El Adviento: una espera alegre
¿Qué significa la corona de Adviento?
1) Para saber
La Iglesia utiliza muchos signos y símbolos que si se comprenden lo que significan, pueden ayudar a entender mejor lo que sucede y crecer en nuestra piedad. Por ejemplo, si observamos los ornamentos litúrgicos, es decir, las vestiduras que utiliza el sacerdote, o también el conopeo, que es con lo que se cubre el sagrario, podemos ver que cambian de color con cierta frecuencia, a veces a diario o por temporadas. Y es que cada color tiene su significado. Nos dice un documento de la Iglesia que “la diversidad de colores en los ornamentos sagrados tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente, tanto las características de los misterios de la fe que se celebran, como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico” (Instrucción General del Misal Romano, n.307).
El color morado o violeta, signo de dolor y esperanza, se utiliza en el tiempo de Adviento, Cuaresma y la misas de difuntos. La espera de un bien comporta sentimientos encontrados: por una parte hay cierto dolor porque no se tiene y por otro lado hay esperanza y alegría por que se avecina ese bien.
La Corona de Adviento es uno de los signos del Adviento y nos ayuda a esperar con alegría la inminente llegada del Señor. Tiene cuatro velas, que son de preferencia moradas, y su origen está en el norte de Europa, en Escandinavia. Consiste en un soporte circular revestido de ramas verdes, sobre el que se colocan cuatro velas. Estas velas simbolizan las cuatro semanas del tiempo de Adviento y se encienden progresivamente cada uno de los domingos. La corona debe colocarse en un lugar visible en la Iglesia o en las casas para significar la espera del Mesías.
2) Para pensar
El Papa Benedicto XVI, al empezar este tiempo decía que el Adviento es un tiempo sumamente sugerente desde el punto de vista religioso, pues está lleno de esperanza y de espera espiritual. Cada vez que la comunidad cristiana se prepara para hacer memoria del nacimiento del Redentor, experimenta en sí un escalofrío de alegría. En Adviento, el pueblo cristiano revive un doble movimiento del espíritu: por una parte, levanta la mirada hacia la meta final de su peregrinación en la historia, que es el regreso glorioso del Señor Jesús; por otra, recordando con emoción su nacimiento en Belén, se agacha ante el Nacimiento. La esperanza de los cristianos se dirige al futuro, pero siempre queda bien arraigada en un acontecimiento del pasado, en la plenitud de los tiempos cuando el Hijo de Dios nació de la Virgen María.
El Evangelio de estos días nos invita hoy a permanecer vigilantes en espera de la última venida de Cristo. «¡Vigilad!», dice Jesús, «ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa» (Marcos 13, 35. 37). La comunidad cristiana espera con ansia su «manifestación» y el apóstol Pablo, al escribir a los Corintios, les exhorta a confiar en la fidelidad a Dios y a vivir para que cuando regrese les encuentre «irreprochables» (Cf. 1 Corintios 1, 7-9) en el día del Señor.
Podemos pensar si ya empezamos a vivir este tiempo, preparando nuestra alma, para la llegada del Señor.
3) Para vivir
El Papa Benedicto XVI quiso recordar también la constitución del Concilio Vaticano II, “Gaudium et spes”, sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, pues es un texto profundamente impregnado de esperanza cristiana, en donde se puede leer: «Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia... No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación de perfeccionar esta tierra». Aunque esperamos la vida eterna, ello no debe llevarnos a desentendernos de este mundo, sino al contrario, ganarnos ese Cielo impregnando de amor esta tierra y santificando todas las actividades en las que estamos.
Al final de su intervención el Papa acudió a María santísima, Virgen del Adviento, para que nos permita vivir este tiempo de gracia vigilando y comprometidos en la espera del Señor.