1)Para saber
Al terminar el tiempo de cuaresma y con el comienzo de la Pascua, la Iglesia quiere que pongamos nuestra atención en el misterio de nuestra salvación, y reconozcamos la centralidad de nuestro Señor Jesucristo a quien le debemos nuestra liberación.
El Papa Benedicto XVI nos invita a “celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación”. Dios nos envía a su Hijo, quien se sacrificará para que todos seamos justificados y perdonados.
Aunque le debemos nuestra salvación a Jesús, no significa que ya no debamos poner de nuestra parte lo que nos corresponde. Aunque sea muy poco lo que podemos participar en comparación con lo que ya hizo Nuestro Señor Jesucristo, a Dios le basta ese poco para aplicarnos los méritos de su Hijo.
2) Para pensar
En base a un ejemplo puesto por el predicador de la Santa Sede, el padre Raniero Cantalamessa, ponemos a continuación una comparación que nos puede hacer comprender mejor nuestra participación en la Redención de Cristo.
Era un hombre de escasos recursos que habiéndose casado, su mujer murió al dar a luz. El padre se hizo cargo de su hijo, el cual creció amándolo mucho, e hizo unos estudios sobresalientes. El padre, viudo, decidió volverse a casar y así tuvo más familia. Nacieron siete hijos. Mientras sus hermanastros aún eran pequeños, el hijo mayor comenzó a trabajar con gran éxito. Con muchas privaciones ahorró todo para regalarle un anhelo que su padre siempre había querido: una casa propia. Cuando ya tuvo el dinero, compró una casa grande en un millón de pesos. Decidió regalársela el día de su cumpleaños. Quiso hacer partícipes a sus hermanitos del regalo y, aunque sabía que casi no tenían dinero, les propuso que le dieran sus ahorros. Con gusto y generosidad aceptaron: el mayor de ellos, que tenía diez años, apenas llegaba a tener cincuenta pesos; una hermana que le seguía le dio veinte pesos; entre todos los restantes apenas juntaron diez pesos. No obstante, escribió una carta donde le agradecía a su padre todos sus esfuerzos por llevarlos adelante y al final firmaba él y los otros siete hijos.
Sobra decir cuán agradecido leyó el padre la carta. Al final les dio amorosamente un beso a cada uno, sabiendo que en realidad era el mayor el que la compró. Hicieron una fiesta en la nueva casa donde todos celebraron una nueva vida. Aunque no todos pagaron igual, todos disfrutaron y fueron felices en la nueva casa.
3) Para vivir
De manera semejante Cristo, que ama al Padre, es el hermano mayor que ya pagó todo el precio de nuestro rescate, con su preciosísima sangre, un precio exorbitante, como dice el Papa.
Jesús ha querido que nosotros también participemos con lo que tengamos. En su sacrifico al Padre que se hace presente en cada Misa, de un valor infinito, podemos unirnos ofreciendo con el corazón todo lo que somos y tenemos.
Como en el ejemplo, todos podemos disfrutar en la casa del Padre en la gloria de una nueva vida, la vida de la gracia. En esta Pascua agradezcamos a Jesucristo habernos salvado con su sacrificio y acudamos a los sacramentos para recibir la gracia ganada.