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Hospitales 007


Hay un fenómeno que solemos constatar los sacerdotes con cierta frecuencia. No es raro que algunas personas al terminar la santa Misa se acerquen a nosotros para hacernos un cumplido con frases como: “Qué bonito habló padre”. Pero cuando se les pregunta: ¿Y cuál es la idea que te pareció más importante? Las respuestas comienzan a “planear” como zopilotes en vuelo lento y dando vueltas, afirmando: “Bueno sí me acuerdo…, pero ahora… sí… este… es decir… ¿cómo se llama? este… bueno, se me fue, pero habló muy bonito”. En definitiva, simplemente no pusieron atención. Lo curioso es que esto se da también en los salones de clases, en los discursos políticos, en las conferencias de los mejores gurús, y todo el día en todos los hogares.

Cuando Juan Pablo II visitó nuestro país en cada sitio que llegó dijo un discurso, una alocución, una homilía y por lo menos algún fervorín. De la misma manera, escribió encíclicas, cartas apostólicas, y otros documentos pontificios, además de publicar algunos libros. Sin embargo, y a pesar del arrastre que tenía con una personalidad fuerte y carismática, todo parece demostrar que no fue escuchado. 

En su momento Jesús dijo: “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos”. Siguiendo dicha advertencia, tal parece que no todo el que dijo: “Viva el Papa… entrará a la casa de Dios”. Puedo deducir que si la gente hubiera puesto atención a lo que enseñó Juan Pablo II sobre las exigencias de la vida cristiana y el respeto a la vida, no lo habrían aclamado como lo hicieron. La verdad sigue resultando incómoda para muchos.

En estos días aparecieron en la prensa algunas fotos de jovencitas enfurecidas, quienes con el puño levantado, gritaban consignas aprobando la despenalización del aborto en el Distrito Federal. Al verlas, recordé una frase de Indira Ganhdi que dice: “Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos”. Lo que había en sus rostros eran amenazantes gestos de rabia. 

Por fin, algunos vencieron a la razón e impusieron la ley de una mayoría arrastrada por una consigna inalterable: Se votará por el aborto, y ya. 

Para todos resulta familiar la figura del comandante James Bond, que pasó a ser el Agente 007. Personaje creado por el novelista Ian Lancaster Fleming que se distinguía por su clave 007 que significa “con licencia para matar”. Pues bien, ahora existen el la capital de la República un buen número de hospitales 007. 

De ahora en adelante algunos médicos y enfermeras podrán contabilizar cuántas vidas han salvado y cuantos niños habrán matado. Ojalá que sean los mismos profesionales de la vida y la salud quienes les demuestren a esos legisladores que no están dispuestos a convertirse en asesinos.