¿Espectadores o protagonistas?
Es fácil decir que el mundo está mal. Guerras, hambres, injusticias, aborto, eutanasia, divorcio, abusos y violencias, engaños, fraudes, egoísmo, drogas, borracheras, infecciones, desastres... El elenco se hace largo, a veces casi repetitivo. Podríamos, además, señalar con el dedo a algunos de los culpables de tantas desgracias. Otras veces, de modo injusto y arbitrario, caemos en juicios temerarios o en calumnias sobre inocentes a los que culpamos de ser causa de algunos de esos males: añadimos a los males del mundo el mal de nuestras falsas acusaciones.