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Escucha con simpatía a tu cónyuge

* Llegó al cuarto y cuando quise empezar a contarle un problema -tal vez trivial- encendió la televisión. No podemos tener comunicación.

* Continuamente mi esposo, sin escucharme, me calla.

En el matrimonio hay dos personas llamadas a ser una sola cosa, una sola "carne" como dice la Biblia para significar el grado de intimidad al que deben llegar. Uno de los instrumentos más importantes para lograr esta intimidad es el oído: la capacidad de escuchar.

Resulta muy iluminador ver lo que se exige a un psicólogo en el trato con las personas que vienen a consultarle. Hay una cierta técnica de la consulta que grandes maestros han madurado sobre los años. En la vida conyugal se presentan situaciones parecidas. Frecuentemente una de las dos personas quiere exponer una situación, buscar una clarificación, un conforto o una solución. )Podemos pedir aquí la misma actitud que se exige para una entrevista profesional? Yo creo que sí. No es necesario ser expertos en terapia psicológica porque lo que más importa es la actitud de amor.

Para escuchar a fondo es esencial el respeto por la otra persona. Hay comunión, pero también hay respeto por su autonomía: no se absorbe al otro. Tal vez es lo que ocurría en el siguiente matrimonio donde la mujer sentía una falta de respeto por su individualidad.

* Me molesta mucho que me trate como a su hija y no como a su esposa.

Es un verdadero arte saber escuchar a fondo. A veces "oímos" pero no escuchamos a las personas. El escuchar "activamente" supone involucrarnos y "querer" escuchar. Además supone tener nuestras prioridades bien ordenadas para darles su debido tiempo. Veamos el problema de la escucha en los protagonistas de los siguientes casos, con el fin de aprender en cabeza ajena.

* Le pregunté cuatro veces a qué hora volvía. Le pregunté varias veces porque no sentía que me estuviera contestando y como ese día sólo teníamos un coche yo quería saber cómo organizar mi día. A la cuarta pregunta (él dice que fueron veinte) montó en cólera.

* La gota que derrama el vaso con mayor frecuencia es que cuando hay algún problema o malentendido la otra parte no quiere discutirlo porque dice: “¿qué sentido tiene? No vamos a cambiar”.

Hay anécdotas simpáticas sobre el arte de escuchar. Todos tenemos en la mente la imagen del matrimonio en la mesa de desayuno con el periódico en medio. Este es el telón de fondo de la siguiente conversación.

Marido: (detrás de un periódico): ¿Cómo va todo?

Esposa: Bien

Marido: ¿Qué hay de nuevo?

Esposa: Nada

Marido: ¿Algo te pasa?

Esposa: Nada

Marido: ¿Vas a salir hoy?

Esposa: No, ¿por qué?

Marido: Solamente pregunto. ¿Qué te pasa?

Esposa: Ya te dije que nada.

Marido: (dejando el periódico): Oye, algo te pasa, ¿qué es?

Esposa: Nada. ¡Déjame en paz!

Marido: Está bien.

Pausa

Esposa: ¡Bien!

Marido: ¿Bien qué?

Esposa: ¡Eso es todo lo que vas a hacer, leer ese maldito periódico?

Marido: ¡Deja de jugar.¿Qué te pasa? Si no te pasa nada voy a terminar de leer el periódico. Apenas voy por la página 3.

Esposa: Bueno, sí hay algo que me molesta si quieres saber la verdad

Marido: ¿Y qué es?

Esposa: ¿Por qué no quisiste ir a cenar a casa de mamá el Domingo?

Marido: ¿El Domingo? Yo no me acuerdo de lo que pasó ayer, mucho menos del Domingo.

Esposa: Pero no fuiste...

Marido: ¿No dijiste que estaba bien si no quería ir?

Esposa: Sí, pero tú deberías saber que yo quería ir.

Marido: Entonces, ¿por qué no lo dijiste?

Esposa: Tu deberías saber que yo quería ir.

Marido: Yo no puedo leer tu mente

Esposa: Bueno, pero deberías...