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100% chilango

Por el hecho de haber nacido en el Sanatorio del Carmen en la calle Quintana Roo, Colonia Roma, del Distrito Federal, me declaro pública y solemnemente chilango 100% envasado de origen con todas sus consecuencias positivas y negativas, y para cualesquiera efectos que se deriven de ello; incluyendo las bromas de buen y mal gusto que se acostumbran en estos casos.

He de reconocer que lo anotado arriba me llena de orgullo, pues amar el lugar donde hemos nacido es deber de lealtad, y muy mal haríamos en renegar de la cruz de nuestra parroquia.

En los diversos lugares donde me ha tocado en suerte vivir he comprobado que las rivalidades más fuertes suelen darse entre vecinos y este fenómeno se da tanto a nivel rancherías, como naciones. Y estoy convencido que si hubiera vida inteligente en otros planetas, también lo encontraríamos.

Solemos pensar que quienes han nacido en el mismo lugar que nosotros son más inteligentes y virtuosos que quienes no han tenido esa suerte. Quizás la explicación de ello es que siempre encontraremos un buen cliente para comprar nuestra vanidad en nosotros mismos. Es casi imposible desprendernos del gran yo. Sin embargo, la experiencia nos reclama que en todas partes existen personas valiosas, así como indignas. No hay país sin vicios, ni indivíduos sin limitaciones y miserias.

En estos días estoy leyendo un libro muy interesante titulado “Sobrevivir al límite” escrito por el Dr. Kenneth Kamler, cirujano neoyorkino, con especialidad en microcirugía de mano. Pues bien, este médico aventurero tiene una cualidad poco común: sabe reconocer en las costumbres de los nativos con los que le ha tocado convivir, la sabiduría que da la experiencia y se abre a esos conocimientos a pesar de que a veces no logra darles explicación científica. Consecuencia de su actitud es el saber colocarse como discípulo de gente que no ha tenido estudios para poder, así, aprender de ellos.

Frecuentemente nos topamos con ese tipo de individuos que nada más se les tira un hilo y se hacen nudos. Tampoco faltan las personas lineales, sin cintura, rectilíneos, sin capacidad de adaptación; aquellos que no pueden aceptar que los demás sean distintos y no piensen como ellos, y al mismo tiempo se dedican a hablar y hablar y hablar. Con razón Mark Twain afirma que más vale mantener la boca cerrada y parecer estúpido, que abrirla y disipar la duda.

Aprendamos a aprender. Abramos nuestro espíritu a quienes nos pueden enseñar algo cada día, ya sean sabios o incultos, independientemente de donde hayan nacido o a qué se dediquen, y nos asombraremos de la riqueza que nos rodea en los demás. Superemos, con ello, los torpes regionalismos.