El pastel asesino
Parecerá absurdo, pero en la vida hay cosas que se asemejan a esta ridícula escena: imaginemos un hombre hambriento, terriblemente hambriento. De un momento a otro se encuentra ante un delicioso, esponjoso, majestuoso pastel de tres leches. No sólo seduce su mirada. A su olfato lo encadena en un callejón sin salida: la fragancia hipnotizante del pan recién horneado, único y caliente. Inconfundible. Tradicional. En fin, una delicia. Y ahí están el hambre y el pastel: la víctima y el asesino…