Benedicto XVI se ha constituido en voz de los valores. Hablar de ellos se ha vuelto cotidiano para él, es su modo de hablar, de decir las cosas. El tema de los valores humanos es su discurso invariable, como si hubiera de decir muchas veces lo mismo para que quienes le oyen sepan escuchar, comprender, aprender… Habla de los valores fundamentales e indispensables, de los valores individuales y colectivos, de los personales y familiares, pero también habla, con particular insistencia, de los valores olvidados y desdeñados, de los menospreciados y criticados, de los que ahora suele ridiculizárseles.
¿Cuáles son los valores de los que habla constante, repetitiva, incansablemente el Papa? Es suficiente un solo discurso de Benedicto XVI para conocerlos, para acercarse a ellos, como el que pronunció en Palermo, capital de Sicilia, cuando estuvo allí de visita la pasada mañana del 3 de octubre. Presento enseguida una selección de esos valores:
“Aunque no faltan ni dificultades ni problemas; pienso, en particular, en quienes viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral y a causa del crimen organizado. Estoy aquí para darles un fuerte aliento para no tener miedo de testimoniar con claridad los valores humanos y cristianos”.
“Que los valores más auténticos de la historia y tradición, sepan siempre lograr el auspicio de serenidad y de paz”.
“Así como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, inclusive una pizca de fe, puede realizar cosas impensables, extraordinarias. La fe, fiarse de Cristo, acogerlo, dejar que nos transforme, seguirlo sin reservas, hace posibles las cosas humanamente imposibles, en cualquier realidad”.
“El sentido religioso siempre ha inspirado y orientado la vida familiar, alimentando valores como la capacidad de donación y de solidaridad hacia los otros, especialmente con los que sufren, y el innato respeto por la vida, que constituyen una preciosa herencia que se debe custodiar celosamente y se debe impulsar aún más en nuestros días. ¡Que sean siempre los valores cristianos los que guíen sus decisiones y sus acciones!”.
“Ante Dios no debemos presentarnos nunca como quien cree haber hecho un servicio y por ello merece una gran recompensa”.
“No tengan miedo de vivir y testimoniar la fe en los diversos ambientes de la sociedad, en las múltiples situaciones de la existencia humana, sobre todo en las más difíciles. La fe entrega la fuerza de Dios para ser siempre confiados y animosos, para seguir adelante con nuevas decisiones, para emprender las iniciativas necesarias”.
“No se avergüencen del testimonio de nuestro Señor. Lo que es vergonzoso es el mal, lo que ofende a Dios, lo que ofende al hombre, lo que el mal produce a la Comunidad civil y religiosa con acciones que no aman salir a la luz”.
“La tentación del desánimo, de la resignación, llega a quien es débil en la fe, a quien confunde el mal con el bien, a quien piensa que ante el mal, con frecuencia profundo, no haya nada que hacer. En cambio, quien está sólidamente asentado en la fe, quien tiene plena confianza en Dios y vive en la Iglesia, es capaz de llevar la fuerza avasalladora del Evangelio”.
“Que los santos los custodien y que alimenten en cada uno el deseo de proclamar, con las palabras y las obras, la presencia y el amor de Cristo. ¡Mira con esperanza tu futuro! ¡Vive con valentía los valores del Evangelio para hacer resplandecer la luz del bien! ¡Con la fuerza de Dios todo es posible!”
“Sigan siempre a Jesús cueste lo que cueste, dando así testimonio de la belleza de ser cristianos”.
“Es en la familia donde germina en el alma humana la primera percepción del sentido de la vida. Florece en la relación con la madre y con el padre, que no son dueños de la vida de los hijos, sino los primeros colaboradores de Dios para la transmisión de la vida y de la fe”.
“No tengan miedo de contrarrestar el mal. No cedan a las sugestiones del crimen organizado, que es un camino de muerte, incompatible con el Evangelio”.
“El mayor regalo que hemos recibido es ser Iglesia, ser en Cristo signo e instrumento de unidad, de paz, de verdadera libertad. ¡Nadie puede quitarnos esta alegría! ¡Nadie puede quitarnos esta fuerza! ¡Sean santos!”.
Es valioso escuchar a Benedicto XVI y atender a lo que tiene que decirnos, denunciar o señalar, y es digno reconocer que si no fuera la del Papa, ¿cuál otra voz se levanta hoy para recordarnos la riqueza de los valores humanos?