Si alguno piensa que la democracia española goza de buena salud a juzgar por las elecciones celebradas casi en normalidad, la aceptación en mayoría de las reglas del juego, y la alternancia en el poder de unos y otros partidos, habrá que decirle que peca de ingenuo o no tiene buena información o tiene anestesiado su sentido crítico.
Un mediano observador de la realidad, con los datos que compulsa a diario en los diversos medios de comunicación, puede colegir que nuestra democracia está amenazada de muerte, gravemente enferma y con un cáncer galopante que trata de ocultar. Este no es otro, entre otros muchos, que el cáncer del relativismo moral o ético extendido por todo el tejido social de la cabeza a los pies del cuerpo democrático.
El cardenal arzobispo de Toledo, monseñor Cañizares con toda lucidez y contundencia señalaba esta terrible lacra en un artículo publicado en La Razón (23/ 05) titulado “ La sociedad democrática”. Estas son sus palabras:
“Existe actualmente la tentación de fundar la democracia en un relativismo moral que pretende rechazar toda certeza sobre el sentido de la vida del hombre, su dignidad, sus derechos y deberes fundamentales. Cuando semejante mentalidad toma cuerpo, tarde o temprano, se produce una crisis moral” de funestas consecuencias que puede acarrear la muerte, cabría añadir.
Se precisa cuanto antes emprender entre la clase dirigente de este país, más consciente y responsable, una regeneración ética, o rearme moral, para atajar el mal letal de la democracia española, pues no es, ni mucho menos, oro todo lo que reluce.