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Gatos en botellas

Alguna vez me dijeron que en un país de Oriente hay quienes meten gatos recién nacidos en botellas donde son alimentados de manera que van creciendo amoldando sus cuerpos a esos recipientes, o sea que lo que realmente sucede es que se deforman. Sin tener más datos, me cuesta pensar que este macabro experimento sea posible. 

Ahora bien, independientemente de que ello se pudiera hacer, lo narrado me hace trasladar esa imagen al ser humano, y no me refiero a lo que supondría meter niños recién nacidos en botellas de vidrio, sino de meter jóvenes y adultos en ese tipo de recipientes. Sin más rodeos, me parece que ésta es una representación bastante exacta de lo que provoca el alcoholismo con sus víctimas. 

Cuando un ser humano es incapaz de controlar su forma de beber significa que está atrapado dentro de una botella. Es un prisionero de su vicio. 

Lo hasta aquí dicho se aplica a otros hábitos negativos como son las drogas, la lujuria, las apuestas, la gula o lo que sea. Y así, lo que comenzó por ser un ejercicio de la libertad, se convierte en la aniquilación de ella. 

Los vicios, al igual que las virtudes, los formamos mediante la repetición de actos. Pero con frecuencia los vicios nos pueden resultar más atractivos porque muchos de ellos suelen producir placeres sensuales muy intensos. Por otra parte, el primer daño que provocan esos hábitos negativos es debilitar la voluntad del ser humano. Ahora pues, el hecho de cumplirle sus antojos y caprichos a los niños de forma constante repercute en un debilitamiento de sus voluntades y se fomenta en ellos la tendencia exclusiva al gozo, es decir, los estamos preparando para que con más facilidad se conviertan en adultos viciosos. 

En ocasiones, quienes padecen de dependencias a los vicios quisieran superarlas, pero dicho deseo es más una ilusión que un afán, pues no es lo mismo estar ilusionado que estar afanado. La ilusión es un deseo vago e inoperante, en cambio el afán es una disposición activa, decisiva y constante, y aquí es donde se presenta el principal problema pues, como quedó dicho arriba, los vicios carcomen la voluntad. 

En el mundo de la perdición no gana nadie, pues aunque algunos se hacen ricos a costa de otros, dichas fortunas se convierten, también, en dueñas de quien las posee, de esta forma terminan siendo esclavos de su dinero; y no cabe duda que saben disfrutar de él, hasta que lo pierden aunque sea al morir. Cuando uno se enriquece degradando a los demás, se degrada a sí mismo, y de eso no debería sentirse orgulloso nadie. 

El primer paso de quien es víctima de sus vicios es la sinceridad consigo mismo y con los demás. El segundo es la valentía para pedir ayuda. Vaya mi respeto y admiración para quienes están luchando por conseguir su libertad interior.