Dios se hace hombre para que nosotros seamos hijos de Dios. Este hecho debe encendernos con el fuego del celo por las almas.
1. En el Evangelio de San Juan son muy comunes los contrastes: entre la luz y las tinieblas, entre la fe y la incredulidad, entre la vida y la muerte.
Han pasado 2.000 años desde que la luz del Evangelio brilla en el mundo, y desde que la vida divina, que se comunica a través de los sacramentos, anima a miles de hombres. Sin embargo, todavía existen las tinieblas de la ignorancia acerca de Cristo y de su mensaje, incluso muchos lo conocen de una manera incompleta y deformada.
El constatar este hecho de que no todo el mundo conoce el mensaje de Cristo debe encender dentro de nosotros la llama del celo por las almas: debemos comunicar por todos los medios el fuego del Evangelio a los hombres enfriados por sus vicios y su ignorancia.
2. El fuego tiene dos cualidades: la de iluminar y la de calentar. La Palabra de Dios es luz para iluminar el camino de los hombres durante su estancia en la tierra. Es también fuego que calienta sus corazones, decepcionados tantas veces por lo que ofrece el mundo.
Por su encarnación Dios se acerca a cada hombre y le llama hermano. Cristo es nuestro hermano mayor que nos ilumina con su palabra y su ejemplo.
3. La encarnación de Dios supera todas nuestras expectaciones humanas.