Las familias de apellido Palafox -y quienes personalmente gozamos del mismo-, tan numerosos en México, estamos de enhorabuena por la reciente beatificación de Don Juan de Palafox y Mendoza -nacido en Fitero, Navarra, Obispo de Puebla, Virrey interino y Arzobispo de México (1602-1659)-, por el papa Benedicto XVI. El apellido Palafox es muy frecuente entre nosotros. He leído que el santo obispo de Puebla de los Ángeles -hombre de gobierno controvertido, como tantos otros-, gozaba poniendo su apellido al administrar el bautismo y la confirmación. Del noble Reino de Navarra proviene el apellido de los que ahora tenemos a este familiar como intercesor cualificado ante Dios, que supo de las alegrías del Cielo y de los sinsabores de la tierra; que ejercitó el esfuerzo personal por ser fiel a la misión recibida.
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Esta es la versión más fuerte de los hechos. Ana de Casañate, viuda noble, dio a luz a escondidas en el año 1600 a un bebé ilegítimo y encargó a su criada que lo arrojase a una acequia. Un alcaide descubrió a la mujer con el bebé y se lo impidió; más aún, adoptó y cuidó al niño en su casa por nueve años. Aquel bebé “no deseado”, que pasó la infancia cuidando ovejas hasta que lo reconoció su padre, don Jaime de Palafox -después Marqués de Ariza-, llegó a ser político de confianza de Felipe IV, virrey de México, obispo de Puebla, mecenas de las artes, defensor de los indios y, con la autoridad de Benedicto XVI, es ahora el nuevo beato de la Iglesia católica. Su madre, Ana, se entregó a la oración y a la penitencia y llegó a ser superiora del convento de Carmelitas Descalzas, en Zaragoza, donde murió en 1638.
Juan de Palafox murió en 1659 como obispo de Osma, Soria, España. En 1769, un párroco de 66 años, tuberculoso y moribundo, rezó con una firma de Palafox entre sus manos. Cuatro horas después despertó completamente sano. Su médico de Fuentemolinos, otro de la cercana aldea de Roa y un tercero describieron al tribunal todos los síntomas de un enfermo terminal de tuberculosis. La detallada documentación de esta curación inexplicable respalda el milagro que permite beatificar a Juan de Palafox.
El pasado domingo 5 de junio, estando Benedicto XVI en Zagreb, Croacia, dijo en nuestra lengua: “En este momento, nos unimos en la oración con todos aquellos que, en la Catedral de Burgo de Osma, en España, celebran la beatificación de Juan de Palafox y Mendoza, luminosa figura de obispo del siglo diecisiete en México y España; fue un hombre de vasta cultura y profunda espiritualidad, gran reformador, Pastor incansable y defensor de los indios. El Señor conceda numerosos y santos pastores a su Iglesia como el beato Juan”.
La beatificación fue presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en representación del obispo de Roma. Participaron más de tres mil fieles laicos, además de doscientos sacerdotes, el arzobispo de Puebla de los Ángeles, monseñor Víctor Sánchez Espinosa y una treintena de obispos, el cardenal mexicano Norberto Rivera Carrera y tres cardenales españoles, así como el Nuncio apostólico en España.
En su homilía, el cardenal Amato identificó a Palafox como uno de los personajes más singulares de la santidad “porque en su vida experimentó la gloria de las cargas más elevadas y la humillación y el aislamiento, que acogió con fe heroica y con auténtico espíritu cristiano”.
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El miércoles 22 de junio las reliquias del nuevo beato llegarán a México y serán veneradas en la catedral metropolitana de la capital, en San Miguel del Milagro, Tlaxcala, y en la catedral de Puebla. Parte de esas reliquias quedará en la catedral de Puebla y en la de México.
Sugerencias al lector: De la obras del beato Juan de Palafox, “El Pastor de Nochebuena”, editada por Rialp en Madrid, 1959, y “Las virtudes del indio”, publicada y muy difundida en México. Su mejor biografía y la más reciente: “Palafox: su pontificado en Puebla, 1640-1649”, por el historiador J. Eduardo Castro Ramírez. Secretaría de Cultura. Gobierno del Estado de Puebla. Puebla, Pue., 2000.