Los “spam” son mensajes no deseados, mensajes que llegan sin que nadie lo espere y sin que muchos lo quieran.
Lo que quiere cada usuario de internet es gestionar el correo electrónico a su gusto, sin invasiones de anuncios, mensajes extraños, pornografía, avisos falsos de virus que no existen, etc. En el fondo, cada internauta desea lo que queremos todos: llevar en la computadora una vida normal, en la que se eviten interferencias indeseadas o molestas.
Los mensajes spam nos recuerdan que el mundo de la electrónica tiene mucho de la vida real. Cada día pasan pequeñas o grandes cosas no previstas. Una llamada telefónica, una visita inesperada, un accidente (algunos esposos tal vez se conocieron gracias a un choque), el niño que trae un suspenso imprevisto o el profesor que pone un examen por sorpresa. Tal vez lo inesperado llega en forma de un virus, tan pequeño que no sabemos dónde lo cogimos ni a dónde nos llevará, mientras los médicos fruncen el entrecejo y deciden ponernos en cuarentena...
Podríamos mirar al cielo y preguntar: ¿nos envía Dios mensajes imprevistos? ¿No nos sorprende de mil modos? ¿No nos susurra o nos grita que en esta vida no hay nada permanente, que la felicidad de hoy puede ser la tristeza de mañana, que el amigo de ayer se puede convertir en el traidor que me haga perder el puesto de trabajo, que el hijo “bueno” puede volver a casa con una fuerte intoxicación de drogas sintéticas?
Nos gustaría que la vida estuviese siempre bajo control. Eso es imposible. Sería como querer entrar en el mundo de internet con la seguridad de que no llegará ningún virus, de que nadie atravesará nuestros sistemas de protección, de que no nos llegará ningún correo imprevisto. Nos duele, es cierto, que haya mala voluntad, que algunos busquen sólo hacer daño, o imponer su propaganda, o llenarnos el buzón con mil mensajes molestos u ofensivos. Pero cada paso de nuestra existencia es una lucha por vencer tantos cientos (miles, millones) de microbios que entran por la nariz y por la boca, por mantener la barca de la vida a flote en medio de las críticas y los ataques de los hombres, por conseguir que el amor de hoy no se pierda, sino que crezca y que madure, hasta la muerte.
Sería triste que un día hagamos de Dios un “mensajero indeseado”. Aunque nos sorprenda, aunque nos saque de nuestras seguridades, nos dice que nos quiere, nos enseña a mirar al cielo, como un Padre bueno. Tal vez, es cierto, una corrección que llega por sorpresa nos duele, nos cuesta, pero si viene de quien nos ama será acogida con respeto, quizá algún día con gratitud. Aunque estropee nuestra computadora y nos permita, así, tener un poco más de tiempo para rezar, convivir con la familia y visitar a algún enfermo...