El cine y la historia
Los pueblos antiguos tenían diversos sistemas para recordar y revivir la propia historia. Mitos, leyendas, obras de teatro, poemas: eran medios gracias a los cuales cada generación escuchaba lo que “pasó” en la guerra de los griegos contra los troyanos, en las batallas del emperador egipcio más allá del Nilo, o en la conquista de las Galias por parte de Julio César.
Muchas de esas narraciones, sin embargo, no reflejaban la realidad. No podemos creer, por ejemplo, que la lucha entre Héctor y Aquiles ocurriese tal y como la narró Homero en la Ilíada, ni que la conquista de las Galias ocurriese tal y como nos la narra el que venció sin dejar hablar a los vencidos...
Las narraciones y leyendas más o menos históricas continúan su presencia en el mundo de la tecnología. Más aún: hoy se han enriquecido con nuevos modos, como son el cine, las novelas, las páginas de internet.
Como ocurre al que sólo lee leyendas, querer conocer historia a base de películas es algo que no nos puede dar una visión correcta de lo que ocurrió en un momento del pasado. El mundo de la imagen se mueve con leyes muy concretas que impiden ser fieles a la verdad histórica. Los tiempos, las personas y los espacios del cine son distintos de los que vivieron un acontecimiento del pasado. Además, muchas veces ni los mismos históricos de profesión son capaces de conocer cómo se desarrolló tal o cual batalla, si es que no pocas veces ofrecen juicios u opiniones personales muy discutibles. No faltan autores que reescriben completamente la historia y ponen al revés lo que ayer era tenido como algo incuestionable, sin que resulte fácil dilucidar si estas reescrituras son fidedignas o engañosas.
A pesar de todos estos límites, el cine sigue hablando sobre historia. Algunos hombres de hoy, como algunos griegos que leían las poesías de Homero, tal vez piensan que es verdad lo que ven en una película o lo que leen en una novela pseudohistórica.
Por eso es importante enseñar a los niños y adolescentes algo que ya deberíamos saber los adultos: hay que ser críticos y valorar serenamente lo que el cine nos presenta en una película llena de paisajes y de música desgarradora. Pancho Villa no era como aparece en algunas películas, ni tampoco los vencedores de las guerras son todos igual de buenos...
Para este trabajo de instrucción crítica es necesario darnos cuenta de que la historia la escribimos cada uno con nuestros odios y nuestros amores, odios y amores que pueden cambiar en cualquier momento: no existe ninguna página definitiva. Los triunfos de ayer pueden ser destruidos mañana. La libertad conquistada en una batalla por un héroe puede llegar a ser esclavitud cuando los “libertadores” imponen su punto de vista con métodos criminales, a veces incluso en nombre de los valores más amados por un pueblo.
Por lo mismo, no deberíamos tener miedo de conocer y de enseñar, de verdad, lo que hicieron Hidalgo, Juárez o Bolívar en sus momentos de debilidad o de prepotencia. Creer que todo fue bueno en la Independencia es tan equivocado como creer que todo fue malo en la conquista de México por los españoles, y al revés: también los soldados de España que acompañaron a los misioneros cometieron numerosos crímenes e injusticias contra los pueblos indígenas. Algunos quieren ver sólo lo blanco y lo negro. Olvidarnos de lo gris, de aquello en lo que se mezcla lo heroico y lo bellaco, es querer escribir una novela, no una historia...
Una última reflexión: hay algunos guionistas de películas que quieren simplemente falsear los hechos y engañar a los espectadores. La gente que tiene poca información o poco espíritu crítico cae, muchas veces, en la trampa. Toca al verdadero periodismo y a los maestros de nuestras escuelas dar los juicios para desenmascarar aquellas películas que no son sino un conjunto de mentiras rodeadas de actores simpáticos y efectos especiales.
Tal vez alguna escena reflejará, con mayor fidelidad, un hecho histórico concreto. Pero esto es parte de la trampa: para hacer tragar muchas mentiras es bueno rodearlas de elementos de verdad. A pesar de todo, y aunque el director de cine sea un auténtico artista, la mona sigue siendo mona aunque se vista de seda. O, de modo más claro: una película que falsee la historia será un fraude aunque se barnice con algunos datos reales que la hagan creíble en algunas escenas.
Descubrir y denunciar el engaño es un servicio a la opinión pública que los medios de comunicación no deberán nunca dejar de lado. Para que la verdad no quede sepultada bajo miles de imágenes agradables pero engañosas. Para que la verdad pueda brillar en toda su belleza, de forma que podamos aprender desde la misma los momentos de pequeñez y de grandeza que acompañan a los hombres y mujeres que escriben, día a día, la compleja historia de la vida humana.