Cristo realizó una "misión imposible."
“Ante el cumplimiento del querer del Padre, todo lo demás (para Cristo) desaparece: riquezas, honores, tierras, aplausos, placeres, diversiones, mundo, vacaciones... Todo está traducido en lenguaje de evangelización y el mundo no es más que ese campo inmenso dónde implantar el Reino.”
En cada hombre hay un gran deseo de realizarse. Este se siente en una manera especialmente aguda en la adolescencia y en la juventud. “¿Qué voy a ser?” se preguntan los jóvenes. Muchos tardan años en encontrar su camino en la vida. A veces comienzan una carrera y la abandonan porque no les satisface del todo. En bastantes jóvenes se notan los titubeos cuando se trata de elegir una profesión.
En Cristo nunca se nota algo de esto. Él sabe exactamente lo que quiere, desde a lo menos sus doce años. “Tengo que ocuparme en las cosas de mi Padre”, respondió a María y a José cuando aquella le preguntó el porqué se había quedado en Jerusalén sin avisarles.
Nadie puede dudar seriamente de que la misión que Cristo tenía entre manos fue netamente trascendental. En pocas palabras fue el comunicar al hombre la “vida eterna” o el Cielo. Él dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante.”
Toda la vida de Jesús da la impresión de estar programada. Parece estar siguiendo un mapa de ruta. Tenía una conciencia clara de que tenía que predicar el Reino. Sus primeras palabras fueron precisamente éstas: “¡Arrepiéntanse, pues el Reino de Dios está por llegar!”
Este aspecto de la vida de Cristo tiene que llevarnos a nosotros también a examinar nuestra visión de nuestra estancia en este mundo. Todos somos peregrinos y vamos hacia la eternidad, lo queramos o no. La muerte no es otra cosa que una desembocadura en la eternidad. Todos tenemos que pasar por la puerta marcada “Muerte”.
¿Cuál es la misión de una esposa? Ciertamente no puede ser sólo traer a unos hijos a este mundo. Su misión es traerlos para encaminarlos hacia el Cielo. Me acuerdo que una vez una señora, bien situada en la vida, me dijo estas palabras al final de nuestra conversación: “Rece por mí, padrecito, para que yo lleve a toda mi familia al cielo.” ¡Hay muchos padres de familia que están sumamente preocupados de si sus hijos saben hablar bien la lengua de Shakespeare, pero no están tan preocupados de si sus hijos tienen una correcta jerarquía de valores!
La misión de Cristo fue sencillamente establecer su Reino en el corazón de los hombres y así llevarlos al Reino definitivo en el Cielo. Una vez preguntó a sus oyentes: “¿Qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma, o qué puede dar el hombre a cambio de su alma?”
Una vez un general, Pirro, luchó contra los romanos y los venció, pero perdió casi la totalidad de sus soldados. De allí viene la expresión “una victoria pírrica”. Muchos hombres tienen mucho éxito en esta vida desde el punto de vista material y social, pero descuidan el bien de sus almas. ¿No son ellos los “Pirros” de este siglo?
Cristo nos enseña a buscar las cosas de arriba, las de Dios, las de la salvación eterna.