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Desde el peso del pasado

Desde el peso del pasado

El pasado deja heridas, produce huellas imborrables. Lo que hicimos, lo que dejamos de hacer, lo que otros realizaron, condiciona mi presente, continúa en mis recuerdos, influye en cada uno de mis actos.El pasado “pesa”. A veces llega a paralizarnos. Provoca miedo, genera angustias, suscita desconfianzas, impide el tomar decisiones urgentes.

Pero el pasado no lo es todo. Porque cada uno tiene, en sus manos, un presente, un instante frágil y fugitivo, maravilloso y esperanzador.

El corazón pide romper con cadenas que no permiten volar a nuevas metas. Hay que dejar odios y miedos, apatías y perezas, desconfianzas y angustias que nos atan a un pasado que “pesa mucho”, pero que no puede eliminar la libertad profunda de los corazones.

Siento ahora la mirada y la voz amiga de quien me acompaña, me ayuda, me sostiene, me anima a dar nuevos pasos. Una voz humana: un familiar, un amigo, un conocido, quizá incluso alguien con quien me crucé “casualmente” en el camino de la vida. Una voz divina, más profunda, desde los escondites de mi conciencia: Dios mismo me dice que deje miedos, que lance redes, que aparte esa mirada obsesiva hacia el pasado para empezar a recorrer nuevos senderos.

El pasado pesa, pero no lo es todo. Porque con la llegada de Cristo al mundo, con la fuerza del Espíritu Santo, es posible el cambio más completo: dejar el pecado y empezar a vivir en la gracia de quien ama.

Dios ha dado el primer paso hacia el encuentro. Me tiende su mano paterna y me dice, nuevamente, “ven”.

Desde tu mirada, Señor, hoy será posible romper con egoísmos del pasado. Será posible entonces, muy unido a Ti, recorrer caminos de amor y de esperanza