P. Rodrigo Aguilar Alemán
-No lo pensaré dos veces. Me disfrazaré con pajarita y sombrero para auxiliar a heridos y moribundos- pensaba el joven sacerdote. Y entre la gente pasaba inadvertido de las miradas y de las balas. Era la única forma de ayudar.
-¡Bonitos collares para sus chicas! ¡Anillos de oro labrado!
-¿Cuánto cuesta este anillo?
-Cinco pesos, marchante.
-¡Sinvergüenza!, vendes requetecaro. Mejor, cómetelo.