Ya que la fe en el Creador es una parte esencial del Credo cristiano, la Iglesia no puede y no debe limitarse a trasmitir a sus fieles solamente el mensaje de la salvación. Ella tiene una responsabilidad por lo creado y debe hacer valer esta responsabilidad también en público. Y haciéndolo debe defender no sólo la tierra, el agua y el aire, como dones de la creación para todos. Debe proteger también al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que haya algo como una ecología del hombre, entendida en el sentido justo. No es una metafísica superada si la Iglesia habla de la naturaleza del ser humano como hombre y mujer y pide que este orden de la creación sea respetado. Aquí se trata del hecho de la fe en el Creador y de la escucha del lenguaje de la creación, cuyo desprecio sería una autodestrucción del hombre y por lo tanto una destrucción de la misma obra de Dios. Lo que frecuentemente es expresado y entendido con el término de "género", se resuelve en definitiva en la autoemancipación del hombre de lo creado y del Creador. El hombre quiere hacerse solo y disponer siempre y exclusivamente solo de aquello que le incumbe. Pero de este modo vive en contra de la verdad, vive en contra del Espíritu creador. Los bosques tropicales ameritan, sí, nuestra protección, pero no la merece menos el hombre como creatura, en la cual está inscrito el mensaje que no significa contradicción de nuestra libertad, sino su condición. Grandes teólogos de la Escolástica han calificado el matrimonio, es decir la unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, como sacramento de la creación, que el mismo Creador ha instituido y que Cristo – sin modificar el mensaje de la creación – ha luego acogido en la historia de su alianza con los hombres. Hace parte del anuncio que la Iglesia debe trasmitir el testimonio a favor del Espíritu creador presente en la naturaleza en su conjunto y en especial modo en la naturaleza del hombre, creado a imagen de Dios. Partiendo de esta perspectiva sería necesario volver a leer la "Huamanae vitae": la intención del Papa Pablo VI era defender el amor en contra de la sensualidad como consumo, el futuro en contra de la pretensión exclusiva del presente y la naturaleza del hombre en contra de su manipulación
Tomado del discurso de Benedicto XVI del 22 de diciembre del 2008 a la curia romana