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¡Basta un click!

¡Basta un click!

No puedo olvidar este hecho. Era Semana Santa. Un amigo mío transcurría sus “vacaciones” en los poblados del pico de Orizaba. Me presumía que es uno de los paisajes más bellos del mundo: con su volcán eternamente nevado y los grandes abismos de cañadas y bosques a sus pies.

Un grupo de misioneros disputaba un emocionante partido de fútbol con la “selección” del pueblo de Chilapa. Todo iba bien hasta que el defensa lanzó la pelota fuera del campo. Un misionero fue a buscarla entre la maleza y descubrió una cabaña escondida entre los matorrales del bosque. Se extrañó. Estaba seguro de haber visitado todas las casas y esa cabaña no la había visto antes. El muchacho se preguntaba: ¿vuelvo al campo de juego o entro a visitar esa familia?

Después de resolver su duda, devolvió el balón al campo y se dirigió a la casa. Al entrar encontró -¡sorpresa!- a un anciano de 103 años postrado. Estaba en agonía.

El misionero salió corriendo rumbo a la Iglesia donde estaba confesando mi amigo. Los dos llegaron de inmediato donde el moribundo. Después de administrarle los sacramentos al anciano, falleció. 103 años tenía y dejaba este mundo con la paz y la sonrisa de un niño.

Yo no sé qué pensarán ustedes, pero este hecho me llena. No me deja indiferente. Quisiera que también en mi vida y en la de cada persona se repitieran momentos como éste. Que alguien golpeara una pelota y que, por las carambolas de la vida, llegara también a dar sentido, peso y valor a mi existencia.

El mundo parece gris, oscuro. Por doquier nos dicen que el mundo -nuestro mundo- sufre una crisis profunda y dolorosa, como animal en agonía o enfermo terminal. Es como un teatro donde actúan todos los “ismo”: indiferentismo, hedonismo, agnosticismo, egoísmo…

La pobreza, la migración, la enfermedad, la ignorancia, son situaciones que hieren el corazón humano y le roban el brillo a los ojos para mirar con esperanza el mañana. He oído decir que nada hay más terrible que perder la esperanza. Pero más terrible todavía es no saber en qué o en quién esperar: perder el fundamento de la esperanza.

Pero el mundo no está tan frío. Se percibe el calor de un cristianismo que toma más conciencia de su fe. Comenzamos a ver las luces de un nuevo amanecer en la sociedad. Se multiplican las organizaciones, los grupos y movimientos. Es una nueva primavera, donde cada corazón puede encontrar la paz y realizar sus aspiraciones de felicidad más profundas.

Aprovecho estas líneas para compartirte este hecho y para lanzarte una invitación. No sé cuál será tu plan para esta Semana Santa, pero si quieres “lanzar un balón” y experimentar la felicidad, si quieres fundar sólidamente la roca de tu esperanza, si quieres sembrar y recoger un fruto que dure, haz la prueba, como mi amigo, en esta Semana Santa. Basta un click: www.demisiones.com.