El Papa Juan Pablo II habla de la necesidad de que haya santos para renovar el mundo; y santos con buen humor.
Hemos de centrar toda nuestra jornada en la Cruz, que es lo mismo que centrarla en la Santa Misa. Hemos de dar sentido a todos los segundos de nuestra vida amando la Cruz, esto es, las dificultades de la vida ordinaria y los sufrimientos que nos manda Dios, para purificarnos y para ayudarle a salvar almas.
Hay que decir: “Señor, enséñanos a amar”. Pasarán estos tiempos y la Cruz bien llevada, será el fundamento de la vida en los tiempos nuevos, en los tiempos que vendrán. Estamos llamados a encender la tierra, a vivificarla. Nos ha incorporado Cristo de una manera muy especial a los mexicanos a su labor de redención.
Nos toca sembrar, sembrar mucho, avalando esa siembra con el ejemplo, y esa semilla dará su fruto a su tiempo. Veamos un ejemplo de esto.
Edith Stein nació en 1891 en Breslavia (actualmente Wroclaw, Polonia) en el seno de una familia judía. Era la pequeña de siete hermanos. A los 13 años abandonó la práctica religiosa, declarándose agnóstica. En 1921 leyó la autobiografía e Santa Teresa de Jesús y se convirtió al catolicismo. En 1934 se hizo carmelita descalza. En agosto de 1942 fue apresada y trasladada a Auschwitz, donde fue asesinada en la cámara de gases. Por el ejemplo de fortaleza, alegría y ofrecimiento de su vida por el pueblo judío, Juan Pablo II la canonizó el 11 de octubre de 1998.
Cuenta que en una ocasión, cuando aún no era católica, fue a Francfort con su amiga Rosa. Como les gustaba mucho el arte entraron en la catedral católica, de estilo gótico florido. Mientras recorrían en silencio las altas naves, observando las bóvedas de nervaduras, las impresionantes vidrieras y los diferentes retablos, vieron entrar en el templo a una sencilla mujer con la cesta de la compra cargada de verduras.
La mujer se arrodilló y, cerrando los ojos, oró unos minutos. Luego se acercó a una imagen de la Virgen, y se fue.
A la salida Edith no dejó de comentar la sorpresa que le causó el hecho:
— ¿Has visto, Rosa? Esa mujer ha entrado a rezar, sin más.
— Sí, en los católicos eso parece algo normal.
— Esto es lo que me admira de esa religión –explicó Edith-. Ya sabes que a las sinagogas y a las iglesias protestantes sólo va la gente en los momentos en que hay oficios religiosos. Sin embargo, mira: ¡en medio de sus ocupaciones, esa señora entra en la iglesia a rezar a su Dios! ¿No es algo más auténtico, menos frío?
— Sí, es verdad –concede Rosa.
Esta sencilla anécdota tendrá para Edith un significado pleno allá por el año 1921, año de su conversión. No la olvidará nunca.
Francisca Javiera del Valle, en su Decenario al Espíritu Santo se pregunta “¿por qué habiendo tanta gente entregada Dios, no arde el mundo?” Y responde: Porque esas personas no están dispuestas a morir a sí mismas.
Dice un dicho popular: “Con el buen ejemplo, Dios construye. Con el mal ejemplo, Satanás destruye”. Los mexicanos tenemos una enorme responsabilidad ante los ciudadanos del mundo. México lleva más de cuatro siglos y medio bajo la misteriosa mirada de nuestra Señora de Guadalupe. El alcance de esa predilección brillará más adelante. Así como el papel de María es determinante en los últimos tiempos, el de México también lo será. De allí la necesidad de ser fieles, que equivale a ser sencillos, humildes y alegres.