostró su característica sonrisa al
sacerdote. Los presentes exclamaron: ¡qué sublime es la bendición del
sacerdote!» 

Es común hallar en librerías una abundante literatura que intenta
explicar, acertada o erróneamente, fenómenos sobrenaturales
extraordinarios que por su relación con la fe, su impacto real,
atractivo o de simple curiosidad, llaman enormemente la atención. Y no
es para menos: profecía, poder de sanación, discernimiento de
espíritus, don de lenguas, visiones, revelaciones, habilidad infusa
para el ejercicio de las artes, ciencia, estigmas, lágrimas o sudor de
sangre, privación del sueño, bilocación, levitaciones, sutilezas,
luminosidad… son temas que dejan un deseo de profundización mayor. 

Al referirnos a fenómenos sobrenaturales hacemos relación a lo que
trasciende lo natural, lo que está más allá de las leyes normales como
el no poder volar por nosotros mismos o conocer lenguas sin antes
haberlas estudiado. La causa sólo puede ser Dios aunque la propia
naturaleza o el Demonio pueden imitar algunos de estos fenómenos para
confundir cuando en realidad no son tales. 

Los fenómenos sobrenaturales se manifiestan con los así llamados
fenómenos místicos. Estos de deben a gracias regaladas por Dios que
quiere ofrecer una posibilidad de unión más íntima con él al alma que
los recibe o manifestar externamente al mundo el misterio de su acción
omnipotente no explicable a la ciencia. 

Las causas puramente naturales tienen como fuente elementos de orden
fisiológico (temperamento, sexo, edad), la imaginación, los estados
depresivos del espíritu (trabajo intelectual absorbente, meditación
religiosa mal regulada, excesiva austeridad) y las enfermedades. Estas
llevan a confundir con fenómenos "sobrenaturales" lo que en realidad se
puede explicar naturalmente. 

Es de fe que existen los demonios quienes, por permisión divina,
influyen sobre algunos hombres. Sin embargo, la voluntad humana
permanece siempre libre. El demonio no puede producir verdaderos
fenómenos pues es gracia exclusiva de Dios (resucitar un muerto, curar
instantáneamente heridas, traslocaciones, profecías, conocer los
pensamientos, crear, violar las leyes de la naturaleza como la
gravedad, etc.) pero sí puede falsificar visiones, éxtasis, esplendores
y rigidez en el cuerpo, ardores en el corazón, curación de enfermedades
producidas por él mismo, hacer aparecer estigmas, esconder objetos y
moverlos. 

La acción divina, que es de donde provienen los auténticos fenómenos,
se desarrolla principalmente en el intelecto, en la voluntad y en el
organismo de aquellos que la experimentan. De ahí que los grandes
fenómenos se clasifiquen en tres grupos: de orden cognoscitivo, de
orden corporal y de orden afectivo. 

Fenómenos de orden cognoscitivo 
• Las visiones, referidas estrictamente al sentido de la vista, son
percepciones de objetos mediante los ojos corporales. Hay tres tipos de
visiones: 
1) las externas o corporales, llamadas apariciones, donde se percibe una realidad objetiva naturalmente invisible al hombre 
2) las imaginarias, que son representaciones sensibles internas circunscritas a la imaginación 
3) las intelectuales, en las que se produce la visión por medio de la inteligencia, sin impresión o imagen sensible.
• Las locuciones son fórmulas que enuncian afirmaciones o deseos. Se dividen en: 
1) auriculares (percibidas por medio del oído) 
2) imaginarias (se perciben con la imaginación durante el sueño o la vigilia) 
3) intelectuales (las que se dejan oír directamente en el intelecto sin
el concurso de los sentidos) que es como se comunican los ángeles.
• Las revelaciones son las manifestaciones sobrenaturales de una verdad
oculta o un secreto divino hecho por Dios para el bien general de la
Iglesia o para la utilidad de quien la recibe. Son de dos tipos: 
1) privadas: hechas a un individuo y que no entran en el depósito de la fe 
2) universal: la dada por la Sagrada Escritura.
Las primeras nunca contradicen a las segundas si son auténticas. Sólo a
la Iglesia corresponde declarar si un mensaje es o no revelación
privada 
• Por discernimiento de los espíritus se entiende el conocimiento
sobrenatural de los secretos del corazón comunicados por Dios a sus
siervos. Fue el caso del cura de Ars. En esta categoría también entra
el descifrar y aclarar si otros fenómenos vienen o no de Dios. 
• La ierognosis es el conocimiento de lo que es sagrado manifestado en
el poder o facultad que tuvieron algunos santos para reconocer las
cosas santas y distinguirlas de las profanas. Este fue el caso de la
beata Luisa Lausteau. 
• Otros fenómenos de conocimiento son la ciencia infusa universal (como
el caso de Gregorio López (1562-1596) que sin estudio alguno, poseía un
bastísimo conocimiento de la Sagrada Escritura, la historia de la
Iglesia y los principios de la vida espiritual), el conocimiento
sobrenatural de teología (los casos de santa Gertrudis y santa Catalina
de Siena, luminarias de la mística), habilidad infusa para el ejercicio
de las artes (por ejemplo san Francisco de Asís y Jacopone da Tordi,
compositor del «Stabat Mater», para la poesía; santa Catalina de
Bolonia, para la música; el beato Angélico da Fiesole para la pintura,
etc.) 

Fenómenos místicos de orden corporal 

El primer caso documentado de una persona estigmatizada fue el San
Francisco de Asís, quien recibió los estigmas en un éxtasis que tuvo el
17 de septiembre de 1224. Después de él se han multiplicado los casos.
Quizá hubieron estigmatizados antes de San Francisco. No lo sabemos. 

En 1894 se publicó en París el libro «La estigmatisation». En él, el
doctor Imbert-Gourtbeyre, quien estudió con competencia y atención el
tema, enumera hasta 321 casos de estigmatizaciones verdaderas en la
historia. De esos 321 estigmatizados 62 fueron canonizados (42 hombres
y 9 mujeres). Por el tiempo y por la resonancia, nos es muy cercano el
caso de San Pío de Pietrelcina, de cuyas llagas emanaba, además, un
olor muy agradable. 

Estamos ahora de frente a los fenómenos místicos de orden corporal.
Éstos se reflejan principalmente sobre el organismo, en cualquiera de
sus funciones vitales o en diferentes aspectos de su actividad y
manifestaciones exteriores, como recuerda el P. Royo Marín. Estos son
los principales: 
• Los estigmas consisten en la aparición espontánea de llagas
sanguinolentas en manos, pies, costado izquierdo, en la cabeza o en la
espalda. Pueden ser visibles o invisibles. Muchos han tratado de dar
una explicación racionalista al fenómeno atribuyéndolo al fanatismo. Es
verdad que la imaginación puede ejercer una posible influencia
psíquica, pero jamás será capaz de producir heridas físicas visibles.
Bastaría hacer un ejercicio simple para darse cuenta de la
imposibilidad: si se fija la vista en alguna parte del cuerpo y se
piensa, con todas las fuerzas, que se quiere una herida visible en el
costado; se podrá pasar todo un día y no se logrará. Los hechos hablan
por sí solos. 

También existen los estigmas diabólicos. ¡Sí, el demonio es capaz de
producirlos! Si en el orden natural, en base a la hipnosis y a la
sugestión, se han llegado a producir manifestaciones similares en
sujetos desequilibrados, neuróticos o histéricos, cómo no iba a poder
producirlos el demonio. 
• El sudor de sangre consiste en la expulsión, en cantidad
considerable, de líquido sanguinolento a través de los poros de la
piel, particularmente los de la cara. Las lágrimas de sangre son una
efusión sanguinolenta a través de la mucosa de los ojos. 

En el caso del sudor de sangre, el hecho histórico por excelencia es el
de Nuestro Señor Jesucristo referido por San Lucas en el capítulo 22,
versículo 44, de su Evangelio. Tras Jesucristo, un número pequeño de
santos y personas pías han tenido sudor de sangre: santa Ludgarda
(1182-1246), la beata Cristina di Stumbeln (1242-1312), Magdalena
Morice (1736-1769), María Domenica Lazzari (1815-1848), Caterina
Putigny (1803-1885). 

Los casos de lágrimas de sangre son más raros aunque hay registrados
dos casos muy famosos, el de Rosa María Andriani (1786-1845) y el de
Teresa Neumann a mediados del siglo pasado. 
• La renovación o cambio de corazón es un fenómeno registrado en la
historia de la mística y muy sorprendente. Consiste en la extracción
del corazón de carne y en la sustitución con otro que es el de Cristo
mismo. 

Son famosos los casos de las santas Catalina de Siena, Ludgarda,
Gertrudis, María Magdalena de Pazzi, Caterina de Ricci, Juana de Valois
o Margarita María de Alacoque. 

Así describía el confesor de santa Catalina de Siena el fenómeno de la
sustitución de corazón: «Se encontraba un día en la capilla de la
iglesia de los hermanos predicadores en Siena… Recuperada del éxtasis
se puso de pie para regresar a casa. Una luz del cielo la envolvió y en
la luz apareció el Señor que tenía en su mano un corazón humano,
verdadero y esplendoroso… El Señor se le acercó, abrió el pecho de ella
por la parte izquierda e, introduciéndole Él mismo el corazón que tenía
en las manos, le dice: "Querida hijita, como el otro día tomé tu
corazón, he aquí que te doy el mío con el cual siempre viviréis”. De lo
dicho queda la apertura que le hizo en el costado; en signo del milagro
ha quedado en aquel lugar un cicatriz, como me han asegurado a mí las
compañeras que han podido verla. Queriendo saber la verdad de lo
sucedido, ella misma fue obligada a confesármelo». 
• El ayuno absoluto. Está demostrado que el hombre puede sobrevivir
naturalmente en una abstinencia total de alimento prolongada sólo por
algunas semanas. En 1831 un condenado a muerte, Garnié, rehusó tomar
alimentos a excepción de un poco de agua. Murió después de 63 días.
Pesaba sólo 26 kilos. En la Iglesia, los casos más notables de ayuno
absoluto son los de santa Catalina de Siena (cerca de ocho años), santa
Ludovina de Schiedman (28 años), las beatas Caterina de Raconigi (diez
años), Domenica Lazzari y Luisa Lasteau (14 años). Todas ellas llevaban
una vida normal e incluso muy activa. Sin embargo el ayuno por sí mismo
no prueba la santidad pero sí la Iglesia reconoce en algunos de sus
santos un privilegio similar dado por Dios como recompensa por sus
virtudes. 
• La vigilia o privación prolongada del sueño es análogo al precedente.
Los casos más notables son los de san Macario de Alejandría quien pasó
20 años continuos sin dormir. Santa Coleta dormía una hora a la semana
y una vez en su vida permaneció un año sin dormir. San Pedro de
Alcántara dormía hora y media al día por cuarenta años, como testimonió
santa Teresa de Jesús. Santa Rosa de Lima limitaba a dos horas el
tiempo concedido para el reposo y santa Catarina de Ricci no dormía más
que dos o tres horas por noche. Los médicos y los fisiólogos coinciden
en el decir que sin salir de las leyes normales de la naturaleza
orgánica no se puede privar a una persona del sueño. Las largas
vigilias y abstinencias se encuentran sobre todo entre los
contemplativos. 
• La agilidad consiste en la traslación corporal casi instantánea de un
lugar a otro, a veces remotísimo del primero. Es diferente a la
bilocación porque no hay simultaneidad de presencia en ambos lugares
sino únicamente traslación de un lugar a otro. 

En la mismísima Biblia leemos que el diácono Felipe fue trasportado por
el Espíritu de Dios a la ciudad de Azoto después que instruyó y bautizó
sobre el camino de Jerusalén a Gaza al eunuco Candace (Hechos de los
apóstoles 8, 39-40) aunque quizá sea más famosos el caso de Habacuc,
trasportado por el ángel de Judea a Babilonia para que llevase alimento
a Daniel en la fosa de los leones (Dan 14, 33-39). 

Otros santos conocidos también la ha tenido: santa Teresa contaba que
san Pedro de Alcántara se le aparecía, aún viviente, varias veces.
También san Felipe Neri se aparecío muchas veces mientras estaba en
vida. San Antonio de Padua llegó a hacer, en una sola noche, el viaje
de Padua a Lisboa; y regresó en la misma noche. En la vida de san
Martín de Porres se narran prodigios de este tipo. 
• La bilocación es uno de los fenómenos más sorprendentes de la mística
y uno de los más difíciles de explicar a menos que se recurra al
milagro. Consiste en la presencia simultánea de una misma persona en
dos lugares diversos. Se han dado muchos casos en la historia de la
vida de los santos. Entre los más conocidos están los de san Francisco
de Asís, san Antonio de Padua, san Francisco Xavier, san Martín de
Porres, san José de Cupertino o san Alfonso María de Ligorio. 

De san Alfonso María se lee en su proceso de canonización que el 21 de
septiembre de 1774, mientras estaba en Arienzo, pequeña villa de su
diócesis, cae en una especia de desvanecimiento. Permanece cerca de dos
días inmerso en un dulce y profundo sueño, sentado sobre un sillón. Uno
de sus siervos habría querido despertarlo, pero su vicario general, D.
G. Nicola de Rubino, ordenó que lo dejaran reposar. Cuando se despertó,
el santo sonó la campana. Acudieron prontamente sus familiares.
Viéndolo grandemente agitado le preguntaron: 

-«¿Qué te sucede?, son dos días en que no has hablado ni dado ninguna señal de vida». 

Él respondió asegurando que había ido a asistir al Papa que acababa de
morir hace una hora. Poco tiempo después llegó la noticia de la muerte
de Clemente XIV, acaecida el 22 de septiembre a la una de la tarde,
momento preciso en el que el santo había sonado la campanilla. San
Alfonso fue visto en ambos lugares contemporáneamente por una multitud
de testigos. 
• Las levitaciones consiste en la elevación espontánea del suelo y en
el mantenimiento del cuerpo humano sin ningún apoyo y sin causa natural
visible. Por regla, le levitación mística se verifica mientras el
paciente está en éxtasis y, si el cuerpo se eleva un poco, se llama
éxtasis ascensional; si se eleva a gran altura, recibe el nombre de
vuelo extático; y si comienza a andar velozmente a ras del suelo, pero
sin tocarlo, se llama marcha extática. 

En el proceso de canonización de san José de Cupertino se registran más
de sesenta casos de levitación. Fue visto volar sobre el púlpito de la
iglesia, por los muros y delante de un crucifijo o una imagen pía;
aterrizar sobre el altar o cerca del tabernáculo; sostenerse como un
pájaro sobre ramas débiles; hacer saltos de grandes distancias. Una
palabra, una mirada, la mínima cosa en relación con la piedad, le
producía estos transportes. En un periodo de su vida llegaron a ser tan
frecuentes que sus superiores debieron exceptuarlo del rezo común en el
coro para que, contra su voluntad, no interrumpiera ni perturbase las
ceremonias de la comunidad con sus vuelos extáticos de los cuales
muchas personas fueron testigos, entre ellos el Papa Urbano VIII y el
príncipe protestante Juan Federico de Brunswick, el cual no sólo quedó
impresionado sino que se convirtió al catolicismo y vistió el sayal
franciscano. 

Está claro que la simple naturaleza no puede alterar las leyes de la
gravedad, siempre fijas y constantes. La Iglesia ha explicado este
fenómeno como una anticipación del don de agilidad propia de los
cuerpos gloriosos. 
• Las sutilezas consisten en el paso de un cuerpo a través de otro. En
el momento del tránsito supone la compenetración o coexistencia de los
dos cuerpos en un mismo lugar. Este prodigio se verificó en la persona
de Jesús cuando a puertas cerradas se presentó a sus discípulos, como
narra san Juan en los versículos 20-26 del capítulo 19 de su Evangelio.
También es célebre el caso de san Raymundo de Peñafort que entró en su
convento de Barcelona a puertas cerradas. 
• Las luces o esplendores son ciertos esplendores que algunas veces
irradian los cuerpos de los santos sobre todo durante la contemplación
o el éxtasis. Este fenómeno se verificó en san Luis Beltrán, san
Ignacio de Loyola, san Francisco de Paula, san Felipe Neri, san
Francisco de Sales, san Carlos Borromeo, san Juan María Vianey, etc. Es
uno de los más frecuentes entres los grandes santos. 
• El perfume sobrenatural (osmogenesia) consiste en un cierto perfume
de exquisita suavidad y fragancia que emana del cuerpo mortal de los
santos o del sepulcro donde reposan sus restos. Se trata de un aroma
singular que nada tiene de común con los perfumes terrenos. Los
testigos que lo han experimentado no encontraron analogías para hacer
entender la suavidad y fragancia de un aroma inconfundible jamás
sentido en la tierra. 

El perfumero de la corte de Saboya fue enviado un día al convento de la
beata María de los Ángeles para que buscase individuar la naturaleza
del olor que la sierva de Dios emanaba. Debió confesar que no se
asemejaba a ninguno de los perfumes de esta tierra. Las religiosas, sus
compañeras, lo llamaban “olor de paraíso o de santidad”. 

Han exhalado suave olor las reliquias o los sepulcros de san Francisco
de Asís, santo Domingo de Guzmán, santo Tomás de Aquino, santa Rosa de
Lima, santa Teresa, santa Francisca Romana, etc. 

Fenómenos de orden afectivo 

Quedan aún por explicar un tercer tipo de fenómenos, los de orden
afectivo. Se consideran tales, prevalentemente, dos tipos: los éxtasis
místicos y los incendios de amor. Algunos estudiosos llaman a este
tercer tipo de fenómenos, psico-fisiológicos pues tienen, en buena
medida, su raíz principal en la voluntad; de ahí que algunos autores
los clasifiquen entre los fenómenos de orden orgánico. 
• Los éxtasis místicos no son gracias gratis dadas por Dios. Entran en
el desarrollo normal de los grados de oración mística y constituyen un
fenómeno normal en el desarrollo de la vida cristiana. Pero como su
aspecto exterior es espectacular, presenta ciertas semejanzas con los
fenómenos de tipo extraordinario que se han mencionado. 
• Los incendios de amor son un hecho comprobado en la vida de algunos
santos en los que el amor hacia Dios se manifiesta algunas veces hacia
el exterior bajo la forma de fuego que quema, incluso materialmente, la
carne y la ropa cercana al corazón. Esta manifestación se produce en
grados diversos: 
1) Simple calor intenso: es un extraordinario calor del corazón que se
dilata; este calor se expande a todo el organismo. Es clásico el
episodio de la vida de san Wenceslao, duque de Bohemia. De noche
visitaba la iglesia a pies descalzos. Al siervo que le acompañaba le
recomendaba meter los pies en los zapatos que él dejaba para no
congelarse. 

2) Ardores intensísimos: el fuego del amor divino puede llegar a tal
intensidad que a veces es necesario recorrer a refrigerantes para
poderlo soportar. Se cuenta de san Estanislao de Kotska, que era tan
fuerte el fuego que lo consumía, que en pleno invierno era necesario
aplicarle sobre el pecho paños empapados de agua helada. Santa Caterina
de Génova no podía acercar su mano al corazón sin experimentar un calor
intolerable. 

3) La quemadura material: cuando el fuego del amor llega a producir
incandescencias, las quemaduras se realizan plenamente. Es lo que se
llama a pleno título incendios de amor. El corazón de san Pablo de la
Cruz, fundador de los pasionistas, ardía de tal manera, que más de una
vez su túnica de lana aparecía completamente quemada por la parte del
corazón. El beato Nicolás Factor, religioso franciscano, incapaz de
soportar el fuego que ardía en su corazón, se hechó un vaso de agua
helada en pleno invierno. Consta en su proceso de beatificación que el
agua, inmediatamente, se evaporó.
Existe sin duda una estrecha relación entre el amor y el fuego producido. 

La naturaleza prodigiosa de todos estos fenómenos exige recurrir a lo
sobrenatural para poder ser explicados. Este recurso,
indiscutiblemente, demuestra la grandeza infinita de Dios el cual
esparce a manos llenas sus tesoros. Es fácil recurrir a lecturas que
intentan, acertada o erradamente, para bien o para confusión del
lector, explicar estos casos que son verdaderamente atrayentes. Este
texto es una buena guía para no perder el norte y tampoco dejarse
engañar. 

BIBLIOGRAFÍA: 

Introducción a los fenómenos. Gemino. Fenómenos. Arato. Biblioteca Clásica Gredos Ed. Gredos, S.A. Madrid, 1993 

Teología della perfezione cristiana. Antonio Royo Marín. 10ª edición
1997. Edición San Paolo. Edizione italiana a cura di G. Pettinati, S.
Pienotti, A. Girlanda. Págs. 1026-1132 

Dizionario di mística. A cura di I. Borriello – E. Caruana – M.R. Del Genio – N. Suffi 
Libreria editrice vaticana 1998 

Summa daemoniaca, José Antonio Fortea, Contenidos de Formación Integral. Segunda edición: diciembre de 2003. México. 

Compendio de Teología Ascética y Mística, Tanquerey. Ediciones Palabra, Madrid, 1990. 

El respeto al misterio. Revista Alférez. Madrid, 30 de abril de 1948 Año II, números 14 y 15 [página 10] 

Los grandes maestros de la vida espiritual. Historia de la espiritualidad cristiana. A. Royo Marin. BAC, Madrid, 1973.