La participación de la Iglesia, en la Beatificación de Juan Pablo II ha sido diversificada, significativa y global.
La masiva afluencia de los fieles cristianos a sus funerales para testimoniar su dolor, gratitud, esperanza; las pancartas grandes, medianas y pequeñas que en ese momento se exhibieron; las exclamaciones en voz alta coral del contenido de las mismas; los aplausos del clero de Roma al conocer la dispensa papal para que pudiera comenzar el proceso canónico; las largas filas para orar en su tumba en las grutas vaticanas; y los innumerables mensajes al postular transmitiéndole vivencias, señales celestiales, gracias divinas físicas, morales, nos hablan de una Iglesia llamada a discernir en uno de sus miembros una particular presencia y acción de Dios.
La Iglesia jerárquica, con el don de guiarnos, siguiendo minuciosamente todo un proceso complejo, ha verificado esa fama de santidad. Así el postulador, jueces eclesiásticos, el promotor de justicia, notarias, peritos archivistas e historiadores, teólogos censores, peritos médicos, testigos interrogados en un número de 114, consultores y oficiales del Dicasterio de la Causa de los Santos, Obispos y Cardenales y finalmente el Romano Pontífice.
Cada quien ha participado con su oración, testimonio, discernimiento, comprobación, y autorización, dándonos una imagen de la Iglesia que es una Comunión que puede reconocer las señales de Dios en la humanidad y en el hombre moderno. Cada fiel cristiano desde su casa con una estampa del Beato, desde su negocio con un poster de Juan Pablo II, desde los panorámicos gigantes, las vigilias de oración, la lectura de libros sobre el tema, con su interés por conocer más detalles a través de la prensa, ha estado involucrado en esta aventura de discernimiento eclesial y por eso podemos presentar al mundo un hombre como nosotros que, con el ejercicio de las virtudes cristianos en grado no común, apoyado por la gracia divina, ha alcanzado la plenitud de su realización como hombre, como cristiano, como sacerdote y, en definitiva, como hijo de Dios.
Roguemos para que este Beatificación inspire en el seno de la Iglesia Católica una moda de santidad, pues Juan Pablo II puso de moda la santidad, y él mismo será pública y oficialmente declarado Beato el 1 de mayo del 2011.