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Arreglar el mundo…

Es ya famosa la historia de un padre, científico que vivía preocupado con los problemas del mundo estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día su hijo de 7 años invadió su santuario para ayudarlo. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo para distraerle. Tomó una revista en donde había un mapa con el mundo. Con unas tijeras recortó el mapa en muchos pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: “Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie” 

Calculó que al pequeño le llevaría varias horas componer el mapa, pero no fue así. Al cabo de pocos minutos el niño volvía para enseñárselo: “papá! Ya hice todo, conseguí terminarlo”.

Sorprendido, el padre pensó que es imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Pero el mapa estaba completo… los pedazos en sus debidos lugares.

-“Hijito, tú no sabías cómo era el mundo ¿cómo lo lograste?”

-“Papá, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre que sí sabía como era. Cuando conseguí arreglar al hombre di vuelta la hoja y vi que había arreglado el mundo”.

Para arreglar el mundo, hemos de arreglarnos nosotros, las personas, pues el conjunto será la suma de lo que seamos cada uno. Para eso, es urgente saber quiénes somos, entrar en nuestro interior y conocer nuestra verdad y nuestro bien, pues son la verdad y el bien los que constituyen el corazón de toda cultura, y esto no es cuestión de acuerdos, como cuando en Austria votaron por mayoría a favor de Hitler; aunque lo hicieran muchos, no era verdadero ni bueno, como no lo son ahora el aborto, equiparar uniones homosexuales con matrimonios, y el adoctrinamiento estatal en leyes educativas suplantando los padres. El hombre entonces está sometido al juego de las mayorías, que puede ir contra el hombre cuando no respeta su dignidad. “La moral –decía Ratzinger- se basa más bien en el orden interno de la propia realidad: la creación lleva en sí la moral. Estamos comenzando nuevamente a ver esto en los urgentes problemas ecológicos. Volvemos a darnos cuenta de que no debemos hacer todo cuanto podemos hacer. Constatamos que debemos respetar la dignidad de las criaturas”. El ser humano “lleva en sí una dignidad y un mandato interior que permanecen a través de todos los cambios históricos. El hombre es siempre hombre. Su dignidad esencial es siempre la misma. Por eso existen conductas que nunca podrán llegar a ser buenas, sino que siempre serán incompatibles con el respeto al hombre y a la dignidad que viene Dios y que Él lleva en sí”. El hombre sólo puede conocer la verdad por sí mismo, porque si uno no entiende las cosas (y esto es la verdad), nadie las puede entender por él.

Recomponiendo al hombre, mejorará el mundo: los problemas económicos, sociales y políticos seguirán siendo insolubles si no se encara esta realidad central; el bien y la verdad están unidos, tanto a nivel personal como social, y todo ello va unido a la búsqueda de la Verdad y el Bien, la búsqueda de Dios. Lo que necesita el mundo para funcionar es gente buena, que nos haga ver con su vida que es posible vivir de amor, y que es posible un mundo mejor.