En el artículo anterior (“La Iglesia y la conquista”) destaqué la ardua labor realizada por religiosos de diversas órdenes en favor del pueblo conquistado, ahora deseo brindar mi grano de arena para desmentir otra de las muchas falsedades que se han dicho para desprestigiar a la Iglesia.
Durante años se ha querido hacer creer que durante y después de la guerra de conquista en México hubo un exterminio casi total de los indígenas que en aquel tiempo poblaban las tierras de nuestra nación, lo que, según dicen, provocó una gran baja demográfica en los pueblos Centroamericanos.
Lo cierto es que si la Cruz de Cristo no hubiera llegado en los navíos españoles durante el siglo XVI, muy probablemente la población indígena hubiera sido reducida rápidamente debido a los terribles sacrificios que la cultura azteca efectuaba en honor a sus temibles dioses.
Cito a Alfonso Trueba quien escribe lo siguiente sobre los sacrificios realizados durante la inauguración del Gran Teocalli (lo que se conoce actualmente como Templo Mayor): “Cuatro días duró el sacrificio… dice la historia que murieron en él 80 mil 400 hombres, cifra increíble, pues ni matando 4 hombres por minuto durante ese tiempo habrían podido matar tan enorme cantidad de víctimas, lo más probable es que hayan sido 20 mil”.
En una carta del Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga escrita para el Capítulo General de su Orden, el religioso asegura que en la gran Tenochtitlan eran sacrificadas anualmente 20 mil víctimas humanas.
Motolinía realizó una detallada descripción sobre la manera en que eran realizados los sacrificios humanos: “Tenían una piedra larga, la mitad de esta piedra estaba hincada en la tierra… en esta piedra tendían a los desventurados de espaldas para los sacrificios, y el pecho muy tieso, porque los tenían atados de los pies y de las manos, y el principal sacerdote con una piedra de pedernal, como el pecho estaba tan tieso, con mucha fuerza abrían al desventurado y de presto le sacaban el corazón… tomaban el corazón y levantábanse hacia el sol, y a las veces untaban los labios de los ídolos con la sangre… luego tomaban el cuerpo y lo echaban por las gradas abajo a rodar; llegado abajo, si era de los presos en la guerra , , el que lo prendió con sus amigos y parientes lo llevaban y aparejaban aquella carne humana con otras comidas y otro día hacían fiesta y lo comían”.
Los representantes de la Iglesia Católica en el Nuevo Mundo decidieron detener la monstruosidad de los sacrificios, haciéndoles ver que asesinar a un ser humano no era agradable al creador y menos aún siendo sacrificados a otros dioses, por otra parte consiguieron por medio de la “igualdad natural de todos los pueblos” que los conquistadores españoles brindaran su ayuda a los pueblos sometidos; cosa muy diferente sucedió con los ingleses, quienes verdaderamente realizaron un genocidio en contra de los aborígenes americanos.