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¿Hay malos usos de los métodos naturales?

 

Muchas personas piensan que el Billings y los métodos naturales para regular la propia fertilidad serían siempre “buenos”: cualquier pareja de esposos podría usarlos sin ningún escrúpulo. Piensan, además, que la Iglesia acepta plenamente cualquier uso de los métodos naturales. Algunos dicen, incluso, que el Billings sería un “método anticonceptivo” aprobado para los católicos, por el hecho de que es “natural”.

Estas suposiciones caen en varios errores que conviene descubrir y superar. El primero consiste en creer que el Billings es un método anticonceptivo que puede ser puesto al lado de otros métodos.

Unos usan la píldora, otros usan el condón, otros usan la espiral (que, muchos lo olvidan, actúa también como método abortivo precoz)... y otros usan el Billings. ¿Cuál es la diferencia? El resultado que buscan todos es el mismo: no tener hijos durante un periodo más o menos largo de tiempo.

Notamos, en efecto, que cuando una pareja decide no tener hijos, busca información sobre los mejores métodos, estudia la eficacia de cada uno, consulta con el ginecólogo. El Billings y otros métodos naturales aparecen en algunas listas como si se tratasen de métodos anticonceptivos, puestos al mismo nivel que los demás, valorados con un buen índice de “eficacia” para prevenir el embarazo.

Pero si vamos a fondo, nos damos cuenta de un grave error. Técnicamente hablando, es anticonceptiva “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (Pablo VI, encíclica Humanae vitae n. 14).

Así, hay anticoncepción cuando se busca impedir el encuentro de los gametos a través de una cierta alteración del correcto funcionamiento del organismo femenino (o masculino, cuando existan técnicas orientadas al varón), o a través de otros métodos que obstaculicen el ingreso de los espermatozoides en la vagina cuando los esposos tienen relaciones sexuales.

El Billings no actúa así: ni altera el organismo de la mujer, ni pone barreras a los espermatozoides. Nunca es, por lo tanto, un método anticonceptivo.

¿Qué es, entonces, el Billings? Es un método que ofrece información a la mujer para que pueda compartirla con su esposo: cuáles son los días fértiles y cuáles son los días no fértiles. Desde esa información, la pareja puede decidir en qué momentos tener o no tener relaciones sexuales: en cualquier momento, o, si existen motivos de peso, sólo en los momentos en los que la mujer no es fértil.

Es importante, por lo tanto, dejar claro que los métodos naturales, en sí mismos, no suponen ningún mecanismo anticonceptivo, pues nunca alteran la naturaleza del acto sexual. Desde este punto de vista, en cuanto actos, no son algo éticamente incorrecto.

Existe, a la vez, un segundo error: creer que el Billings puede ser usado siempre que se desee cuando los esposos no quieren tener hijos. En realidad, existen casos en los que usar el Billings y otros métodos naturales sería éticamente incorrecto, y conviene evidenciarlos.

Pensemos en unos esposos que deciden, sin motivos de peso, no tener hijos a través del uso del Billings o de otros métodos naturales. Con su opción afrontan su vida matrimonial desde una perspectiva errónea. Cuando no existen graves motivos para no abrirse a la llegada de los hijos, la vida de pareja en su dimensión sexual y fecunda queda empobrecida y, en algunos casos, seriamente dañada. Domina entonces el egoísmo y se pierde el horizonte auténtico del amor esponsal, que implica tanto la ayuda mutua como el abrirse a procrear y educar a los hijos.

En esos casos el uso de métodos naturales se convierte en algo inmoral. No porque los métodos naturales sean en sí mismos malos, porque no lo son. Sino porque el egoísmo u otros motivos insuficientes llevan a los esposos a recurrir a tales métodos con un fin éticamente incorrecto.

Vale aquí lo que durante siglos han enseñado los expertos de ética: la bondad o maldad de un acto depende del objeto, del fin y de las circunstancias. El objeto es lo que uno realiza. El fin es el “para qué” una persona hace una cosa u otra. Las circunstancias son aquella serie de elementos que rodean cada uno de nuestros actos.

En el caso del Billings, el objeto (lo que se hace) es correcto. Pero puede ser incorrecto el fin: usar el Billings para evitar la llegada de los hijos por motivos equivocados, egoístas, inválidos. Un fin erróneo convierte en éticamente malo el uso de un método bueno. Al revés, no empieza a ser bueno un método anticonceptivo (en sí mismo siempre malo) cuando se usa por un motivo bueno (en los casos en que una pareja tenga serias razones para no tener hijos).

Es importante dejar claro que existen usos inmorales de los métodos naturales. Es por eso necesario que los esposos se pregunten si, de verdad, los motivos que creen tener para decir “no” a la llegada de un hijo son suficientes, son de peso. Si los motivos son insuficientes o incorrectos, la actitud más correcta será reconocerlo para superar egoísmos y abrirse con más confianza en Dios y en su propio amor para acoger con generosidad a los hijos que puedan nacer desde la vida conyugal bien vivida.

Gracias a Dios, son muchos los esposos que se abren cada año al gran misterio de la vida. De este modo colaboran con Dios en la llegada de los hijos. Descubren así la grandeza de la vocación matrimonial al ver, junto al lecho esponsal, cómo corren, ríen y tropiezan esos niños que testimonian la belleza de la familia y la bondad del Dios amante de la vida.