Hay artistas y… ¡ay artistas!
Su atención por favor: damas y caballeros, los invito a entrar al maravilloso mundo del espectáculo, y quizás también, en los límites de la búsqueda fundamental de la felicidad de todo ser humano. Pensando un poco en esto, llegué a la conclusión de que quienes gozamos de él, buscamos la diversión como algo necesario, y me parece muy lógica tal ansia, dado que en nuestras vidas no faltan los problemas. Así pues tratamos de disfrutar riendo y cantando, aunque sólo sea a ratos, como una válvula de escape. Sin embargo, en este mundo casi mágico curiosamente no solemos encontrar a Dios, y pensando en los posibles motivos se me ocurren estos tres: a) Porque El no necesita que lo diviertan. b) Porque no le alcanzó el dinero para pagar la entrada. c) Porque los guaruras, que nunca faltan en la puerta, tienen órdenes de no dejarlo entrar.
Además, tal parece que en la práctica Dios, no sólo se queda fuera del espectáculo, sino también fuera de la vida personal de muchos artistas, pues el Todopoderoso es considerado por algunos como un incómodo censor. Por otra parte, no faltan quienes piensan que dentro del ámbito estético todo es válido ubicándose por encima del bien y del mal. Conviene recordar que, todos los actos propiamente humanos tienen relación con la ley natural, de tal forma que siempre serán buenos o malos según se adecuen, o no, a esa ley.
Sin salirnos totalmente del tema, los invito a fijarnos en la trayectoria de algunos cantantes, para descubrir un fenómeno comprensible pero triste; tanto, que para ellos se convierte en un espantoso fantasma llamado: pasar de moda. Así pues, un cantante mientras está en la cumbre de la popularidad, se dedica a cantar, y cantará despertando el frenesí de sus “fans”, quienes al final de cada sesión, irán en busca de un beso, un autógrafo, un mechón de pelo, un trocito de calcetín, o por lo menos una tierna mirada.
Sin embargo, y con el paso del tiempo, al verse desplazados de la cumbre por las nuevas estrellas, para ganarse la vida se dedican a contar chistes, y cuando no se tiene esa gracia especial de los buenos comediantes, caen en la tentación del chascarillo vulgar sazonado con un lenguaje de poca educación. Lo mismo podemos decir de las desnudeces en que algunas (a veces) hermosas mujeres suelen exhibirse. Resulta lógico que Dios no se asusta al ver esos cuerpos que Él mismo creó. Sin embargo, el darles tales usos, las coloca en una situación más propia de las exposiciones ganaderas.
Deseo, mandar en estas líneas un voto a favor, con mi más sincero agradecimiento, a todos aquellos artistas del mundo entero y de todos los tiempos, que con su gracia y su arte nos han ayudado a olvidar nuestras penas, y a reírnos de nosotros mismos, lo cual, dicho sea de paso, tanta falta nos hace.
A todos los artistas pues, los invito a buscar a un Dios, que no es censor, en el sentido negativo de la palabra, sino que por el contrario, es padre, quien nos ha regalado un alma espiritual dotada de inteligencia para usarla en bien de los demás mientras los hacemos reír; pero sin ofenderlo. Ese Dios disfruta el auténtico arte de sus hijos como los papás de la tierra gozan con las representaciones escolares de sus pequeños, sintiéndose orgulloso de ellos.