1) Para saber
En una reciente intervención del Papa Benedicto XVI se refirió a la misericordia de Dios recordando la parábola del “hijo pródigo”. Consideraba que cuando Jesús nos habla “del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar". Así es Dios.
El hijo pródigo es un joven que se va de la casa del padre para malgastar sus bienes en una vida licenciosa. Pero cae en la miseria, y trabaja como un esclavo, queriendo comer los alimentos de los animales. Entonces recapacitó: "Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo”. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó, y lleno de alegría pidió que hicieran una fiesta (cfr. Lucas 15, 18-20).
El Papa nos invita a recapacitar: “¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios?”.
2) Para pensar
A través de parábolas, Nuestro Señor Jesucristo nos vino a revelar la inmensa misericordia de Dios. Una manera concreta de hacer efectiva ese cauce de la misericordia divina fue instituyendo el sacramento de la Penitencia. Cada confesión ha de ser fuente de alegría al tener la seguridad del perdón de Dios ante nuestro arrepentimiento sincero.
A una mujer le cambió la vida esa alegría.
Sucedió en la Vigilia Pascual de la Semana Santa del año 1982. El Papa Juan Pablo II bautizó a una joven universitaria holandesa en Roma. Ella misma le contó al Papa el proceso de su conversión.
Su familia era protestante. De pequeña observaba que los niños católicos eran más alegres que los protestantes. Luego, siendo joven y ya en la universidad, había constatado lo mismo, los jóvenes católicos mostraban más alegría.
Esa observación, decía la joven, le llevó a preguntarse: “¿Qué tienen ellos que no tengamos nosotros?, porque esa ha de ser la causa de su distinta alegría”.
Fue así que llegó a la conclusión de que el secreto, la razón, está en el Sacramento de la Penitencia. Un patrimonio católico del que carecen los protestantes.
Eso le movió a estudiar el catolicismo, en donde descubrió la riqueza de los sacramentos y de su doctrina. Así fue que llegó a solicitar su admisión en la Iglesia Católica. Y ese día, llenarse de gran alegría por recibir del Santo Padre las aguas del Bautismo.
3) Para vivir
Por una parte, no ha de faltar nuestro agradecimiento a Dios por darnos el Sacramento del Perdón. Y, por otra, no debemos desaprovechar esa oportunidad que el Señor nos ofrece para reconciliarnos con Él, con la Iglesia y con el prójimo.
El Papa Benedicto XVI recordaba las palabras de San Agustín cuando escribe: "Es el mismo Verbo quien te grita para que vuelvas". Consideremos, decía el Papa, que Dios no se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El secreto del cristiano consiste en reconocer su pecado, pero para abrirse a la Misericordia de Dios.
Concluía el Papa invitándonos a acudir a la Virgen María para encomendarle nuestro camino de conversión a Dios.