Desde el principio, el universo creado por Dios tuvo una unidad admirable. Hay un todo armonioso que nace del Amor de Dios. Los Ángeles son las criaturas más perfectas de la creación. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los Ángeles. Dios es el creador de todas las cosas, las visibles y las invisibles. (IV Concilio de Letrán, 1215).
El trato con el Ángel Custodio en el orden sensible es menos experimentable que el de un amigo de la tierra, pero su eficacia es mucho mayor. Sus consejos vienen de Dios y penetran más hondo que la voz humana. Se pueden aplicar a cada Ángel Custodio los oficios que Dios enumera, cuando dice a Moisés: Yo mandaré un Ángel ante ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto (Éxodo 23,20).
Pío XII dice: Los ángeles están muy activos. “Haced más real en nosotros ese mundo invisible, pues las cosas que se ven duran sólo un momento, como dice San Pablo. Pero las cosas que no se ven son eternas. Los ángeles os miran como amigos, como a familiares… Están llenos de solicitud por vuestra salvación y vuestra santidad. Dios os concederá que paséis una eternidad con ellos. Así es que hay que conocerlos ya desde ahora” (en Pío XII, el papa-rey, Robert Serrou, Palabra, Madrid 1996, p. 400).
Esta asignación personal de un Ángel Custodio es una manifestación de la providencia especial que tiene Dios con nosotros. San Jerónimo dice: “¡Cuan grande es la dignidad del hombre, que desde el día de su nacimiento tiene asignado un Ángel que lo proteja!”.
En esta lucha del hombre, Dios no lo ha querido solo, porque de otro modo la lucha habría sido desigual, ha puesto un Ángel de la Guarda, un Ángel siempre preparado para intervenir en cualquier momento que es requerido. Por desgracia la incredulidad hace que pocos recurran a él. Por eso hemos de hablar mucho de los Ángeles...
La Nueva Era da una versión distinta de la católica de lo que son los Ángeles y Arcángeles. Los ángeles son espíritus puros, son seres personales de naturaleza invisible creador por Dios, inteligentes, que colaboran como mensajeros en el ejercicio de la Providencia en la Historia de la Salvación. San Gregorio Magno escribe que “casi todas las páginas de los libros sagrados testifican que existen los ángeles y arcángeles” (Homilía 34 in Evang. 7: PL 76, 1249).
Los ángeles se representan en la pintura y en la escultura en forma de hombre o de niño, con alas en su espalda y con una aureola en su cabeza; pero se trata únicamente de algo simbólico que no corresponde a la realidad, pues los ángeles no tienen cuerpo.
Los ángeles fueron sometidos a una prueba y algunos no la pasaron: son los demonios. Si todo pecado comienza por la soberbia (Ecle 10, 12s), también su pecado comenzó por allí. Satanás, deslumbrado por su propia gloria, olvidó que dependía de Dios y negó esa dependencia. Se negó a reconocer la supremacía de Dios. San Atanasio también advierte que la soberbia fue lo que precipitó al demonio y a los ángeles caídos al abismo. Ahora tienen envidia de los seres humanos pues Dios nos destinó a ocupar los puestos que ellos perdieron en el cielo.
Tobías y Daniel son los libros más ricos del Antiguo Testamento sobre los ángeles.
Es necesario dejarse ayudar. Los ángeles no pueden entrar en el interior de la conciencia, no tienen acceso a lo que el hombre piensa y desea; pueden conocerlo sólo si se lo manifestamos o si Dios se lo revela. Aquí se encuentra otro motivo para tratar al Ángel Custodio: hablar con él, decirle lo que nos pasa y lo que queremos, para que lo conozca y nos ayude. Ciertamente, con su inteligencia agudísima, basándose en signos —reacciones y actitudes, palabras o gestos— pueden llegara conocer nuestras intenciones y proyectos, o nuestras necesidades, y así alcanza a saber lo que nos conviene; pero habitualmente recibirá más ayuda del propio Custodio quien más le trate.
Viendo el demonio bajar a la tierra para perseguir “a los que guardan los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesús” (Ps. CXXXVII, 1), los ángeles buenos descienden también, para defendernos. San Josemaría Escrivá dijo: “acude a tu Custodio a la horade la prueba, y te amparará contra el demonio y te traerá santas inspiraciones” (Camino, n. 567). También aconsejaba darles gracias porque velan al Señor Sacramentado perpetuamente.
¿Cómo intervienen los ángeles en los hogares, en las escuelas, en las fábricas, en los cines, en los parlamentos, en la carretera? Santo Tomás –el Doctor Angélico- encuentra la respuesta a esas cuestiones en la naturaleza misma de los ángeles. Conocen mejor que nosotros el mundo material y sus leyes. Ejercen sobre este mundo material un imperio misterioso. A San Pablo lo pica una víbora en la isla de Malta, probablemente fue una acción del ángel sobre la víbora (Hechos 28). El poder de los ángeles sobre el mundo animal es mayor que el de los domadores de leones y encantadores de serpientes.
La ayuda del Ángel puede contribuir enormemente a la eficacia del trabajo, de la oración y del apostolado: es un gran aliado para vivir la coherencia de vida. Por naturaleza está habilitado para el combate (hasta los visten de soldados romanos).
Nuestro ángel custodio se convierte en una ayuda valiosísima, pues además de las oraciones que le dirigimos, podemos entablar un diálogo frecuente, que se traduce en peticiones concretas y sencillas, a título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores disposiciones a la Eucaristía, a la Confesión y a nuestra oración personal. Antes de salir de casa hay que pedirle que nos acompañe.