Un
amigo sacerdote me platicaba animadamente sobre su horario. Me llamó la
atención, claro está, que no tenía que dedicar obviamente ninguna hora
del día a la mujer o a los hijos. Pero más me llamó la atención cuando
explicó la formación que recibió en el seminario para vivir siempre sin
una mujer en su vida y con una psicología equilibrada.
La experiencia enseña que, muchas veces, las personas solteras
suelen tener una psicología especial. Y este sacerdote emanaba una
riqueza de personalidad que casi daba envidia.
Mientras me hablaba, pensaba yo en tantas personas que deben
habérselas con su sexo a cuestas y sin ninguna o poca formación. La
vida lleva al mayor número de humanos a vivir en el matrimonio, a tener
que ejercer su sexualidad y controlarla muchas veces casi por represión
y tienen que desenvolverse como Dios les da a entender.
Han recibido un arma en las manos, a algunos les han explicado cómo
funciona, pero, ¿a quién le han enseñado a utilizarla correctamente? La
primera conclusión que parece saltar a la vista es la urgente necesidad
de una educación sexual correcta desde que somos niños.
Pero hay otra conclusión más interesante: también los adultos
necesitamos educación sexual. Sobre todo, quienes no la hayan recibido
en la infancia. Si hemos construido hasta hoy nuestra personalidad con
un espontáneo ahí se va, debemos revisar cómo marcha nuestro perfil
humano para fundamentar sólidamente nuestra sexualidad.
Y es en este contexto como me interesaron las frases que pronunció
mi amigo: "Ten higiene mental, para que no haya basuras en tu interior;
haz ejercicio, para que tu energía acumulada no explote por una
sexualidad desbocada; trabaja y ten hermosos pasatiempos, para que el
ocio y la apatía no llenen de fantasías tu cerebro; y, sobre todo,
fortalece tu voluntad, para que tú controles tu sexualidad y no sea la
sexualidad quien te controle a ti".
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