1) Para saber
Estos días navideños son muy propicios para tener muy presente al Señor: el nacimiento; el árbol de Navidad; los adornos en las casas, en los establecimientos y en las calles… Todo ha de contribuir a dirigir el pensamiento y el corazón a Jesús. A la vez, nos ayudará para agradecer los grandes bienes que hemos recibido: Además del perdón de nuestros pecados, nos ha traído el don de la gracia por la cual nos ha elevado a la dignidad de hijos de Dios.
Como dice San Atanasio: “El Hijo de Dios se hizo hombre, para que el hombre se hiciera hijo de Dios”. En efecto el Hijo –escrito con mayúscula- se hizo hombre –con minúscula-, para que cada hombre pudiera ser hijo de Dios. Y eso sucede en un instante muy determinado para cada persona: en el momento de su bautismo.
Juan Pablo II escribía que así como Dios Padre habló desde el Cielo en el momento en que nuestro Señor Jesucristo fue bautizado, así también «al salir de las aguas de la sagrada fuente bautismal, cada cristiano vuelve a escuchar la voz que un día fue oída a orillas del río Jordán: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”». De aquí la importancia de administrar el bautismo lo más pronto posible, para que el recién nacido venga a formar parte de la familia de Dios cuanto antes.
El papa Benedicto XVI, a su vez, nos invita a valorar esta gracia de entrar en unión con Dios: “Qué gran don es formar parte de una comunión que es para todos. Es la comunión de la Santísima Trinidad, de cuyo corazón ha descendido al mundo el Emmanuel, Jesús, Dios-con-nosotros”.
2) Para pensar
El predicador del Papa Benedicto XVI, el p. Raniero Cantalamessa, recordaba un relato simbólico muy antiguo llamado el “Himno de la Perla”.
Este texto habla de un joven al que el anciano rey, su padre, envía a Egipto desde Oriente, para que recupere una perla preciosa, custodiada por la serpiente maligna.
El joven sale gustoso para el largo viaje. Pero una vez allí, se deja engañar: come de los manjares egipcios y cae en un profundo letargo, olvidándose de quién es y a qué ha venido. El padre, preocupado por su tardanza, le manda un mensaje, en forma de una carta que vuela en figura de águila. Cuando llega junto al joven, la carta se transforma toda ella en voz que grita:
«¡Levántate y despierta de tu sueño!
¡Recuerda que eres hijo de reyes!
¡Acuérdate de la perla!»
El joven se despierta, coge la carta, la besa y rompe sus sellos; reconoce que lo que dice la voz coincide con lo que él mismo siente en su corazón; lucha contra la serpiente, invocando sobre ella el nombre de su padre, recupera la perla y emprende el viaje de regreso.
3) Para vivir
El himno de la perla es como una parábola para nosotros. Con frecuencia nos olvidamos de quiénes somos y adónde vamos. La Navidad nos ayuda a despertarnos y recordar que somos hijos de un gran Rey.
El Papa Benedicto XVI nos invita a orar en esta Navidad: “Señor Jesucristo, tú que has nacido en Belén, ven con nosotros. Entra en mí, en mi alma. Transfórmame. Renuévame. Haz que yo y todos nosotros, nos convirtamos en personas vivas, en las que tu amor se hace presente y el mundo es transformado”.