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La Mies Es Mucha y los Obreros Pocos

La Mies Es Mucha y los Obreros Pocos

Para un total de más de cinco mil millones de hombres, de los cuales más de cuatro mil no son católicos, hay apenas unos cuatrocientos mil sacerdotes, con un promedio de más de nueve mil hombres por cada sacerdote católico. Aunque en el decenio 1980-1990 la población mundial ha aumentado en unos 900 millones de personas, en el mismo periodo de tiempo, se ha registrado un descenso en el número de sacerdotes (aproximadamente 17,000 menos). Se ha dado un ligero incremento en el número de seminaristas mayores y de movidos, pero no lo suficiente para hacer que el balance anual de sacerdotes resulte positivo (por el gran número de decesos, dado el gran número de sacerdotes ancianos). Numerosas parroquias quedan sin sacerdotes, muchas personas no tienen la posibilidad de asistir a la Santa Misa dominical, acudir con frecuencia al sacramento de la reconciliación, incluso de bautizar a sus hijos y de celebrar el sacramento del matrimonio. La edad media de los sacerdotes en el mundo es de 54 años. En muchos lugares de América Latina hay parroquias en las que el sacerdote debe atender a más de treinta mil católicos. En Asia y África el número de habitantes por sacerdote es de 57,000 y 31,000 respectivamente. La carencia de sacerdotes y de personas consagradas repercute en el grado de evangelización de la sociedad, de las familias, de los jóvenes, de los niños. Donde falta el sacerdote o su presencia es rara, la fe se debilita, se pierde el sentido de Dios, los creyentes van cayendo poco a poco en manos del secularismo.

«Alzad los ojos y ved los campos blancos, dispuestos a ser segados» (Jn. 4, 35)Una mirada al mundo me descubre enseguida la inmensidad de los campos a los que está destinada la Iglesia para llevarles el Evangelio, la salvación de Cristo. ¿Pero quién segará esos campos? ¿No se agostará el grano por falta de segadores? ¿No se pudrirá con las primeras tormentas de verano? El campo está listo; las necesidades son ilimitadas pero los obreros del Evangelio escasos y no se dan abasto.

La mies es mucha. ¿Cómo creerán en Ti, Señor, todos esos millones de personas, si no han oído el Evangelio? ¿Cómo van a oírlo si no hay sacerdotes que los evangelicen?' ¿Cómo te conocerán si no hay testigos del Evangelio, si no hay sacerdotes que pongan su vida a disposición de tu Reino?

Señor, la mies es mucha. Manda obreros a este inmenso campo del mundo. Manda sacerdotes que trabajen con los campesinos, que evangelicen el mundo obrero, que lleven tu mensaje de justicia y de amor a los dirigentes de la sociedad, a los empresarios; sacerdotes que te presenten como Verdad a los intelectuales. Manda sacerdotes para que consuelen a los abatidos, ayuden en sus tribulaciones a los enfermos y moribundos, que den al mundo una esperanza. Sacerdotes misioneros que se pierdan en las zonas más remotas de la tierra para plantar en ella tu cruz y tu salvación. Manda sacerdotes apóstoles de la familia que ayuden a los esposos a vivir un amor puro y casto y formar a sus hijos en los valores cristianos. Manda sacerdotes que con su santidad y su testimonio de vida den al mundo una nueva esperanza; sacerdotes que conforten a los abatidos, que sean médicos de las almas enfermas, que ayuden a construir la civilización de la justicia en el amor.

Cuántos hombres y mujeres, hermanos y hermanas míos que no te conocen, que no han oído hablar de Ti, que no han tenido la gracia de recibir la filiación divina por medio del sacramento del Bautismo, que viven quizás sin esperanza. Si hubiera más obreros, más sacerdotes, que evangelizaran, que predicaran tu palabra, que llevaran tu mensaje de salvación y la alegría de tu perdón... Muchos son los hombres, multitudes, que viven una vida sin sentido, ahogados en lo material, en las pequeñeces de cada día, sin mayor ideal de trascendencia. Nunca les han hablado de Dios, nunca les ha llegado el mensaje de tu amor, no saben que Tú los amas inmensamente, porque nadie les ha hablado de Ti, porque nunca se han encontrado en su vida con un sacerdote santo que fuera para ellos heraldo de tu Evangelio.