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El secreto de Tierra Santa

Por su geografía y cultura, es punto de encuentro de las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotàmia, ese pequeño país de paso fue conquistado y dominado por los persas, griegos, romanos, imperio Otomano, Bizancio, los cruzados, los turcos... Edificado y destruido muchas veces, es una tierra en continua construcción. El secreto de esta Tierra santa es que ahí estuvo Jesús, y por ello ahí está el eterno conflicto (dice Covadonga O’Shea en su libro “Un viaje a Tierra Santa”). Ahí están los Santos Lugares, en medio de un cúmulo de riqueza arqueológica, antropológica y religiosa. Es la tierra de Abraham, que fundó el pueblo de los creyentes; de Moisés que lo volvió a fundar (aunque él no llegara más que a las puertas de la tierra prometida); de los Profetas y sobre todo del Rey David, aquel antecesor e imagen de Cristo 1000 antes de que llegara el Mesías. La capital de Israel, Jerusalén, gira en torno a un monumento que ya no existe: el Templo de Salomón, reconstruido y ampliado lujosamente por Herodes el Grande, para guardar un Arca de la Alianza que tampoco existía en aquel entonces.

Los cristianos de Tierra Santa piden hoy ayuda del resto de la Iglesia, y el Viernes Santo se celebra la Colecta por los Santos Lugares, es una ocasión de vivir la solidaridad con esta Tierra donde hay una presencia pequeña de seguidores de Jesús, en las distintas confesiones: un 2% del total de la población. En medio de tensiones territoriales de hebreos y palestinos, muchos han de emigrar pues no aguantan la presión y la discriminación que ahí tienen los cristianos. Orar  y trabajar por la paz de los Santos Lugares es tarea de todos. Esta Colecta en favor de Tierra Santa ya se hizo en tiempos de San Pablo ante las dificultades de entonces (1 Cor 16, 1-3).

La arqueología bíblica tiene como objetivo conocer la verdad, dar el contexto histórico-geográfico de la Palestina del tiempo de Jesús, y sobre Jesús y sus paisanos. No pretende “hacer creyentes”, su finalidad es mostrar las fuentes, la palabra escrita en la piedra, que completa la que está escrita en los libros, la memoria de las gentes, sus corazones. Aunque no deja de tener emoción mística y/o también estética poder contemplar las mismas calles y casas que vieron los ojos de Jesús en Galilea, y monedas y utensilios de todo tipo que encuadran las palabras de Jesús en el ambiente que se va desvelando con esta ciencia histórica. El círculo de esos yacimientos se va ampliando día a día. Van iluminando así los relatos del Evangelio y la descripción más detallada de Flavio Josefo. El desierto de Judá también es mina de datos históricos (capítulo aparte son los manuscritos de Qumrán, papiros de Murabbaat y Nahal Hever).

En los siglos IV-VI, ya muchos cristianos eligen vivir en Palestina: monjes como Teodoro, Cantón, Sabas, escritores como Jerónimo, Rufino, nobles matronas como Paula o emperatrices como Eudoxia. Palestina se fue convirtiendo en una Tierra-Santuario. De todo esto se salvó bien poco cuando en 614 los persas y en 636 las tribus islámicas lo destruyen, y todo queda en abandono. Los siglos XII-XIII fueron de cruzadas, nuevas construcciones y destrucciones. Singular papel jugaron en los siglos posteriores los monjes griegos, armenios y franciscanos en la custodia de los lugares santos, y atención de los peregrinos –pocos- que se atrevían a ir. Por fin, gracias a los incrédulos racionalistas “científicos” del siglo XIX, la ciencia arqueológica avanzó en el sentido de que sí, de que todo era auténtico: aparecen osarios con cruces y nombres cristianos, grafitos en paredes se­pulcrales de la comu­nidad cristiana de los siglos I-V.

Los últimos yacimientos más extraordinarios son quizá los referentes a las casas de María y Pedro. En Nazaret se descubre la primera atestación de culto mariano, siglos II-III. Ya el Anónimo de Piacenza, que visitó Tierra Santa en el siglo VI, escribe: "La casa de Santa María es una basílica y se suceden muchas curaciones". Fue una sorpresa cuando al remover los mosaicos de la iglesia bizantina para res­taurarlos, se vieron los escombros de debajo, como era habitual se ponían ahí los restos no aprovechados de la antigua construcción, en este caso edificio sinagogal de los siglos III-IV, las inscripciones mostraban que era un lugar de culto cristiano: “AVE MARIA”, “SOBRE EL LUGAR SAGRADO DE MARIA HE ESCRITO”. Así, la actual basílica de la Anunciación de Nazaret, construida sobre la cruzada y ésta sobre otras más antiguas, es una cadena de lugares de culto que se han sucedido a través de la historia. La tradición está viva y vincula las personas de la actual comunidad cristiana con los parientes de Jesús. Otro sensacional hallazgo es la casa de San Pedro en Cafarnaún. La basílica octogonal bizantina había sido erigida sobre una capilla anterior, la domus-ecclesia de la que habla la peregrina Egeria en el siglo IV: "En Cafarnaún, la casa del Príncipe de los Apóstoles ha sido convertida en iglesia; sus paredes están hoy como entonces fueron". El nivel inferior pertenecía al primer siglo.

Son muchos otros los lugares donde van emergiendo pruebas históricas. El arqueólogo ha visto en sus excavaciones de los lugares santos de Palestina cómo hay una veneración con señales de continuidad histórica (dentro de la continua construcción/destrucción de santuarios en esos lugares, de la historia de esas persecuciones). Esa continuidad de presencia cristiana como garantía de devoción de esos lugares, “va desde los primeros discípulos de Jesús hasta nuestros días” (Miguel Piccirillo). La Iglesia del Santo Sepulcro es como la huella silenciosa del paso de Dios por la tierra, como decía Juan Pablo II: “lugares de la Tierra, Lugares de Tierra Santa, no sé cómo guardaros aquí dentro, dentro de mí. No sé como pisaros, no puedo: arrodillarme quiero ante vosotros. Doblo la rodilla y callo. Algo mío te quedará tierra, te quedará mi silencio. Y mientras tanto te llevo dentro para ser como tú lugar de testimonio. Me voy, me marcho como testigo, me voy para atestiguar lo que ha pasado a través de los milenios”.