En varios artículos donde he escrito sobre los adolescentes me he puesto del lado de ellos, sobre todo cuando se presentan actitudes malhumoradas e injustificadas de sus padres. Pero también es necesario reconocer, y en ello nos servimos de la experiencia diaria, que muchos jóvenes suelen tener una actitud extremadamente egoísta que termina convirtiéndose en la causa fundamental de los conflictos con sus padres, hermanos, amigos y novios.
Quizá nunca como en esta época, muchos papás están sufriendo bajo la tiranía de sus hijos adolescentes. Y aquí conviene aclarar que, lejos de lo que se podría pensar, esta etapa de la vida, que solía ubicarse entre los doce y los veinte años, ha acrecentado su rango desde los diez hasta los veinticinco.
Cada día son más los jóvenes, incluso con carrera terminada, que siguen viviendo a expensas de sus padres exigiendo todo, y aportando casi nada, pues les parece que mientras ellos no decidan salir de sus casas, tienen derecho a que sus padres los sigan manteniendo. La mayoría de edad les sirve para votar en las elecciones políticas, ejercer derechos de acuerdo con las reglamentaciones civiles y jurídicas y tener acceso a espectáculos que, en no pocos casos deberían llamarse “para degenerados” aunque socialmente suelen llamarse “para adultos”.
Ahora bien, es evidente que en estos casos son los mismos progenitores quienes han fomentado estas actitudes bajo el esquema de que ellos han de hacer todo para que a sus hijos no les falte nada. Grave error. Pues, incluso, en los casos más dramáticos nos encontramos con violencia intrafamiliar a base de desprecios, burlas y hasta hostigamientos verbales, cuando no físicos, por parte de los hijos.
¿Cómo se puede levantar de la cama temprano a un señor de veintitantos años que acostumbra llegar a su casa a las cuatro de la madrugada alcoholizado y no tiene oficio ni beneficio? ¿Difícil caso verdad? ¿Llamando a la policía…? ¿Bajo qué cargo? Y en todo caso, ¿será ésta la solución más sana y sin peligro a resentimientos, odios, ni pesadumbres que atormenten a todos al pensar que esa no fue la solución correcta?
Por otra parte, ¿cómo juzgará la sociedad a unos papás que saquen a un hijo o hija de su casa, es decir, que los echen a la calle? Podemos hacer la prueba levantando encuestas; pero me atrevería a pronosticar que la imagen pública de quienes tuvieran el valor y la pena de hacerlo bajaría muchos puntos.
No seré yo quien con mi varita mágica dé la solución a esta problemática. No soy hado padrino, ni Harry Potter. Cada caso es diferente en sus causas, problemas, grados y demás circunstancias, pero sobre todo, por las personas concretas que lo padecen. Solamente quería crear conciencia sobre ello. Se aceptan opiniones.