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¿Dónde estás corazón?

¿Dónde quedaron esos: "Mi reina", "cielo", "cariño", "gordita", "cuchi-cuchi", "hija", "flaco", "mi amor", "viejo", "mi prieta", "mi Rambo", "chaparra", "mi Supermán", " mi estrellita marinera", "mi David de Miguel Ángel", "mi Diana cazadora"... y tantísimos otros?. Hasta hace pocos años tener un divorciado en la familia era un motivo de vergüenza, pero esos tiempos ya pasaron, hoy en día los mexicanos estamos casi a la altura del primer mundo en esa "muestra de civilización". Estos fracasos, se deben a muchos factores que, a la larga producen enormes daños a los cónyuges y a sus hijos. Quizás la causa de muchas desdichas matrimoniales la podamos encontrar en lo que tan gráficamente me decía una señora con estas palabras: "El problema de mi hermano, -que se ha divorciado varias veces- es que tiene corazón de condominio". En lo que quisiera detenerme brevemente, es el grave descuido de los educadores, comenzando por los padres de familia, en no enseñar la importante ciencia del dominio del corazón, comparable, en muchos sentidos, a la doma de un caballo. Es cierto que al corazón no le corresponde pensar, pero sí debería hacerle caso a la inteligencia. Por otro lado, algunos pretenden tener una gran fuerza de voluntad sin que ello les suponga esfuerzo, por eso les gustaría encontrar un libro que se llame "eduque su corazón en diez días". Como sabiamente dice Salvador Canals en su libro Ascética meditada: "La ciencia de la guarda del corazón se compone de orden y de lucha, de defensa y de ataque, de conocimiento y de decisión, de renuncia y de sufrimiento; pero todo se ordena hacia la felicidad y hacia su posesión". Mientras los papás no tengan el valor de dejar de comprarles a sus hijos todo lo que a ellos se les antoje, no habrán comenzado a educar sus corazones; y digo "valor", porque muchas veces lo que mueve a cumplirle sus caprichos, es el miedo a quedar mal parados ante parientes -abuelos, tíos, primitos, etc.- o los papás de los otros niños. En definitiva, se trata de que los hijos -y nosotros- entendamos que todos los días hemos de privarnos voluntariamente de algo que nos guste. No perdamos de vista que cuando son chicos, se le puede antojar la bicicleta de su vecino pero al crecer, se les puede antojar la esposa. Y cuando los hijos pregunten: ¿Por qué no me quieres comprar tal o cual cosa?, se me ocurre que una buena respuesta sería: "Más que decirte el por qué, te diré para qué: quiero ayudarte a educar tu voluntad, y de paso... educo la mía". Es bueno recordar que, las verdaderas batallas del hombre se ganan o se pierden en el corazón. En definitiva, la felicidad tan buscada por todos, está en el "cómo ser", no en "el tener". Sin embargo, esto exige cambiarle su jerarquía de valores a muchos, es decir cambiar la “forma mentis” de quienes buscan la felicidad en lo que se puede comprar con dinero... lástima. Ojalá haya quien comience a exigirse personalmente -para poder formar a los suyos- en esta maravillosa y necesaria ciencia, antes de que sea tarde.