Pasar al contenido principal

La tolerancia

“Así no jugamos con usted”

Al terminar la Misa salí a la banqueta a despedir a los asistentes. Habíamos celebrado el fin de un retiro juvenil al que habían asistido jóvenes de las diferentes bandas de la colonia. La Misa se había celebrado en un ambiente de euforia sostenida, manifestada en cantos, testimonios, porras y llanto de aquellos jóvenes, algunos de ellos adictos, que se habían encontrado con Cristo. Se me acercó un feligrés, papás de tres jovencitas que colaboraban en la parroquia y que en ese momento lo acompañaban con lágrimas en los ojos, y dramáticamente me dijo: “Padre, así no jugamos con usted; ¿cómo quiere que deje venir a mis hijas a una iglesia llena de drogadictos?” Se retiró muy digno y se llevó con él a sus hijas que lloraban porque no estaban de acuerdo con él. Pasó el tiempo y aquel hombre me buscó para pedirme perdón y para informarme que la policía había arrestado a uno de sus hijos varones por vender droga. ¡Así es la vida!

¿Qué es la tolerancia?

Podríamos decir que la tolerancia es dar la importancia debida al que la tiene, por su dignidad, y no fijarnos ni hacer caso a las circunstancias que lo rodean. Las ideas, por ejemplo, son importantes, pero los hombres lo son más. (Viva la Gente)

La tolerancia amplía al infinito los horizontes de la amistad, porque sabe brincar las barreras injustas y prejuiciosas que la sociedad impone.

En la sociedad pluralista de hoy, la tolerancia se hace cada vez más necesaria para una recta convivencia, porque nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo o los compañeros de nuestros niños pueden ser diferentes a nosotros y tenemos que aprender a convivir y a trabajar con ellos armónicamente.

La discriminación por cualquier motivo es una forma de intolerancia y constituye un crimen, catalogado así en nuestras leyes.

Si nos reconocemos hermanos de todos los hombres, no podemos evitar su trato, e incluso su amistad, porque piensan diferente a nosotros, o tienen tendencias políticas distintas, o son de otra raza, o de otro sexo, o son ricos o pobres, o no tienen mis conocimientos, o no son educados, o tienen otra religión… ¡o son muy feos!

La tolerancia no es renunciar a mi derecho

Tolero que cada quien tenga la libertad de creer en lo que le convenza, pero no tolero que se ataque falsamente a mi religión tan sólo porque está de moda atacar al catolicismo.

Un padre de familia puede tolerar que los jóvenes sea alegres y quieran divertirse, pero no aceptará que, mientras estén bajo su responsabilidad, se conviertan en parásitos de su familia.

La tolerancia: paz

Se casaron apasionados y después descubrieron defectos que ni siquiera sospechaban. El verdadero amor es seguir amando a pesar de esas fallas y ayudar al ser amado a superarlas… si puede.

Es reconfortante ver esos matrimonios viejos que, llenos de sabiduría y cariño, se toleran a pesar de sus defectos. Han aprendido a vivir en paz.

No escogemos a las personas con las que trabajamos. Si necesitamos el trabajo seremos tolerantes con ellos.

Si damos demasiada importancia a los defectos de los demás, viviremos siempre cuesta arriba, insatisfechos porque Dios no hizo a todos los demás hombres “perfectos” como nosotros.

También es importante darnos cuenta de qué actitudes nuestras son difíciles de tolerar por los que tienen que convivir con nosotros para tratar de facilitarles nuestro trato.