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Freud no aceptaba la revolución sexual

Fe y pureza 

 

Una chica fue a hablar con el Padre Pío y le comentó:

–Padre, mi novio no cree en Dios, por eso lo quiero dejar, pero me ha dicho que si lo dejo se tira al pozo. 

El Padre Pío le contestó: 

–Ya está en el pozo. No puede bajar más.

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Cuando nos definimos como “seres de placer” se nos desorbita la personalidad y podemos llegar a la autodestrucción. El Padre Pío decía: “Desafortunadamente muchos jóvenes pierden la fe porque no consiguen ser castos (…). La lujuria es el camino más breve y más fácil para ir al infierno, porque quita el gusto de la oración, debilita la fe hasta extinguirla, predispone a todo tipo de pecado, endurece el corazón y sin una gracia específica, lleva a la impenitencia final”. Según el Apocalipsis, la fornicación es idolatría (Ap. 2-3). 

 

Algunos adolescentes dicen que han perdido la fe, que no creen en Dios. Decía Pascal: “Abandonen sus pasiones y creerán”. 

 

El joven de hoy tiende a reducir el amor a satisfacción individual, mediante la posesión del otro. Habría que decirle que no hay fidelidad sin desprendimiento: El mismo amor que me hace capaz de renunciar a tu posesión a la hora de mi deseo, me impedirá rechazarte cuando sienta el hastío (Thibon). 

 

Gustave Thibon, pensador francés, escribía: “Todos tenemos pasiones, y las podemos usar para móviles inferiores o superiores. No es preciso luchar contra las pasiones en cuanto motor, lo que hace falta es arrebatarles el timón. Lleva tú el timón, que no lo lleve otro en sustitución tuya, a menos de que así lo hayas elegido responsable y libremente”. 

 

Freud no aceptaba la revolución sexual 

 

Juan Bautista Torelló, psiquiatra, analizó: “Freud no era partidario de la revolución sexual como algunos discípulos suyos, entre ellos Wilhelm Reich, quien quería la ‘libertad sexual’ e iba contra el matrimonio. Pero Freud no fue así, tampoco teóricamente. Dio importancia a la sexualidad en la maduración y en la elaboración de la persona, pero no era ni un libertario ni un libertino, ni mucho menos. 

 

“Puso de relieve el término ‘represión sexual’, pero entendida la represión como contenerse no por principios, no por ideas. Es decir, la represión freudiana no tiene nada que ver con la continencia cristiana. En la continencia cristiana hay una escala de valores y respeto de la vida sexual, en esa escala de valores está arriba el matrimonio; las demás cosas son más o menos insuficiencias o desviaciones”. 

 

Castidad para todos  

 

La lucha por vivir la castidad le corresponde a cada uno, según el estado civil y la edad en que se encuentre; aquella por defender el verdadero sentido de la familia, del matrimonio y de la sexualidad humana nos corresponde a todos, también a los adolescentes. 

 

La castidad, efectivamente, se ordena al “don de sí” porque implica el “dominio de sí”. Nadie puede dar lo que no posee: si la persona no es dueña de sí misma por medio de las virtudes y, concretamente, de la castidad, carece de aquella auto posesión que la hace capaz de donarse. La castidad es la energía espiritual que libera el amor del egoísmo y de la agresividad. En la medida en que en el hombre se debilita la castidad, su amor se hace progresivamente egoísta, es decir, buscará la satisfacción de un deseo de placer y no ya un don de sí. 

 

El 95 por ciento de los adolescentes que tienen relaciones sexuales en México, no lo deciden, lo hacen por presiones del ambiente o bajo el efecto del alcohol o de la droga. Es triste tomar una decisión porque “se dice” que todos lo hacen. 

 

Algunas personas le dan la rectoría de su vida a la afectividad, en lugar de dársela a la inteligencia. Unirse con alguien sin tener amor, ¿es natural? No. 

 

La mujer tiene una experiencia totalizadora de su feminidad. Razona con su inteligencia, pero no al margen de su afectividad. Conoce la realidad en cuanto le afecta. Sufre si es tratada como “cosa”. Una experiencia sexual sin amor marca más a una mujer que a un hombre. La complementariedad está en la búsqueda de lo humano desde la feminidad y la masculinidad. 

 

La plenitud de la maternidad no se puede dar sin el varón. La mujer se siente mal cuando el varón no acepta a su hijo, cuando no admite su paternidad. 

 

La “perspectiva de género” es ilógica 

 

Se está tratando de demostrar que el cuerpo no define la sexualidad; todo es objeto de elección. Aquí se da una ruptura del concepto mismo de libertad. Entienden la libertad como la posibilidad de conformar la realidad a mi pensamiento, cuando la verdad es la conformidad de mi pensamiento con la realidad, y no al revés. 

 

Con la ideología de género se afirma que, si soy mujer y no quiero serlo, no hay cuerpo que me impida ser varón, o viceversa. Se considera que es respetar a la persona dejar que decida su preferencia cuando ya la biología y la psicología han marcado un sexo natural a cada una. 

 

Quienes defienden la ideología de género afirman que “ser hombre o mujer no estaría determinado fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura”. Los expertos suelen distinguir entre “identidad sexual” (es decir, conciencia de identidad psicobiológica del propio sexo, y de diferencia respecto al otro sexo) e “identidad genérica” (es decir, conciencia de identidad psicosocial y cultural del papel que las personas de un determinado sexo desempeñan en la sociedad). 

 

En un correcto y armónico proceso de integración, la identidad sexual y genérica se complementan, puesto que las personas viven en sociedad, de acuerdo con los aspectos culturales correspondientes a su propio sexo. 

 

Para los seguidores de la ideología de género, “la identidad genérica sexual es independiente de la identidad sexual personal”. Es decir, que los géneros masculinos y femeninos de la sociedad, serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación con verdad alguna de la dimensión sexual de la persona. 

 

Para esta concepción individualista del ser humano, cualquier actitud sexual resultaría justificable, y es la sociedad la que debería cambiar para incluir –junto al masculino y femenino– otros géneros, tales como homosexual, lesbiana, bisexual e indiferenciado. 

 

Es curioso, pero en los escritos que promueven estas ideologías no suele aparecer la palabra castidad, la cual parece actualmente prohibida, como un tabú, algo de lo que no se debe hablar. 

 

Sin embargo, la virtud de la castidad no hay que entenderla como una actitud represiva, sino al contrario, como la transparencia y la custodia de un don recibido, precioso y rico: el del amor, en vista de la donación de sí que se realiza en la vocación específica de cada uno. 

 

Ciertamente, la educación sexual es necesaria, pero recordando que son los padres de familia los primeros responsables, y que debe realizarse según las edades de los hijos y dentro de un contexto de vocación al amor en el matrimonio. 

 

No se les debe presentar ningún material de carácter erótico, ni invitarlos a actuar de modo que puedan ofender objetivamente la modestia. 

 

En este contexto, cabe recordar que efectivamente algunas personas “presentan tendencias homosexuales profundamente radicadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (Catecismo de la Iglesia, n. 2358). 

Estas personas también están llamadas a la castidad, y mediante virtudes de dominio de sí mismo pueden educar su libertad interior; si son bautizados, “pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana” (CEC n. 1239).