Usted está pidiendo mi voto para las próximas elecciones federales y locales del primer domingo de julio. Tengo muchas dudas. ¿Podría usted aclarármelas?
¿Quién es usted? Por la propaganda que ha hecho usted y su partido político, lo más que conozco es su rostro y hasta de eso dudo, dado que la prensa ha demostrado que sus fotografías han sido maquilladas electrónicamente. No sé si usted ha militado en uno o en varios partidos políticos, en qué puestos ha estado anteriormente, ni cuál fue su desempeño. Y, más delicado: no sé cómo piensa usted en los temas más importantes para este país.
¿Qué me ofrece como gobernante? ¿Cómo piensa usted hacer las cosas de una manera diferente? Su propaganda me dice cosas como «sigamos adelante». Sí, pero ¿en qué dirección? Me temo que usted me esté pidiendo que sigamos adelante en dirección a un precipicio. Otros me dicen «mantengamos el esfuerzo»; mi duda es para qué propósito tenemos que seguir haciendo un esfuerzo. Tengo la seguridad de que sus propuestas de campaña han sido elaboradas por mercadólogos que están buscando frases de impacto para convencerme, pero que son intencionalmente vagas.
¿Por qué debo preferirlo usted? La verdad: estamos a unos cuantos días del voto y todavía no tengo idea clara de cuáles son las razones para votar por usted y no por sus oponentes. Todos me ofrecen seguridad, honestidad, esfuerzo, mejor nivel de vida, y, en una de tantas, hasta las perlas de la Virgen. Esto me recuerda aquella leyenda urbana que dice que Francisco I. Madero era promovido con un versito que decía: «Poco trabajo, mucho dinero, pulque barato, ¡Viva Madero!». Me ofrece usted cosas que cualquiera desearía, pero, ¿cómo lo va lograr?
Por favor, no trate de convencerme de que sus contrincantes no sirven. Eso ya lo sé: son políticos. Disculpe, pero ustedes están en el escalón más bajo en todas las encuestas de confianza de la ciudadanía. Ya no tiene que convencerme de que sus contrincantes son malos. Yo creo que pasarán décadas antes de que la población recupere la confianza en sus políticos. Mejor trate de convencerme de que usted es un poco menos malo que los demás contrincantes. Con eso me conformo. Desgraciadamente, su propaganda no me ayuda. Sus frases son como: «Garantía de calidad con Gutiérritos», «Atrévete con Tiburcio», «Estoy contigo». ¿Cree usted que con estas frases me va a convencer?
Ustedes, que en su mayoría dicen no ser dogmáticos, me piden un acto de fe, de fe ciega, sin conocerlos, sin saber qué proponen, sin saber por qué son mejores que otras opciones. ¿Por qué habría de creerles? ¿Por su buena imagen, por lo ingenioso de sus lemas publicitarios, porque hablan «bonito»?
Como mexicano, como católico, me siento en la obligación de meditar mi voto y de entregarlo responsablemente a quien creo que le va a dar el mayor beneficio a mi país, a mi estado y a mi municipio. No estamos jugando, señor o señora candidato(a). Arriesgamos mucho en estas elecciones. Necesitamos de más seriedad, de más patriotismo, de más sentido de responsabilidad en nuestros gobernantes a todos los niveles. Si usted no ha sido capaz de escuchar este clamor de la ciudadanía, francamente le pedimos que retire su candidatura. Nos hará mucho bien.