De todos los países católicos, en el nuestro parecería el último donde debería hacerse esta pregunta. La cristiandad mexicana es heredera de aquellos de nuestros ancestros que dieron su vida afirmando que Cristo es Rey: <<Tú reinarás, ese es el grito que ardiente exhala nuestra fe…>> como dice el querido Himno a Cristo Rey. Muchos de ellos murieron sin las armas en la mano, a causa del odio a la fe, y la Iglesia Universal lo ha reconocido canonizando a un ramillete de mártires mexicanos que suscribieron con su sangre el concepto de la realeza de Cristo.
Ya Pilatos le preguntaba a Jesús: <<Luego, ¿eres Rey?>> y el Señor le respondió: <<Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo. >> Hoy, parecería que el mundo ni siquiera considera necesario hacer a Jesús esta pregunta. Pero, no obstante, la respuesta es la misma. Sí, Jesús es Rey. Sí, su reino no es según este mundo. Pero es un verdadero reino. Tal vez algunos, juzgando con criterios de este mundo, piensan que lo que queremos es que la Iglesia gobierne a los Estados, que los Obispos sean presidentes y que los católicos seamos, por lo menos, síndicos de los ayuntamientos. No, no es eso lo que entendemos por el Reinado Social de Cristo. Lo que sí queremos, y tenemos todo el derecho a querer, es que los valores de Jesús reinen en la sociedad, que los hombres nos rijamos por sus criterios, que en las relaciones entre los hombres se busque que el amor sea el criterio fundamental.
Esto lo queremos porque sabemos que es lo mejor para la humanidad. No es posible imaginar una sociedad mejor que una donde todos se rijan por la Verdad y el Amor. Sí, no es fácil. Tal vez no lo veamos en esta vida, pero eso no impide que lo deseemos, que trabajemos por ello. << Tú reinarás, dichosa era; dichoso pueblo con tal Rey>>, continúa el Himno a Cristo Rey. <<… Toda la vida trabajaremos con gran fe, en realizar y ver cumplida la gran promesa ¡Reinaré!>>, concluye el himno. Ahí está la clave. El reinado de Cristo en la sociedad no se dará solo; no se dará sin nuestro trabajo, no ocurrirá sin nuestra fe, impulsándonos a implantarlo. No ocurrirá por un milagro o, más bien dicho, solo ocurrirá si nosotros le arrancamos al Padre ese milagro, con nuestra fe, con nuestro empuje, con nuestro ánimo y nuestra esperanza infatigables.
Hoy, posiblemente nos parezca más lejano este reino que a nuestros ancestros de los veintes. Hoy se habla menos de Jesús, se da menos lugar a la Iglesia. Por otro lado, y en una aparente contradicción, encuesta tras encuesta muestra que la Iglesia es la institución que tiene más credibilidad en nuestro País. Sí, posiblemente estemos más lejos de que Cristo reine en nuestra sociedad. Razón de más para darnos prisa y redoblar nuestros esfuerzos.