Cada vez es más frecuente que la prensa normal -la que leemos para estar informados-, nos ofrezca una visión sencilla y acogedora de los “hechos y dichos” recientes del papa Benedicto XVI, con el beneplácito de muchos lectores, igualmente normales. Algunos lectores -tal vez para desquitar el costo del periódico-, entre otras columnas, buscan los domingos “La voz del Papa”. Hoy les ofrecemos algunas de sus reflexiones en la fiesta del “Corpus Christi”, en Roma, y en su reciente viaje a Chipre.
La República de Chipre es un país europeo situado en el Mar Mediterráneo, miembro de la Unión Europea (UE). Aunque sea un estado internacionalmente reconocido, sólo controla los dos tercios del sur de la isla. El tercio norte fue ocupado por Turquía en 1974; es la República Turca del Norte de Chipre.
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En la solemnidad del Corpus Christi, el jueves 3 de junio, Benedicto XVI celebró la Eucaristía en la Basílica de San Juan de Letrán. Posteriormente, debido a las inclemencias del tiempo, la adoración eucarística se desarrolló en este lugar y no hubo procesión hasta la Basílica de Santa María la Mayor. En su homilía nos invitó a meditar sobre "la relación entre la Eucaristía y el sacerdocio de Cristo", a la luz de los textos bíblicos.
"Hay que recordar siempre, en primer lugar, que Jesús no era un sacerdote según la tradición judía", dijo Benedicto XVI. "No pertenecía a la descendencia de Aarón, sino a la de Judá, y por lo tanto estaba excluido del camino sacerdotal. La persona y la actividad de Jesús de Nazaret no se coloca en el surco de los antiguos sacerdotes, sino en el de los profetas.
Y siguiendo esta línea, Jesús se distanció de una concepción ritual de la religión, criticando la interpretación que daba valor a los preceptos humanos ligados a la pureza ritual antes que a la observancia de los mandamientos de Dios, es decir al amor a Dios y al prójimo que "vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
"Entonces, ¿en qué sentido Jesús es sacerdote?", se preguntó, observando que en la Carta a los Hebreos, "la pasión de Cristo se presenta como una oración y como una ofrenda. Jesús hace frente a su hora, que lo lleva a la muerte de cruz, inmerso en una profunda oración, que consiste en la unión de su propia voluntad con la del Padre. Esta voluntad, única y doble, es una voluntad de amor. Vivida en esta oración, la trágica prueba a la que se enfrenta Jesús se convierte en oferta, en sacrificio vivo".
"El sacerdocio de Cristo lleva aparejado el sufrimiento", afirma el Papa. "Jesús sufrió realmente y lo hizo por nosotros. Él era el hijo y no necesitaba aprender la obediencia, pero nosotros sí, teníamos y tenemos siempre necesidad. Por eso, el Hijo asumió nuestra humanidad y se dejó forjar por nosotros en el crisol del sufrimiento, se dejó transformar como el grano de trigo tiene que morir para dar fruto (…).
Así en "la Eucaristía, (...) Jesús anticipó su sacrificio, no un sacrificio ritual, sino personal. En la Última Cena actúa motivado por el espíritu "eterno" con que se ofrecerá después en la Cruz. Dando las gracias y bendiciendo, Jesús transforma el pan y el vino. Es el amor divino el que transforma: el amor con que Jesús acepta de antemano entregarse completamente por nosotros. Este amor no es más que el Espíritu Santo, el Espíritu del Padre y del Hijo, que consagra el pan y el vino, y transforma su sustancia en el Cuerpo y la Sangre del Señor, haciendo presente en el Sacramento el mismo sacrificio que se cumplió después de forma cruenta en la cruz.".
"Este poder divino, el mismo que realizó la Encarnación del Verbo -concluyó el pontífice-, transforma la violencia extrema y la injusticia extrema en acto supremo de amor y justicia. Esta es la obra del sacerdocio de Cristo que la Iglesia ha heredado y prolonga en la historia, en la dúplice forma del sacerdocio común de los bautizados y de los ministros ordenados, para transformar el mundo con el amor de Dios".
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El Papa en Chipre. Benedicto XVI propuso el sábado 5 de junio a los políticos vivir y respetar la "verdad moral" en el encuentro que mantuvo con las autoridades civiles y con el Cuerpo Diplomático en el jardín del Palacio Presidencial de Nicosia. Con ese acto el Papa rindió homenaje a los cincuenta años de independencia de Chipre.
Recogiendo el patrimonio filosófico griego que forma parte de las raíces de Chipre, el obispo de Roma se preguntó: "¿qué significa en términos prácticos respetar y promover la verdad moral en el mundo de la política y la diplomacia, en los planos nacional e internacional? ¿Cómo puede la búsqueda de la verdad lograr una mayor armonía en las regiones atribuladas de la Tierra?".
El Papa sugirió: "la promoción de la verdad moral en la vida pública exige un esfuerzo constante en basar el derecho positivo en los principios éticos de la ley natural. El recurso a esta última fue una vez considerado evidente, pero la marea del positivismo en la teoría jurídica contemporánea requiere la actualización de este axioma importante". Aseguró: "Los individuos, las comunidades y los Estados, sin la guía de verdades objetivamente morales, se convertirían en egoístas y sin escrúpulos y el mundo sería un lugar más peligroso para vivir".