JUEVES SANTO
Guardad silencio y recoged el alma,
escuchad cautivado el más tierno ¡Abba!
que en el dolor de la noche más angustiosa
leva el Señor al cielo con humana mirada
en óbito benigno de este Dios que no escapa
del pavor tan triste de una noche dolorosa.
Oíd, atended para comprender lo que se oye:
el templado silencio de la oración que escoge
el soez destino de un cáliz que no pasa
y rezuma dolor en la sangre que brota.
¡Es Dios, es Dios mismo quien se coloca
en la patena del designio de amor que saja!
Nível novel Dios que has hasta el extremo amado
yo desde de mi pequeñez oteo anonadado
tu meliflua obediencia que es afecto y redaño
ignoto para unos, guisa suma y perfecta
para los que te buscan en la savia correcta;
para los ciegos y cojos, para los bienaventurados.
Un murmullo marmóreo se ha dejado sentir,
el suavísimo susurro que vocea sutil:
el viento, en la noche de las noches altísima.
Es fértil el suelo pues en él se han derramado
cristales excelsos de ojos extraordinarios
que rezan al cielo, que plañen y bisbisan.
¡Lloráis, lloráis! ¡Gemís...!, y en tu faz una sonrisa
se destapa poco a poco con la caricia
de la aceptación traída en esta suave brisa
bólida y asida, fraguada en la Trinidad
de un amor distinguido por la aina humildad
aturrullante que en aquel huerto se enfatiza.
En tu rostro el semblante, en tu alma el secreto
contemplaba a la sazón aquel camino abierto
de la tierra al cielo, del abismo a la gloria...
Llega la comparsa, llega la comparsa del miedo
caminando al compás del trágico estruendo
de un futuro presente vivido en la agonia.
Se llevan al preso, al dulcísimo preso,
lo entregó su amigo Judas con un beso.
Le llevan a golpes, a ultrajes y atropellos;
la euritmia musita en la voz del viento
locuaces mensajes de olivos del huerto:
«¡Ese Hombre es el juez de vivos y muertos!»
VIERNES SANTO
Contemplad, contemplad la aciaga escena:
Dios que sufre las penas
por dar las respuestas.
Hoy es viernes, ayer fue la cena,
hoy el silencio sibilítico apuesta
a este mutismo hermético
que es gesto de cansancio;
hoy la muerte ha bajado
a tierra a la vendimia.
Continúa la riña
de los ímprobos jueces;
le acusan, ultrajan, le inquieren, le matan
los inicuos soeces.
Y Jesús imponente
en misterio resignado
se ha quedado callado
no le importa su suerte.
«¿Qué hago con Jesús que se dice el Mesías?»
«¡Crucifícalo Respondieron todos!»
Y caminó entre el lodo
y caminó en la agonía
por obediencia abrazada.
Y conforme avanzaba
más alivio hallaba
a su delicado amor.
A lo lejos veía su resurrección.
Y al fin abrazó
coronado y todo
la herencia paterna
su cruz, aquel gran trono
inmerecido que al pie del olivo oteó
como sufrimiento
por tanta criatura de Nuestro Señor.
¡Horadan con trace funesto talante
los pies y las manos,
ah, del Mesías mismo!
¡Taladran a Dios, taladran a Cristo!,
¡herrín, injusticia, dolor, sectarism...!
se muere mi Dios,
se muere mi Cristo
ahogando el suspiro
en un deje de añoranza.
Y allí encumbrado en el roce y el juego
se funde el cielo
con la tierra a ultranza.
¡Viva la fe y viva la esperanza;
y que viva el amor
que fraguó la redención.
Inerte Jesús, mi Jesús herido
halló más alivio
entre muertos que entre los vivos.
SÁBADO SANTO
Este día es distinto porque éramos esclavos,
Su «ruina» ha sido nuestra liberación.
¡Transformad la murria, levantaos, vamos!
Gritad a hebreos y paganos con fina persuasión
Que aquel «aniquilamiento» dio pie a la salvación.
Descansa elocuente la gran Verdad callada.
El oscuro y sonoro silencio se ha dejado
Sentir. Reposa guardada la voz silenciada,
Su muerte a la nuestra la ha liberado
Parece fútil y apenas ha iniciado.
Gran Palabra dormida, queda y sigilosa
Durmiente y suasoria eres tumba y templo.
Hostia de trigo reservada tras la losa
Muda cautelosa gran Pan de Vida muerto.
Yo desde acá con sollozos a ti te contemplo
Hincado te imagino, te acompaño y te velo
En el oscuro y sonoro silencio extremo
A ti el principio y final de los tiempos:
Requiescat in pacem el Dios sempiterno;
Descanse Jesús, yazca fértil en lo eterno.
Frente a este cuerpo envuelto en serena palidez
A la beldad orar es lo único que cabe hacer.
Las paredes guardan la mística como véis,
Misterioso Hombre-Diös a quien conocer
Grande en lo pequeño, vivo en lo yerto: así es Él.
Arriban las mujeres, llegan arriesgadas,
Con lágrimas en los ojos y una triste mirada,
Al sepulcro vacío de una historia anticipada
En el alba nimia, nimia y sosegada
Arropadas en la luz de un domingo en la mañana.