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La ciencia descubre a Dios. Kepler, un científico ejemplar

La ciencia descubre a Dios

Kepler, un científico ejemplar

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1) Para saber

“Debemos construir una nave que surque el inmenso océano del Universo”. Así se expresó, hace más de tres siglos el astrónomo alemán Johannes Kepler. Ese sueño se hizo realidad en gran parte gracias a él.

La vida de este sabio no fue fácil: A la edad de cuatro años quedó lisiado de una mano y con una permanente debilidad de la vista a consecuencia de un ataque de viruela. Aún niño tuvo que ponerse a trabajar de mesero, aunque no dejó los estudios. Le atrajo profundamente la astronomía y decidió dedicarse a ella toda la vida. Gracias a su esfuerzo tuvo grandes descubrimientos. Por ejemplo, propuso que la tierra gira sobre sí misma a treinta kilómetros por segundo. Esa afirmación desconcertó a todos al no ser algo evidente. Parecía imposible que viajáramos tan rápido sin darnos cuenta de ello.

Cuando creció las desgracias no lo dejaron: murió muy joven su esposa y su segundo hijo. Kepler supo sobreponerse a las tragedias y puso los fundamentos de la ciencia astronómica y de la óptica geométrica. Sin embargo, durante su vida fue poco reconocido por los científicos de su época; incluso fue despreciado por muchos. Murió pobre, pero satisfecho de haber hecho grandes descubrimientos, los cuales no lo alejaron de Dios, al contrario, descubrió ahí la grandeza de su Creador. Aún se recuerda esta oración compuesta por él:

“Dios mío, gracias te sean dadas por guiarnos hacia la luz de tu gloria con la luz de la Naturaleza. Llevé a cabo la tarea que me encomendaste y me regocijo en tu creación, cuyas maravillas me has concedido que descubra a los hombres. Amén.”

2) Para pensar

Kepler es ejemplo de cómo un hombre a través de los conocimientos supo descubrir a Dios. Einstein le llamaba “el genio incomparable”.

Al describir el movimiento de los astros alrededor del Sol, Kepler está señalando las causas inmediatas o próximas. Pero al descubrir que ese orden de las estrellas es por obra de Dios, nos está diciendo sus causas últimas.

El Espíritu Santo nos ayuda, con el Don de la Ciencia, a comprender las cosas de la tierra como criaturas de Dios y a que, a través de ellas, podamos elevarnos hasta Dios. Con este Don tenemos una visión completa del mundo que nos rodea. Esa visión les ha faltado a quienes utilizan de modo equivocado las cosas que les rodean: el uso de armas para atacar, la bebida exagerada de cerveza o de otra bebida alcohólica, el mal uso de la televisión o el cine para ver programas pornográficos, etc.

Las cosas son muy buenas si sabemos darles un uso ordenado y nos llevan a Dios. Pensemos cuánto nos están acercando a Dios las cosas que usamos.

3) Para vivir

Cuando le diagnosticaron a una señora que iba morir en pocos meses, se lamentó de no haber descubierto hasta entonces lo maravilloso que es la vida: los amaneceres, los pájaros, la lluvia, el sol, sus seres queridos, etc.

No esperemos que se haga realidad en nosotros el dicho: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido”. Cualquiera actividad que realicemos nos debería llevar a agradecerle y a honrar a Dios: el estudio, el beisbol, la amistad, las labores domésticas, etc.

Pidámosle al Espíritu Santo nos ayude a descubrir la mano amorosa de Dios en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida.