En cuanto a la forma de adquirir o sufrir un padecimiento de salud podemos hacer una distinción muy simple: la de quienes son responsables de su situación por descuidos, actos voluntarios y hábitos, y la de los enfermos inocentes, ya que sus penas no son producto de actos libres o culpables.
Los accidentes de tráfico, de deporte y de trabajo, también caen en esta división, pues dentro de ellos encontramos tanto a los responsables, como a quienes sufren por las negligencias de los primeros. Esta forma de ver las cosas lleva a considerar que, en justicia, requerir de los servicios médicos no siempre es igualmente justo, sobre todo, cuando se pueda gravar a instituciones de asistencia social en detrimento de la atención a los otros enfermos.
Este asunto se agrava si los requerimientos van más allá de los tratamientos asistenciales y recursos económicos comprendidos en medicinas, cirugías y terapias, es decir, cuando de lo que se trata es de transplantes de órganos y transfusiones de sangre, pues éstos son mucho más difíciles de conseguir.
Entre las enfermedades podemos encontrar, el cáncer y el enfisema pulmonar, contraídos por fumadores. Otro caso semejante es el de las personas infectadas del VIH/SIDA cuando el contagio se debe a relaciones homosexuales. Es decir, relaciones de alto riesgo.
En las cadenas de contagio de los inocentes siempre aparecen eslabones de relaciones bisexuales y homosexuales.
De acuerdo al Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/SIDA, en México existen alrededor de 182 mil personas viviendo con el Virus de Inmunodeficiencia Humana, VIH, sin manifestar aún síntomas de la enfermedad. De cada 100 casos, 92 se han originado por transmisión sexual, seis por vía sanguínea, y 2.2 por vía perinatal.
Dentro de los primeros, el 47 % lo contrajeron por prácticas homosexuales. Actualmente en México se calcula que existen 65 mil enfermos sintomáticos con este padecimiento y el costo de los tratamientos puede variar de 15 mil a 30 mil pesos por persona cada mes. El IMSS y el ISSSTE atienden al 64% de los pacientes con SIDA en el país.
En cuanto a la propagación del VIH/SIDA sólo Dios sabe en qué niveles de contagio estaría el mundo si no se hubiera generalizado a través de prácticas homosexuales. Está claro que este flagelo se contagia también por medio de las relaciones entre personas de distinto sexo y por otros medios, pero hasta ahora la práctica de la homosexualidad ha sido su principal medio de transmisión con mucha diferencia.
Dentro de una sociedad curtida por el sentimentalismo es fácil crear un ambiente favorable hacia las personas homosexuales, argumentando sobre lo que algunos consideran sus derechos, pero a menudo no se detienen a considerar las consecuencias sociales de este tipo de conductas y, como decía alguien por ahí: Lo que necesitan las personas homosexuales es ayuda, no propaganda.
Pienso que quienes hemos tenido la posibilidad de donar sangre, lo habremos considerado como un honor y un verdadero motivo de alegría, tanto si el destinatario es un familiar, un amigo, un compañero o un desconocido, sea o no culpable de su accidente o de su enfermedad; pues la misericordia es una virtud maravillosa que nos permite interesarnos por quien sufre. Pero por otra parte, todos los seres humanos tenemos la obligación de presupuestar las consecuencias de nuestra conducta pues podemos terminar perjudicándonos a nosotros mismos y a otros.