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Cien goles de oro

El mundo parece un balón. No es normal que dos selecciones de fútbol se encuentren en el Vaticano para felicitar a un Papa por sus XXV años de Pontificado. Y así ha sucedido.

Pero lo más curioso, lo más relevante, lo mejor ha sido que el capitán de la selección italiana, Fabio Cannavaro, entregó como regalo al Santo Padre una promesa. Los jugadores “azzurri” se comprometieron a pagar y financiar cien adopciones a distancia de niños necesitados. Tremenda goledada para un mundo que juega a la defensiva. 100 adopciones. 100 niños.

Esta buena noticia me hizo recordar a Carlos.

-¿Cómo te llamas?-, le pregunté, estrechándole la mano.

-¡Carlos!- me respondió con voz inocente.

-Carlos, ¿qué?, ¿cuál es tu apellido?-. Se me echó al cuello, mientras su mirada se desinflaba como un globo.

Llorando, continuó: -No sé más. Sólo me llamo Carlos-. Sus ojos no me podían engañar.

Después me contaron su historia. Llevaba en el orfanatorio apenas dos meses. No conocía siquiera la dirección de su casa. Había vivido con mamá en una chabola, a las afueras de una gran ciudad. De su padre nunca oyó hablar. Sólo sabía que lo llevaba en su sangre. Un buen día, su “tío” lo llevó a la ciudad y lo abandonó en ese orfanatorio.

Al conocer a Carlos me di cuenta de que para el alma no existen aspirinas. Por eso este gesto de la selección italiana, de los ídolos del balón es muy significativo. Desde el pasado martes, 11 de noviembre, otros muchos “Carlos sin apellido” ya son tenidos en cuenta y, quizás, también son más amados. 100 niños en el mundo han penetrado en el área de estos jugadores. Estoy seguro de que las estrellas del fútbol han disputado el mejor partido de su vida.

El “árbitro” del encuentro, que vestía de blanco, les felicitó con estas palabras: «Os doy las gracias por esta gentil iniciativa y, mientras os aseguro para cada uno un recuerdo en la oración, os bendigo a todos de corazón».

Junto a las estrellas italianas: Vieri, Del Piero, Inzaghi, Maldini, ..., se encontraba su entrenador, Giovanni Trapattoni, así como el capitán de la selección polaca, Jacek Zielinski, y el portero Jerzy Dudek, quienes entregaron al Santo Padre la camiseta blanca de fútbol de la selección nacional con el nombre de Wojtyla. Seguramente el Papa recordó sus años de portero, ahora que se ha convertido en un entrenador de almas.