Lo laico del Estado Mexicano es un concepto que quedó plasmado en el orden constitucional desde el Siglo XIX y ratificado en la Constitución de 1917.Nadie lo ha quitado, se encuentra en el artículo 3º., 24, 130. ¿Por qué entonces el afán novedoso reintroducir dicha definición en el artículo 4º? ¿Será para volver a los tiempos radicales del 17, cuando según reconoció el Director de la Facultad de Derecho de la UNAM, Roberto Patiño, tuvimos una constitución no laica, sino anticlerical?
Es de sobra sabido que el Estado mexicano pretendió, por una parte, desconocer la existencia de las iglesias y, por la otra, quiso someterlas, particularmente a la católica. Hubo persecución, guerra cristera, arreglos simuladores y, finalmente, una normalización parcial que zanjó los principales temas de confrontación, aunque quedaron algunos pendientes. Pero, finalmente, las Asociaciones Religiosas adquirieron personalidad jurídica y los ministros recuperaron muchos de sus derechos humanos que les habían sido conculcados. Entre ellos, el de libertad de expresión.
Pero todo parece indicar que en algunas cabezas, que se ilustran en las tenidas de las logias masónicas, lejos de que el nueva situación fuera bien recibida, les sigue molestando, sobre todo en la medida en que la Iglesia Católica participa en debates públicos relativos a la moral y las costumbres. Esa presencia ha hecho renacer el jacobinismo mexicano.
En días pasados, el patio principal del Senado de la República fue escenario del Foro Laicidad y Democracia. Ahí, ante el Gran Maestro de la Logia del Valle de México, Carlos Quintanilla, los voceros del laicismo decimonónico tuvieron amplio foro que fue cerrado con la pretensiosa declaración de que en él se habían escuchado “todas las voces” de la nación, en expresión del senador Carlos Navarrete, cuando en realidad fueron expresiones de un pensamiento único.
Lo que ahí se dijo está muy lejos de esa laicidad positiva a la que se refiriera el Presidente Nicolás Zarcozy cuando propone que las relaciones del Estado con las religiones respete, una y dialogue, y no excluya y denuncie.
Al amparo del laicismo, el senador Melquíades Morales expresó su visión totalitaria del mismo, al expresar que sólo la soberanía decide en México lo que es válido y lo que no, al grado que a los funcionarios les toca obedecer al interés pública aunque lo que se dicte vaya contra las creencias personales. Así se sale al paso de la objeción de conciencia. Los hombres sometidos a la ley inexorablemente, en un foro que hablaba de libertad, pluralidad e inclusión.
Después de tantos años, al Senador Morales no le queda claro la separación entre Iglesia y Estado. Pero no sólo eso. Con la reforma al artículo 40 no sólo se quiere que el Estado –entiéndase como gobierno- debe estar cubierto por el laicismo, se quiere ir más allá: que la sociedad misma sea laica. Ésa sería la significación que se daría a la inclusión en el Artículo 40 a la inclusión de laico en la definición de la República como representativa, democrática, federal y laica. Eso a pesar de su reconocimiento de que la cultura de los pueblos está moldeada por sus creencias religiosas. ¿Eso significa que hay que extraer de nuestra cultura las creencias religiosas, particularmente del 90 por ciento de quienes se declaran católicos?
Cierto que a los jacobinos les duele que los pueblos no sean moldeados por la Ley. Patricia Galeana se dolió que tras 150 años de la expedición de la Ley de Libertad de Cultos –verdadero momento de la independencia de México, según Enrique González Pedrero- los cambios no lleguen conforme a los deseos de quienes han querido “someter al clero”, pero no descatolizar, porque los cambios culturales son lentos y en nuestro país apenas el 5.2 de la población es de librepensadores. Son una minoría que no es tolerada por la grey católica, se quejó.
Los miembros del Frente Ciudadano en Defensa del Estado Laico, por voz de Rodolfo Echeverría Ruiz expresó un axioma: no hay en el mundo sociedad moderna que no sea democrática (él lo sabe bien como priísta que es) y sociedad democrática que no sea laica. Pero con una laicidad “expansiva por definición”, para que lo laico no esté únicamente en el 130 constitucional, la educación, la cultura y la política, sino que tenga eco esotros ámbitos. Se quiere alcanzar la libertad de creencias, la libertad filosófica, la ideológica y ética, “siempre y cuando sus conductas estén amparadas en la ancha libertad democrática”, que estaría creando nuevos derechos, nuevas libertades y nuevas garantías individuales.
Para González Pederero, la contienda que parecía concluida en el Cerro de las Campanas, tiende a renacer, por lo que advierte que no debe pensarse que las situaciones históricas son irreversibles. El contexto de incertidumbres que se vive en el mundo moderno ha generado una cultura anti laica y el resurgimiento de la religiosidad. Y se pronunció contra aquellas autoridades (¿Peña Nieto?) que pragmáticamente asisten a recintos religiosos para sacar provecho. “¡No hay que ir!”, sentenció, porque tras de los curas solo “con palo o vela”, para eso tenemos el estado laico.
Beatriz Pagés, vocera como Echeverría de los defensores del Estado Laico, rechazó -¿qué saco se puso?- que la perversidad esté de quienes promueven el estado laico, sino de quienes interpretan la laicidad a conveniencia. La antirreligiosidad, dijo, no está en quienes quieren un avance constitucional, sino en quienes quieren imponer a los mexicanos una sola forma de vivir y pensar. Y es que, dijo Monsiváis en su alud de agresiones a la Iglesia, ¡se quiere aislar moralmente a la ciudad de México!, se quiere imponer el cinturón del rosario.
Habría más que decir. Quizá que faltó el decorado masónico del antiguo Recinto Parlamentario del Congreso de Palacio Nacional, para que el ambiente fuera completo.