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La fidelidad

P. Sergio G. Román

Víctor es mecánico. La llave de tuercas -en sus expertas, pero siempre sucias manos- es una herramienta que parece tener vida propia. Por el esfuerzo, su frente se llena de sudor y él no tiene a la mano más que la estopa, llena de negra grasa, con la que limpia continuamente su área de trabajo.

De pronto, una mano femenina, armada de un blanco y perfumado pañuelo desechable, limpia familiarmente su frente. Es la cliente que observa su trabajo. Una mujer hermosa con ojos de hambre. Tiene hambre de él. La conversación se hace insinuante, incitante. ¡Él es hombre y tiene su corazoncito!, pero ese corazón ya está puesto en una mujer con la que juró ser un solo corazón y un solo espíritu. En su mano, llena de mugre, observa su anillo matrimonial; lo besa y su trato hacia la cliente se vuelve limitante, sin perder la cortesía debida. Él es fiel. Él ama.

¿Qué es la fidelidad?

La fidelidad está ligada a la fe. Fiel es el que tiene fe. La fe consiste en la confianza depositada, generalmente en Dios, pero también en una persona. La fe exige una respuesta convencida y estable a la que llamamos precisamente fidelidad. Dios es el primero que es fiel. Su amor no es voluble, es para siempre. De Él, mejor que de nadie, que es "el siempre fiel";. La fidelidad en el hombre consiste en una respuesta permanente a un compromiso dado, a una alianza, a un pacto.

Generalmente hablamos de la fidelidad debida al ser amado que excluye todo otro amor en el matrimonio, pero también se tiene fidelidad a la patria, a la familia, a los amigos. Incluso, decimos que el perro es fiel y ha venido a ser signo de la fidelidad. Santo Domingo presumía de que él era el "can de Dios"; y sus discípulos, los dominicos, no se ofenden cuando les dicen que son los "Domini canes", los perros del Señor. Los católicos nos llamamos, en el lenguaje oficial de la Iglesia, "fieles cristianos";, para señalar nuestra fidelidad a Cristo.

La fidelidad exige una confianza puesta en alguien, la respuesta nacida de esa confianza y la permanencia en la respuesta. Para que la fidelidad sea plena, debe amarse a la persona en la que se confía. La fidelidad en el amor.

Frutos de la fidelidad

La fidelidad humana da frutos de certeza y madurez. Es la guía que evita perder el camino y caer en los barrancos o en las arenas movedizas de la vida. Da frutos de honor y de un sano orgullo que llena de valentía y audacia al que es fiel. La fidelidad mueve a los caballeros andantes, de ayer y de hoy, a luchar por Dios, por su rey y por su dama. Dios, patria y familia.

La fidelidad da armonía a las relaciones familiares y seguridad a los hijos que saben que tienen derecho a su propio papá y a su propia mamá. En la amistad, la fidelidad se convierte en un tesoro de valor incalculable que hace que los amigos cuenten siempre con el mutuo apoyo.

La confianza generada por la fidelidad que se nos tiene, nos hace esperar cosas grandes y bellas.

La infidelidad, en cambio, produce desilusión, dolor por la traición, pérdida de la confianza, desesperanza.El que ha dejado de ser fiel, se siente sucio y despreciable, por mucho que se ame a sí mismo, porque sabe que ha faltado a un pacto y ha traicionado a aquel que confiaba en él.

Toda infidelidad, en el plano cristiano, es una ofensa a Dios y produce vergüenza y remordimiento de conciencia.

El hogar, escuela de la fidelidad

En el hogar se aprende a ser fiel. Los hijos tienen como maestros a sus propios padres. La fidelidad de los esposos no es tan sólo el estar juntos, sino el crecer cada día en el amor que se tienen. Cuando siguen juntos, pero se desprecian o se odian, es algo peor que un abandono. Son infieles.

La falta de respuesta a la alianza matrimonial hace que alguno de los cónyuges busque otros amores. No sólo el cónyuge inocente, sino también los hijos, lo resienten. ¡Cómo sufren los hijos de los divorciados!, por más que en esta época se les trate de hacer ver que es lo más normal de la vida que sus padres se separen. Ellos sienten que se les ha privado injustamente de un derecho.

También se aprende la fidelidad a Dios en el hogar. Esa Misa dominical a la que las familias cristianas siempre asisten, es una lección viva de fidelidad a Dios. Si se es infiel a Dios, ¿se podrá ser fiel a los hombres?

Procuren los papás...

1. Enseñar la fidelidad con el ejemplo diariamente.

2. Ser fieles a su cónyuge hasta con el pensamiento.

3. Corregir toda deslealtad hacia los hermanos o hacia la familia.

4. Alentar a sus hijos a entablar verdaderas amistades y duraderas.

5. Reprobar que, por intereses materiales, prefieran una amistad a otra.

6. No consentir y mucho menos celebrar que los hijos adolescentes tengan dos novias o jueguen chueco en el noviazgo.

7. Enseñar que también se debe ser fiel a la escuela, a un grupo, a un equipo, a un trabajo. Es el famoso amor a la camiseta.

8. Cuando tengan que dejar una escuela, un trabajo, un grupo, enseñarles que deben dar las gracias y dejar las puertas abiertas.

9. Dar testimonio de la fidelidad a la patria cumpliendo con las obligaciones ciudadanas y participando en el bienestar de su vecindario.

10. Enseñar con el ejemplo la fidelidad a Dios y a la Iglesia a la que pertenecen.