Los lagartijos
Cuando la calle de Madero de la ciudad de México se llamaba todavía “Plateros”, a finales del S. XIX, los “niños bien” de aquel entonces acostumbraban pasar el día viendo caminar a las muchachas y tomando el sol, por lo que les decían “los lagartijos”. Les encantaba que lloviera porque entonces las jóvenes damitas, vestidas a la moda de entonces, con largas faldas, tenían que recogerse levemente el vestido y les permitían ver ¡los tobillos calzados con púdicos botines!
Ciento y pico de años después
Ya no se necesita esperar a que llueva para ver los tobillos de las muchachas: ahora usan minifaldas, ombligueras, mayones y biquinis. Las revistas y los periódicos muestran, como si fuera la cosa más natural, mujeres sin ropa, y no se diga el cine y la televisión. ¿Ya no hay pudor?
¿Qué es el pudor?
El cuerpo humano es, simplemente, bello. Es obra de Dios y, a nuestros ojos, es la más perfecta de las obras. Las artes plásticas lo han glorificado y sublimado en busca de un sentimiento meramente estético.
Los pueblos primitivos tienen un concepto del cuerpo humano muy diferente al de los pueblos llamados civilizados, de tal modo que para ellos la desnudez no atenta contra su pudor. ¿Es el pudor cuestión de cultura y de costumbres?
El pudor no es la vergüenza de mostrar un cuerpo feo o antiestético; es el recato con el que se guarda lo sagrado, lo que es expresión de un verdadero amor.
La naturaleza ha rodeado la sexualidad humana de incentivos sensibles que propician la procreación. El ser humano ha llegado a buscar esa procreación de una forma responsable dentro de un digno sentimiento de amor. No se trata de procrear con cualquiera y en cualquier momento, sino de encontrar con quién formar una familia en la que se atienda y acompañe a los hijos. Y esa persona es única y debe amarse para siempre. Por eso el apareamiento, simplemente por placer, nos animaliza.
El pudor es reservar para el ser amado esos incentivos sensitivos y placenteros que llevan a tener hijos. El amor convierte el cuerpo humano en sagrado, en dádiva exclusiva para el ser amado.
No ocultamos nuestro cuerpo porque sea feo o nos dé vergüenza, sino porque es bello, pero ya tiene, o queremos que tenga, un dueño o dueña para siempre.
Cuando exhibimos nuestro cuerpo sin recato, sin pudor, lo prostituimos porque provocamos en los demás sentimientos hacia nosotros a los que no tienen derecho, a no ser que deseemos ser propiedad pública, es decir, que nos prostituyamos aunque sea mentalmente. Eso es la pornografía: una prostitución mental.
El pudor sobrevive
Por andar a la moda, algunas de nuestras jóvenes, educadas en el valor del pudor, se sienten moletas con prendas que exhiben su cuerpo. Las vemos bajarse pudorosamente la playera ombliguera, arreglarse la falda, cubrir su escote con un suéter. Las más decididas se liberan de la moda y usan ropa cómoda que les permita no ser objeto sexual para los mirones que las rodean, faltándoles al respeto con la imaginación. El recato no está reñido con el buen gusto y hasta con esa cierta coquetería que es esencial en la mujer.
¡Todavía hay pudor!
El pudor se aprende en el hogar. El pudor también es un valor que se debe enseñar a los niños, no sólo a las niñas. Se basa en el respeto a la dignidad del cuerpo y en el derecho a la intimidad. Los papás deben procurar que, tanto los hijos como las hijas, tengan la privacidad que necesitan, aunque esto sea muy difícil en los departamentitos modernos. La falta de privacidad propicia el abuso sexual.
Cuando todavía son los papás quienes eligen la ropa de sus hijos, procuren no disfrazarlos de adultos ni ponerles ropa provocativa, aunque esté de moda.
Cuando son los hijos quienes eligen su ropa, no permitan que vistan inmoralmente y explíquenles por qué no son buenas ciertas modas.
Fórmenlos en el aprecio de su cuerpo y en la preparación para el amor verdadero.
Sin embargo, presentar el cuerpo como algo malo o vergonzoso hará de sus hijos personas tímidas que no se sentirán bien al usar un traje de baño o un uniforme deportivo, y les causarán traumas muy difíciles de superar en su vida de esposos.
Si quieres evitar una agresión sexual...
No uses ropa provocativa...
Cuida tus miradas y tus gestos...
No te quedes sola con un hombre, aunque sea conocido...
No permitas familiaridades de tus amigos o parientes...
No admitas pláticas o chistes picantes...
Busca ayuda cuando sospeches una mala intención