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La anunciación a José

Parece ser que María no dio ninguna explicación a José sobre su embarazo. Es comprensible, pues él no iba a aceptar fácilmente la verdadera explicación. Puede ser también que ella confiaba en que Dios iba a encargarse de aclarar las cosas. Esta convicción puede ayudar también a entender la tranquilidad con que se fue a visitar a su prima Isabel. Ella sencillamente confiaba en Dios como está reflejado en las palabras que dirigió al ángel Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra.”

Dios mismo explicó a José, por medio de un sueño, la génesis de la situación de María. Le pidió que tomara a María como esposa y que pusiera el nombre de “Jesús” al Niño. Lo que sí es bastante probable es que José fuese consciente de la promesa de virginidad de su esposa y que la aceptaba plenamente. Hay que atribuir esto a una gracia especial de Dios, pero también es cierto que muchas gracias vienen a través del buen ejemplo de los demás. ¿Qué influjo tuvo la purísima Virgen María en José? Es de suponer que bastante.

Para entender esto, basta pensar en los malos ejemplos que prevalecen en muchos ambientes hoy en día que no favorecen de ninguna manera la aceptación de la gracia de la pureza entre los jóvenes. Donde el ambiente es más limpio, hay mucha más aceptación de la gracia de la pureza.

Si Isabel veía en María el resplandor de la fe, ¿qué es lo que atraía tanto la atención de José que deseaba casarse con una doncella virgen que tenía toda la intención de quedarse en ese estado toda la vida? Seguramente la conciencia de que María iba a ser una buena compañera para él durante toda su vida, le iba a compensar por la falta de todo deleite sexual. Esto nos dice mucho sobre el esplendor de la personalidad de la Virgen de Nazaret: era capaz de cautivar al otro con su propia personalidad.

También recibimos una luz sobre la verdadera grandeza de una personalidad, especialmente de una mujer. No consiste en su capacidad de cautivar al otro por su figura externa o cualidades semejantes, sino en la irradiación de la propia personalidad.